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De Temer y otros que temen

Al salir del paraíso, Dios manda al hombre a ganarse el pan con el “sudor de su frente”. La frente asociada con la dignidad. Así, oímos “camine con la frente en alto”… Sin embargo, hay un elemento importante que resaltar: “su propio sudor”. Este elemento conlleva la enseñanza de un valor primigenio: “Lo que te ganes, deberás obtenerlo con trabajo y sudor, el dinero que de él provenga, debe costarte esfuerzo”. Este valor primigenio hace saltar de inmediato al “soborno” como un antivalor, que carcome su dignidad y pudre a la sociedad que se acostumbra a esta práctica.

Es curioso ver cómo a medida que la humanidad se ha tecnificado, el antivalor ha ido creciendo, la gente se precia de un dinero obtenido sin ningún esfuerzo, mediante chantajes e influencias. No es raro oír a malandrines en estas prácticas expresarse más o menos así: “mi padre decía… estudiá para que tengás cómo ganarte la vida… más yo estudié para vivir del dinero de los demás”. Compran y engañan, aparentan y sonríen, inventan datos y necesidades, se embravuconan por conveniencia en disertaciones o discursos amañados, cuyo propósito es presentar la mentira como verdad, la fantasía como realidad, disfrazar lo descartable de duradero y beneficioso para el pueblo. Una verdadera apología fantasiosa de la estafa, ¡y ganan dinero a montones, sin sudarse!

En este cortejo que pareciera evocar el realismo mágico de García Márquez, desfilan expresidentes y vicepresidentes, ministros, conspicuos empresarios, pundonorosos militares de veta académica o revolucionaria, que han sucumbido a la cítara que ejecuta el narcotráfico. Y el presagio preponderante de este realismo mágico anuncia que seguirán líderes políticos, comandantes de los ejércitos de la región, lo mismo que presidentes en funciones.

La justicia fundamentada en la imparcialidad está sacando la cara y rescatando el valor enseñado: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El Tribunal Supremo de Justicia del Brasil ha abierto camino hacia la rectitud, dejando a un lado la corrupción que anestesia el alma de los que la practican y empobrece a los individuos o sociedades que la sufren. Sus disposiciones ya cambiaron un gobierno, y su ejemplo se extiende a toda Latinoamérica, donde el presagio se torna prácticamente en la “crónica de una muerte civil anunciada”, a truhanes que desde distintas esferas del poder, incluyendo la administración de justicia, han llenado sus bolsillos, menospreciando el hambre, la salud y educación de sus respectivas comunidades, pueblos o naciones. Propagandizan y sobredimensionan programas incumplidos, inflan cifras, crean un entorno fantasioso de bonanza, bienestar y alegría… pero continúa la desnutrición, hambre en las casas y calles de la ciudad. La salud pasa de ser un derecho, a un privilegio. Mi madre proverbialmente decía: “…para qué, confites en el infierno”.

Este mal, cual bacteria que engangrena los tejidos, ha afectado a empresarios y gobernantes de todo el orbe… ¡Hay mal olor, por todas partes! Es necesario conocer y aceptar los límites del poder. Alejandro Serrano escribe: “el poder es lo que la ley dice que es; la ley, lo que la voluntad general determina; y esta última, lo que los valores y principios morales de los Derechos Humanos establecen”.

Sin principios y valores, no hay bases para sustentar el andamiaje de la integridad del hombre. Fuimos echados de El Edén con la enseñanza estructural… “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Enseñemos a nuestros hijos que el dinero ganado sin el sudor de su frente, tendrá después que pagarlo con deshonra y el sudor fétido de los tribunales y prisiones.

El autor es médico.

Opinión Brasil Michel Temer archivo
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