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Hasta pronto monseñor Báez

De todas las especulaciones y teorías que circulan en los medios de difusión y las redes sociales sobre las razones del traslado del obispo Silvio Báez a Roma, me quedo con la expresada por el excanciller Francisco Aguirre Sacasa, cuando dijo: el papa Francisco tiene su agenda para Nicaragua y el encargado de su implementación es el nuncio Waldemar Sommertag.

De algo que también podemos estar seguros, es que en esa agenda el Vaticano no actúa solo, el esfuerzo diplomático iniciado por el nuncio está siendo acompañado por la Organización de Estados Americanos (OEA), la administración del presidente de los Estados Unidos Donald Trump y por la Unión Europea, si nos preguntásemos: Si esta iniciativa diplomática ha resultado ser efectiva, eso ya es motivo de otro tipo de análisis.

Lo que ha quedado demostrado con la decisión del papa Francisco al separar al obispo Báez de Nicaragua es que hoy por hoy es el nicaragüense más apreciado y estimado por el pueblo que lucha contra el totalitarismo del matrimonio Ortega Murillo.

Su recia figura, su discurso franco, su decisivo apoyo a la causa de la democracia y su carisma han opacado políticos y al mismísimo cardenal Leopoldo Brenes, logrando penetrar la conciencia de nuestro pueblo el que lo considera un baluarte en su lucha contra el totalitarismo que nos oprime.

No me cabe la menor duda que su condición de sacerdote y por ende su obediencia debida a las órdenes emanadas del papa Francisco, limitan por mucho sus actuaciones. Me atrevo a decir que la gallardía con que el obispo Báez se expresa, ha logrado que otros sacerdotes sigan su ejemplo y hoy sean férreos defensores de los derechos humanos de sus feligreses. Para cuando este humilde reconocimiento a su persona sea publicado el obispo del pueblo ya estará en camino a su nueva residencia temporal en Roma. Pero su ejemplo, presencia espiritual, sus orientaciones y recomendaciones se quedarán entre nosotros y nos ayudarán a no sucumbir en la difícil lucha por el rescate de nuestros jóvenes que todavía padecen todo tipo de vejaciones en las ergástulas del régimen.

Pido a Dios que su ejemplo ilumine también a los miembros de la Alianza que nos representan en el diálogo y no acepten nada que no sea la restitución plena de nuestras libertades civiles y políticas, la excarcelación sin restricciones de nuestros presos políticos y el imprescindible adelanto de elecciones bajo nuevas reglas que nos permitan recuperar la facultad de elegir. Esa conciencia de lucha inclaudicable por nuestra libertad es el legado que nos deja el obispo del pueblo, monseñor Silvio Báez.

El autor es analista político.

Opinión dictadura en Nicaragua Roma Silvio Báez archivo
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