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Policía Nacional, Policía de Nicaragua, el chipote, auxilio judicial

LA PRENSA/R.FONSECA

El relato de un joven torturado en El Chipote: “Nos metieron AK-47 en el ano”

“Es un dolor que nunca había sentido, sentía los minutos largos, cada hora, y ellos (los policías) siempre (diciendo) malas palabras, (y) riéndose”, explica desde el exilio.

“Varios oficiales nos agarraron a golpes y nos tiraron al suelo, cuando nos tiraron al piso nos comenzaron a meter (en el ano) las AK-47 (fusiles de guerra), fue un dolor horrible, perdí el conocimiento del dolor, me quedé a oscuras, se me fue todo”, dice “Roberto”, torturado meses atrás por el régimen orteguista.

Tiene 20 años, no da su nombre real por temor a represalias contra sus familiares que están en Nicaragua y porque dice sentir vergüenza. Estuvo seis días preso.

“Es un dolor que nunca había sentido, sentía los minutos largos, cada hora, y ellos (los policías) siempre (diciendo) malas palabras, (y) riéndose”, explica desde el exilio.

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Roberto fue estudiante universitario de los miles que se levantaron contra Daniel Ortega en abril, hace un año. Fue torturado por agentes del Chipote, la cárcel adonde llevan a los manifestantes que se rebelaron. Su historia fue conocida porque él es uno de los dos universitarios que atendió en su clínica privada el neurocirujano Josmar Briones, el 21 de mayo de 2018, radicado actualmente en Estados Unidos.

Caso lo conoció Almagro

El médico denunció el caso ante el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a inicios de septiembre de 2018. Días después, el especialista habló con LA PRENSA.

Briones dijo entonces que un médico está acostumbrado a lidiar con la muerte, pero no con el dolor físico y moral perpetrado de manera brutal y perversa contra estudiantes que fueron violados.

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“Aún recuerdo sus rostros llenos de dolor e impotencia. Llegaron a mi clínica destruidos emocionalmente, las lesiones (que sufrieron) son para escribir un libro de historias de terror. Cuando bajaron del vehículo no podían ni caminar, sangraban mucho, su rostro lleno de vergüenza por un delito que no cometieron; esos pobres hombres jamás van a volver a ser los mismos de antes. Ese lamentable suceso marcó su vida para siempre y la nuestra”, relató el especialista.

La víctima habla

A 11 meses de la masacre del régimen contra la ciudadanía, Roberto decidió conversar con LA PRENSA vía Skype. Es la primera vez que habla del tema. Es originario de una de las ciudades del norte de Nicaragua, se integró a las protestas contra el régimen el 19 de abril, conmovido por la situación que enfrentaron los jubilados con las reformas a la Seguridad Social impuestas por la dictadura, que posteriormente Ortega derogó obligado por la protesta social.

El joven fue capturado por policías y paramilitares la madrugada del 15 de mayo, en una de las etapas más fuertes de la represión. Fue trasladado a las mazmorras del Chipote, en Managua, junto con otros estudiantes.

El día de su captura

“(Era) como a la 1:30 de la madrugada, llegaron camionetas con paramilitares y policías por diferentes lados, yo corrí hacia el Este junto a otros estudiantes, ahí fuimos interceptados por una camioneta con paramilitares”.

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Roberto reconoció al cabecilla de los paramilitares, quien era representante de la organización de retirados del Ejército y de los llamados “cachorros”, desmovilizados del Servicio Militar Patriótico (SMP). Los llevaron a la oficina de Operaciones de la Policía. Ahí amanecieron todos los detenidos, esa mañana fueron puestos en libertad los menores de edad. Al día siguiente, varios de los estudiantes secuestrados fueron trasladados a Managua, a las instalaciones de Auxilio Judicial, conocidas como el Chipote.

Ahí fueron obligados a desnudarse y hacer sentadillas en presencia de los oficiales. Fueron golpeados en múltiples ocasiones y humillados. Esos vejámenes se han convertido en una práctica común de la dictadura que ha sido denunciada por los presos políticos que han sido liberados.

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Roberto relató en medio de pausas —algunas prolongadas a causa del dolor emocional— que llevaban varios días de ser sometidos a torturas e interrogatorios. “Esos días fueron largos, perdí la noción del tiempo, no sabíamos si era de día o de noche, a cada rato nos golpeaban, éramos humillados, nos decían malas palabras, estábamos sin comer, en un lugar oscuro, sin higiene. Nos decían que si éramos tan huevoncitos de regresar (a las protestas en los tranques)”.

“Nos preguntaban que quién me había pagado, quién me había organizado, quién era mi jefe, que era ‘tranquista’ y que tenía que pagar todo lo que había hecho. Que le iba a decir si todos éramos autoconvocados. Me preguntaban quién daba las órdenes, las armas, pero ahí no había armas, solo morteros”, señaló.

Ese día que lo sacaron desnudos de la celda, los golpearon brutalmente y, ya en el piso, los agentes los sodomizaron, después fueron lanzados como animales a la celda.

“Fui tirado a la celda desnudo, como animal, ahí estaba mi compañero en la misma (situación) que yo. Al rato nos tiraron la ropa”, agrega el joven.

“Llenos de sangre, heces y orines”

“ Estábamos llenos de sangre, de heces, orines. Fueron días oscuros, llenos de dolor, de terror”, expresó Roberto.
Más tarde, después de sus primeras horas de cautiverio, los dejaron libres. Los torturadores consideran que si los presos no hablan después de esa barbarie es porque no tienen información.

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El joven asegura que no logró ver el rostro de los policías porque estaban encapuchados, vestían uniforme oscuro.

Pero asegura que eran como ocho personas cuyas edades podrían oscilar entre los 25 y 35 años, con acento nica y vocabulario soez. Ambos estudiantes buscaron la ayuda del doctor Briones. Tenían temor de acudir a los hospitales públicos.

“Nos llevaron a la clínica y eso fue terrible, vergonzoso, incómodo, doloroso. Las sillas de la clínica eran blancas y las dejamos llenas de sangre, heces y orina. Fue vergonzoso”, dice el joven, actualmente en el exilio.

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