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El tesoro ausente de la unidad

Produce deplorar —fuente de lágrimas en los ojos cívicos— que la fragmentada oposición en Nicaragua ofrezca a una dispersión que sugiere más la abstención que el acierto de elegir en la casilla única del renacimiento. Cuando se juntan las manos para depositar el voto en favor de esa aspiración, la unidad adquiere la preciosa dimensión de un tesoro. ¿Sueño o realidad? Cuál es el motivo que resta fortaleza a los partidos de oposición. Son muchos pero dentro de esa dimensión está la carencia de un acuerdo básico para la restauración.

Los partidos y su derivación minúscula solo buscan la conquista de una placentera digestión, teniendo al estómago como el eje principal. Tienen en la personalidad jurídica el sello de un negocio.

Uno de los obstáculos para llegar salvos a la meta tuvo una nefasta experiencia en la esfera liberal. Aquí un “botón de muestras”. Un cacique proclamó la unidad. Para cubrir las apariencias se puso como uno más en el altar de la consagración libertaria. Pero luego cambió. Quería a la unidad pero alrededor de su nombre. El desenlace produjo la división del liberalismo y la consumación pactista.

Las piedras, ese artefacto volandero desde antaño, adquirieron mayor solidez para destrozar reputaciones y fomentar el pecado universal de la envidia. El desenlace separó en vez de juntar. Cada lora al guanacaste de su “bla bla”. Los implícitos en la aventura metálica dejaron la cuna donde nacieron los principios para compartir sabrosos el menú del edil con plata. En la actualidad hay muestrarios vivientes desesperados por escupir en la mesa de las negociaciones donde ya rondan los piquetazos. Están listos para fumigar en el aire del oportunismo. Atentos a suplir ante cualquier desplome puesto en tenso peligro. Y por tener la licencia para comerciar —los sellos— son los adecuados para discutir el tema de las reformas electorales en vista de que la Alianza Cívica está representada por sectores y no por partidos.

Ninguno de los zancudos tiene credibilidad ante la opinión pública. Nadie cree en ellos salvo en la posibilidad de ser los artífices de la reincidencia pactista. Un espectáculo probable donde desde luego está ausente la imagen indispensable de la ética.

Mientras prevalezca el comportamiento anómalo, mientras los oponentes al criterio oficial sean “miserias humanas”, estará ausente el tesoro de la unidad. El sueño y la realidad alternarán en la visión mixta e inolvidable de Rubén, quien puso a Nicaragua en los extremos de ser pequeña y grande. Pequeña en la dimensión del tope geográfico, pero grande en el sueño con el renacimiento.
Sueño con la fértil renovación de sus valores, con la aspiración de llenar el cupo toral de su grandeza.

El autor es periodista.

Opinión Nicaragua unidad archivo
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