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Gente de todo el mundo está tomando las calles en “marchas por la ciencia”, que defienden nada menos que el legado de la Ilustración. Pero esta todavía tiene que ser defendida en pleno siglo XXI, opina Fabian Schmidt.

¡Recuperemos la razón!

La "marcha por la ciencia" defiende el legado de la Ilustración, en duda en pleno siglo XXI, opina Fabian Schmidt

Parece paradójico que a estas alturas la gente tenga que salir a la calle para señalar cuán importante es la ciencia para todos. Pero tiene sentido, porque incluso 237 años después de que Immanuel Kant publicara su Crítica de la razón pura, la razón no está particularmente bien valorada en todas partes.

Contra el fanatismo incorregible por todos lados

El problema no es para nada exclusivo del Cercano y Extremo Oriente, donde los extremistas religiosos intentan importar valores medievales, incluida la esclavitud, a los Estados modernos.

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Incluso en Occidente, tres siglos después del Renacimiento, persisten los fanáticos incorregibles, que intentan mantener la teoría de la evolución fuera de los libros escolares de texto, porque para ellos solo es válida la historia de la creación del Antiguo Testamento.

Hay formas de irracionalidad moderna a cada paso: ya sea entre los antivacunas que se expanden por todo el globo, o entre los defensores a toda costa de la homeopatía y otros esoterismos irracionales. Una y otra vez, la investigación se ve presionada porque sus conclusiones no son políticamente oportunas, como en el caso del cambio climático.

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La hostilidad hacia la medicina, la química y la tecnología caen en terreno fértil, porque debemos admitir honestamente que la ciencia nunca podrá ofrecer respuestas definitivas. Semejante demanda es, en sí misma, anticientífica. La constante puesta en duda del conocimiento es parte de la propia naturaleza de la ciencia.

Deducir de esta necesaria debilidad de la ciencia, sin embargo, que uno debe buscar su salvación en respuestas simples, en visiones cerradas del mundo, sería una tontería. Porque sin la Ilustración, nuestro mundo ciertamente no sería mejor de lo que es.

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Y si escuchamos una y otra vez que la incertidumbre aumenta constantemente en estos días, tal vez deberíamos preguntarnos si esto es objetivamente cierto, o si solo nos estamos autopersuadiendo de ello.

Apreciemos los frutos de la Ilustración

En realidad, la proporción de personas que viven en la pobreza absoluta ha disminuido de casi un 95 por ciento a menos del 10 por ciento desde principios del siglo XIX. La prosperidad ha aumentado masivamente.

Al mismo tiempo, la población mundial ha crecido más de siete veces. La esperanza de vida se ha duplicado desde los alrededor de 40 años de vida de entonces a más de 80 en la actualidad.

La seguridad alimentaria, prosperidad y salud que podemos disfrutar hoy se la debemos principalmente a la ciencia. E incluso la paz en la que vive tanta gente actualmente es un fruto, no menos importante, de la Ilustración.

Debemos tratar con cuidado todos estos logros y no degradarlos en un cansancio decadente. En el espíritu de Kant: ¡Tengamos valor para servirnos de nuestras propias mentes!

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