Nicaragua, antes de abril de 2018, era un país apático donde las marchas ciudadanas eran escasas en las ciudades y se concentraban principalmente en los departamentos, zonas rurales donde los campesinos rechazaban la amenaza confiscatoria del fallido proyecto del canal interoceánico mediante el cual la dictadura le entregó la patria al chino Wang Jing.
Llegó abril de 2018 y todo cambió. Luego de ver a una juventud desafiante en la calle, protestando contra el régimen de Daniel Ortega y su reforma al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), resistiendo los brutales ataques, todo el país se volcó a las movilizaciones cívicas marcando un precedente nunca antes visto.
Antes el régimen mantenía el control de las calles, hay que remitirse al Barómetro de las Américas, donde Nicaragua aparecía con los niveles más bajos en participación ciudadana en el hemisferio entre 2010 y 2016. Pero en 2018 se elevó y registró 2,072 marchas en diferentes partes del país, pese a que a partir del 30 de mayo, el Día de las Madres, cuando ocurrió la mayor empezaron los ataques.