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Hombre de Dios

Viajando con mi familia por los municipios de Jinotega, en pos de recuerdos, primero La Concordia, luego San Rafael del Norte. La obligada visita al templo. Unos por devoción sincera, otros para conocer el cuadro de una de las tentaciones del demonio a Cristo, pintado por el artista Juan Fuch.

Estando en el templo se acercó a mí un hombre menudo, ofreciéndome su libro sobre el padre Odorico D’Andrea, sacerdote santo y muy amado por el pueblo rafaelino y admirado en toda Nicaragua por sus virtudes franciscanas: amor y servicio a los más necesitados, humildad y entereza en los momentos difíciles vividos durante la guerra (1978-79) y la subsiguiente contrarrevolución (1982-1989). Sabido es su hermoso gesto de pacificación “cuando en el Valle La Naranja el 3 de mayo de 1988 celebró una misa donde decidió fuera misa campal, llamando a los contras y a los sandinistas a colocarse frente a frente y compartir la santa misa” (tomado textualmente del libro en referencia, donde está la foto de ambos bandos dándose el abrazo de paz).

Adquirido el libro, el autor se presentó como Simeón Úbeda Úbeda (quien resultó ser mi pariente doble, yo soy Úbeda) me pidió que leyera y comentara la obra. Año y medio después lo estoy haciendo.

El libro en cuestión de 189 páginas que se me ofreció es la VII edición. No conocía el libro y me asombra su repetida edición. Extraordinario en nuestro medio. En él trata de manera sencilla, casi ingenua de la vida y obras estupendas, obras que maravillan, de este hombre de Dios llegado de Italia en 1954 a San Rafael nombrado cura párroco. Fueron 36 años de pastoreo católico los del padre Odorico en San Rafael y La Concordia en los primeros años de su ministerio. Solo en San Rafael después.

El libro destaca que además de las inmensas virtudes cristianas, fue este sacerdote un gran constructor de templos. El parroquial de San Rafael es sólido, hermoso, con pinturas de diferentes escenas bíblicas. Todo está decorado con buen gusto e intención devota. Abrió carreteras para comunicar comunidades rurales entre sí, como también con la cabecera municipal. En cada comunidad rural levantó una capilla con ayuda de personas amigas y con fondos que le enviaba su familia de Italia. Pero lo verdaderamente excelso en el padre Odorico es su amor de caridad. Cuando llegaban pobres a su puerta y estaba comiendo, incontables veces cedía su comida; si había suficiente, sentaba a su lado en su modestísima mesa a todo demandante de limosna.

Todo eso y más está escrito y testificado en el libro Alabado sea Dios, de ese testigo fiel y permanente compañero de correrías piadosas don Simeón Úbeda.

Muere, dulcemente, el padre Odorico en su Convento Franciscano de Matagalpa el 22 de marzo de 1990. El cuerpo del padre Odorico fue encontrado incorrupto cuando fue exhumado de su tumba en el Tepeyac del 17 al 22 de octubre de 2006. Copio textualmente: “Los médicos que realizaron el estudio antropológico testimoniaron que, en su larga carrera nunca habían visto un cadáver totalmente protegido por el fenómeno de saponificación, como fue el caso del cuerpo del padre Odorico”.

Es conmovedor el empeño del autor del libro que, sin adornos, sin ninguna pretensión literaria, narra paso a paso la vida y obras de este siervo de Dios, como lo llama repetidamente, buscando con afán se instruya el proceso de canonización del sacerdote que siempre saludó diciendo “Alabado sea Dios”. Algún día no lejano, con el testimonio de los feligreses de San Rafael del Norte que aseguran tenía el padre Odorico verídicos dones de santidad como constantes premoniciones y vaticinios cumplidos, con la apertura de la Iglesia católica ante hechos probados, irrefutables, casos milagrosos, podamos venerar al padre Odorico como santo en los altares.

Aunque un poco tarde, he cumplido mi palabra, admirado autor del libro. Alabado sea Dios don Simeón Úbeda.

La autora es profesora retirada.

Opinión Dios libro Simeón Úbeda Úbeda archivo
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