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Miseria humana y sanciones

Cuando un gobierno genera una crisis incipiente, en una democracia, cae de inmediato. Y la sociedad, sin pérdida de tiempo, busca cómo recuperarse con un rumbo distinto. Este cambio de gobierno da estabilidad política, no a la burocracia miserable, sino, a la sociedad. Nuestra dictadura retrógrada, de cuyo nombre no quiero acordarme, durante una crisis de gobernabilidad se resiste absurdamente a caer mientras precipita a la sociedad en el caos, y se hunde a sí misma en un pantano.

Las sanciones internacionales intentan persuadir a Ortega que se aparte para que el país pueda recuperarse, antes que la contradicción se agrave. Pero, Ortega, como decía don Quijote a Sancho, tiene el más corto entendimiento que tuvo escudero en el mundo. Para frenar esa decadencia social, por fortuna la sociedad responde con una revolución, con un cambio urgente de sistema.

Atrapado por la crisis que generó su violación insensata y cruel de los derechos humanos, Ortega cree que pueda frenar las sanciones internacionales negociando. Pero, no conoce más que arreglos amañados, con quienes esperan obtener privilegios a cambio de consolidar la dictadura. Su especialidad no es la estrategia, el análisis de opciones válidas en un árbol de toma de decisiones, sino, la sencilla compra de conciencias, a las buenas o a las malas. Por dos meses la Alianza Cívica se adaptó satisfactoriamente a las exigencias negociadoras de Ortega. Pero, pronto sufrió la presión popular por sus claudicaciones evidentes, y experimentó la posibilidad de fracturarse y de ser repudiada si no daba un viraje a su complacencia con el orteguismo. Así, muy a su pesar, tuvo que exigirle algún cumplimiento a Ortega para granjearse cierta credibilidad. Con ello, la irracionalidad saltó enfurecida. Ninguna estafa puede culminar calmadamente si a medio término se le pide al estafador que ponga sobre la mesa la ganancia prometida.

Para justificar su incumplimiento, Ortega culpa a la Alianza de comportarse como si la negociación se debiera a una efectiva debilidad del régimen, como si él debiera ceder algo por una situación estratégica adversa. La negociación, para Ortega, es solo una maniobra táctica, un acto de ilusión de quien ha aplastado a sangre y fuego la rebelión, por lo cual cree que pueda exigir, mediante un acto teatral, el regreso a la normalidad dictatorial.

Por ello, trasmutó la malograda negociación en una amenaza irracional. Sus dos últimos comunicados pretenden que el objetivo de la Alianza sea frenar las sanciones a Ortega. De lo contrario, les inculpará de terrorismo y de traición a la patria. Una pistola en la sien de la contraparte es su forma predilecta de negociación, una forma que, a la manera orteguista, le parece persuasiva. Nuevamente, Ortega demuestra que es solo un secuestrador, políticamente torpe.

El autor es ingeniero eléctrico.

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