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En Letra Pequeña, Silvio Báez

El gatopardo de Ortega

El Plan B al que Ortega estaría dispuesto si falla el Plan A, sería uno al estilo gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”

Gatopardo

Si por Daniel Ortega fuera, solo hay dos soluciones posibles. El Plan A, el que quiere imponer, la solución que más le gusta, es volver a la Nicaragua de antes del 18 del abril de 2018. Esa donde él controlaba todo. Tenía a los empresarios de aliados y la comunidad internacional se hacía de la vista gorda con sus desmanes. El Plan B, si las cosas se ponen feas, si tuviese que ceder, a lo máximo que pretende llegar es a una solución gatopardista: “Cambiar todo para que no cambie nada”. Cualquier otra solución tendrá que arrancársele por la presión o la fuerza porque en sus cálculos nunca está perder la Nicaragua que se ganó en una revolución mal jugada.

Novela

El término “gatopardismo” lo introdujo en política la célebre novela Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que relata la estrategia del príncipe don Fabrizio Salina para conservar en 1860 los privilegios de su decadente clase social en un mundo que está cambiando vertiginosamente. Infiltra, cede, seduce, y lleva a todos a celebrar como nuevo lo que en realidad es más de lo mismo. De ahí sale la frase famosa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.”

Planes A y B

Para Ortega, dijimos, el gatopardismo es el Plan B. Él hubiese querido llegar al 2021 con Roberto Rivas y este mismo Consejo Supremo Electoral, anunciando su victoria en los números que de previo acordaran. Quisiera competir con esos mismos partidos que siempre lo dejan ganar, y por supuesto, sin observación de nadie. Pero si le tocara ceder, su Plan B, estaría dispuesto a cambiar alguno que otro magistrado, asumir libertades solo en el papel, aprobar la personería jurídica de algún partido que no represente competencia, liberar algunos presos políticos una vez que hayan escarmentado y se muestren arrepentidos, aguantar los reclamos de fraude por un par de semanas y dar por un hecho consumado su nueva reelección. Y otra vez decir: “Si quieren optar al poder, prepárense para el 2026 y ganen las elecciones. Querer que entregue el poder antes es golpe de Estado y es inconstitucional”.

Matadero

Otro gallo cantaría si en 2008, cuando se produjo el fraude más brutal y descarado en la historia de Nicaragua, la oposición se hubiese negado a seguir las reglas fraudulentas que impuso Ortega. Sería mucho más fácil establecer su ilegitimidad. Pero, ¿se acuerdan de lo que decían entonces? Que en política no se ceden los espacios. Que con los cargos que lograran en la Asamblea Nacional y las alcaldías iban a dar la pelea desde adentro. Y que para las próximas elecciones, si no había condiciones libres y transparentes, Ortega se iba a quedar eligiendo solo. Pero llegaban las elecciones, con las mismas condiciones que hacían imposible que Ortega perdiera aunque el cien por ciento de la población lo adversara, y ahí iban los mismos partidos caminando hacia el matadero.

Todo igual

De hecho, hasta marzo pasado los partidos estaban participando en las elecciones regionales con las reglas que decide Ortega, y por supuesto, con el resultado de siempre: el Consejo Supremo Electoral anunciado la aplastante victoria del Frente Sandinista y los partidos denunciado el (otro) fraude. El alegato es el mismo: tienen que hacerlo porque si no pierden su personería jurídica. ¡Y así cómo van a cambiar las cosas!

Venezuela

Si ahora mismo se puede desconocer la presidencia de Nicolás Maduro en Venezuela, es porque los partidos de oposición se negaron a participar en el juego fraudulento que solo puede tener un resultado: la victoria de quien tira los dados cargados. No es lo mismo dejar al tramposo que gane solo sus elecciones amañadas, que participar en el juego, a sabiendas del amaño, y salir quejándose del fraude. Y reclamando ilegitimidad. Eso nunca lo entendieron los partidos en Nicaragua.

Pista

Así, creo que la única forma para evitar que el gatopardo triunfe es negándose a caer en su juego. No dejarse seducir por las promesas. Ya sabemos que nunca se cumplen. Que hay otros escenarios más allá del Plan A y B de Ortega. Una pista. Si todos los cambios que se hagan ahora para salir de la crisis conducen al final a que Ortega conserve su poder político, económico y militar, estaríamos, como en la fiesta de don Fabrizio, celebrando como nuevo lo que en realidad es más de lo mismo. Gatopardo.

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