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De cantar ópera con Laureano Ortega a exiliado. La historia de Mario Rocha

Solía compartir escenario con Laureano Ortega, pero el año pasado se manifestó en contra del régimen y se convirtió en un perseguido más. Recibió amenazas de muerte y huyó a Costa Rica

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Cuando Mario Rocha cantaba junto a Laureano Ortega se sentía como en los teatros más famosos del mundo. Las puestas en escena eran impecables, abundaba el lujo, la ostentación y a pesar que en Nicaragua no hay tradición operística sobraba quien disfrutara el espectáculo. Pero Rocha tuvo que pagar un alto costo por su cercanía con uno de los hijos del dictador Daniel Ortega.

Antes del 18 de abril, Rocha estaba en la cúspide de su carrera artística, tenía tres trabajos y colaboraba con la Fundación Incanto, el proyecto artístico de Laureano Ortega. Su voz barítona sonaba en diferentes partes del país, una voz que no pudo callar cuando vio cómo el régimen reprimía brutalmente a la población y particularmente a sus estudiantes del conservatorio de música de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).

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“Es un gran dolor (para la población), realmente, y bueno, lo menos que podía hacer, era también apoyar de alguna manera, desde mi trinchera, como cantante, como músico, estar en los plantones e ir a las marchas. Yo fui a algunos plantones, e inclusive a la madre de todas las marchas (el 30 de mayo), que era dedicada a las madres de los mártires de abril. Ahí canté el himno nacional, y a los cinco minutos comenzó la balacera, gracias a Dios que estoy aquí contando el cuento”, relata el músico, desde San José.

Las amenazas de muerte

Era viernes. 27 de abril. Nicaragua ya registraba la muerte de al menos 20 nicaragüenses por la represión del régimen orteguista a las manifestaciones ciudadanas. Ese día, el barítono Mario Rocha le mandó un mensaje a Laureano Ortega. Le dijo que ya no volvería compartir escenario con él como lo había hecho en muchas otras ocasiones. Y ahí, a partir de ese día comenzó la persecución en su contra, lo que meses más tarde lo llevó al exilio.

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“Fue una comunicación muy decente de mi parte. Le agradecí profundamente la oportunidad que haya confiado en mi trabajo etcétera, pero a partir de la fecha, no volvía a participar en ninguna producción de Incanto. A la semana tenía las amenazas de muerte”, asegura el músico que vive en San José. “No era ético que después de haberme yo, primeramente manifestado en contra de la barbarie que estaba haciendo la policía, que yo continuara apoyando un proyecto así”, asegura.

Mario Rocha, junto a Laureano Ortega y otro cantante de ópera. LA PRENSA/Tomada de facebook

A Rocha lo trataron como un traidor. Sus conocidos del círculo social en que se desempeñaba fueron sus principales perseguidores. Tuvo que pasar encerrado en su casa en Managua durante tres meses. “Casi fue una casa por cárcel”, dice. Recibía llamadas extrañas. “Sonaba el teléfono, un número desconocido y cortaban”. Recibía, también, amenazas de muertes a través de redes sociales.

Cuando uno de los estudiantes de Rocha fue capturado en una marcha azul y blanco, el cantante decidió salir de su escondite para ir a un plantón frente a la Dirección de Auxilio Judicial, El Chipote. Fue en ese lugar que personas cercanas a él le recomendaron que mejor saliera del país.

Mario Rocha tocando el piano en su pequeña habitación en Costa Rica. LA PRENSA/Jader Flores

El día que Rocha salió huyendo de Nicaragua llevaba consigo sus pertenencias en una maleta y su talento para sobrevivir lejos de su nación. Cruzó la frontera de forma legal y en cuanto pisó suelo costarricense pidió refugio en aquel país, el mismo que ha acogido a 42,207 nicaragüenses solicitantes de refugio desde que inició la crisis sociopolítica de Nicaragua.

Vida en el exilio

De los escenarios al exilio. En junio de 2017, los medios oficialistas anunciaban “la primera ópera nicaragüense”. Se trataba de la ópera El Lobo y El Santo inspirada en el poema de Rubén Darío, Los motivos del Lobo. Una obra creada de Rocha y donde uno de los intérpretes era el hijo de Ortega y al final fue interpretada por José Luis Leytón.

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Un año después la historia era otra. Rocha ya pertenecía a ese grupo de nicaragüenses que se rebelaron en contra del régimen y tuvieron que irse del país.

La vida en el exilio no ha sido tan mala para él. No tiene permiso laboral, pero vende servicios profesionales como músico. Algunas veces, su voz suena en restaurantes del país vecino, también toca piano en celebraciones privadas. Con eso le da para pagar el alquiler de un modesto apartamento en la capital costarricense.

“Gracias a Dios soy músico, sino ya me hubiera muerto de hambre, anduviera pidiendo (limosnas). Como soy músico, lo que inmediatamente hice fue inscribirme en (el Ministerio de) Hacienda de aquí (Costa Rica) y ya estoy facturando con factura electrónica. Lo que al gobierno le interesa es que produzcás para pagar impuestos”, asegura.

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Desde que el cantante operístico decidió desligarse de la fundación Incanto no ha vuelto a comunicarse con Ortega, aunque asegura que del otro lado de la frontera todavía recibe noticias suyas.

“Al inicio, que yo vine para acá (Costa Rica) tuve comunicaciones extrañas de personas que conozco, pero como investigando, que si realmente estaba aquí, qué que pasó, qué estaba haciendo, o sea querían ubicarme exactamente donde estaba”, relata el artista.

Mario Rocha durante un festival de canto junto a Laureano Ortega. LA PRENSA/Tomado de Facebook

Aunque pasó del teatro a restaurantes, Rocha no se arrepiente. “No me arrepiento de haberme pronunciando porque era algo que me estaba ahogando sino lo hacía, porque no soportaba, no pude soportar la presión de todo el estallido social y yo quedarme callado. No podía”, dice.

Precisamente por eso, es que continúa denunciando los abusos del régimen de Daniel Ortega con su música. Ha compuesto más de cinco canciones de amor a Nicaragua y hace audiciones para formar el coro Azul y Blanco, un proyecto que ve como parte de un aporte a la lucha cívica en Nicaragua.

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En redes sociales circulan los videos de sus canciones. Como Canción urgente para los privados de libertad o Mujeres de Tierra. Rocha ya no viste su frac negro, tampoco aparece en un gran escenario. Canta desde una habitación modesta donde su única escenografía es una bandera azul y blanco.

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