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Presidentes

Cómo evitar lo peor

Las sanciones personalizadas elevan el costo de pertenecer a los anillos más cercanos de influencia. Las generales amenazan la solvencia financiera del estado.

Lo peor que podría acontecerle a Nicaragua en el escenario político actual es el fracaso definitivo del diálogo. Entonces solo quedarían las alternativas que nadie quiere: hundirnos en una especie de venezuelización (miseria, emigración y represión sin fin), o guerra civil. ¿Qué pude hacerse, entonces, para evitar que dicho diálogo fracase? Dicho de otra forma: ¿Qué puede hacerse para que los Ortega Murillo, empecinados como están en preservar su poder a cualquier costo, acepten una apertura democrática que evite los desenlaces extremos? La verdad, alentadora, es que hay medios para lograrlo. La otra verdad, no tan halagüeña, es que requieren de mucho esfuerzo y voluntad de sacrificio.

Un medio eficaz son las sanciones. La prueba es que a Ortega le revuelven las vísceras; lo demostró en su discurso del martes pasado, cuando dirigió graves insultos a los “miserables” de la oposición, y no porque perjudiquen al pueblo nicaragüense —pues si así fuese hace rato las hubiese evitado democratizando al país—, sino porque lo perjudican a él y su familia. A los dictadores no les importa la miseria de sus pueblos, pero sí mantener contentos a los círculos de cuyo apoyo dependen. Las sanciones personalizadas elevan el costo de pertenecer a los anillos más cercanos de influencia. Las generales amenazan la solvencia financiera del estado. Para que tengan pronto el efecto deseado las sanciones deben apresurarse en elevar al máximo el costo de ser orteguista y ahogar seriamente las finanzas públicas.

Pero de por sí solas las sanciones, aunque potentes, no son suficientes. Para completar el cuadro se precisa la movilización permanente y decidida del pueblo. Esto requerirá de mucho espíritu de sacrificio y amor al país; estar dispuestos, por él, a incomodarse, a exponerse, a jugarse la fortuna, la libertad y hasta el físico. Si muchos ciudadanos, con decisión patriótica e inteligencia deciden hacerlo, la dictadura no podrá resistir mucho tiempo. Estas descansan en su capacidad de infundir miedo; por eso cuando los pueblos vencen al miedo, son los tiranos quienes tiemblan.

Las formas de lucha pueden ser muy variadas (léase de nuevo en línea y gratis a Gene Sharp “De la Dictadura a la Democracia”): lanzándose a la calle o cooperando con quienes lo hacen, cerrando en caso de paros sus negocios o no pagando impuestos, poniendo banderas nacionales en sus autos o sus casas, etc. Lo importante es estar dispuesto a la acción en los campos donde podamos aportar, pero sin excusas ni miedos disfrazados de prudencia. En última instancia será la valentía y voluntad de lucha cívica de los nicaragüenses el factor más determinante en evitar hundimos en la desesperanza o la violencia y conquistar una alborada de libertad.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

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