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El papa respalda la negociación

El papa Francisco respaldó el domingo pasado la negociación política de la Alianza Cívica con el régimen de Daniel Ortega, en la que el Nuncio Apostólico, monseñor Waldemar Sommertag, y el enviado especial de la Secretaría General de la OEA, Luis Rosadilla, participan como testigos y mediadores internacionales.

Después de la oración dominical del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el obispo de Roma dijo: “Desde el 27 de febrero, Nicaragua mantiene importantes conversaciones para resolver la grave crisis sociopolítica en la que se encuentra el país. Acompaño la iniciativa con mi oración y animo a las partes a encontrar una solución pacífica lo antes posible para el bien de todos”.

Esta declaración del papa Francisco es un voto de confianza a las negociaciones políticas que tienen lugar en la sede del Incae, alrededor de las cuales hay mucha suspicacia y una intensa campaña mediática de descalificación, proveniente tanto de sectores de la oposición como del oficialismo.

El diálogo de la Alianza Cívica con los representantes del régimen es descalificado porque se asegura que es una mampara de las verdaderas negociaciones, por “debajo de la mesa”, de los grandes empresarios y los Estados Unidos (EE. UU.) con Daniel Ortega. De hecho, los miembros de la Alianza Cívica que participan en las reuniones con los representantes de la dictadura son acusados de testaferros de “los poderosos” que no dan la cara; mientras que del Nuncio Apostólico y el representante de la Secretaría General de la OEA se dice que se estarían prestando al juego turbio de Ortega que solo busca ganar tiempo, quitarse de encima las sanciones externas y permanecer en el poder.

Sin embargo, el papa Francisco ha demostrado con sus palabras del domingo pasado sobre Nicaragua, que no da crédito a tales especulaciones, si acaso las conociera. La verdad es que la misma presencia en las negociaciones políticas de su representante personal, el nuncio Waldemar Sommertag, como uno de los dos testigos y mediadores internacionales, es suficiente demostración de que el papa respalda el diálogo y ora e invita a la oración para que tenga buenos resultados, por el bien de todos los nicaragüenses, como él mismo lo ha expresado.

La desconfianza pública en las negociaciones del Incae es comprensible. Inclusive es necesaria, porque desconfiar de los políticos —y particularmente de los que detentan el poder en Nicaragua— es una actitud crítica y democrática. Además, aunque se reconozca que los negociadores de la Alianza Cívica son personas honorables que actúan de buena fe, después de la matanza perpetrada por la dictadura en la represión contra las protestas y demandas políticas de la población es comprensible que se desconfíe de los propósitos de Ortega.

Sin embargo, como dijera el domingo pasado monseñor Silvio Báez, después de expresar también su desconfianza en las negociaciones políticas de la Alianza con el régimen, “no se debe dejar morir el diálogo. En este momento, o dialogamos o nos destruimos todos”.

En todo caso, como hemos dicho y debemos repetirlo, no es correcto juzgar y condenar la negociación del Incae antes de tiempo. Hay que esperar sus resultados para hacerlo con responsabilidad, certeza y justicia.

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