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Libertad de prensa y expresión

Estemos o no de acuerdo con contenidos, estilos u opiniones, la libertad de prensa y expresión debe ser defendida. Las discrepancias no se resuelven con intimidación o censura.

La libertad de prensa, además de informar, denunciar, investigar, dar voz a quienes no tienen y especialmente al no decirnos qué pensar sino promover pensamiento crítico, tiene el potencial de estimular en la sociedad valiosos debates y políticas públicas.

Nicaragua debe ser liberada de la dictadura sandinista Ortega-Murillo y mientras tanto ser denunciada, sin cansancio, por sus ilegalidades y múltiples crímenes. Estar en contra de los tiranos no convierte a medio, programa o periodista, en independiente. Para esto, se debe recorrer la otra mitad del camino. Es decir, tampoco ser voceros o promotores de personajes polémicos, agrupaciones políticas o agendas sectoriales.

Indiscutiblemente, la llama de la libertad arde en el corazón del periodismo opositor dentro y fuera del país, pero comparte espacio con el dolor, el duelo, el trauma, la frustración, la urgencia. Por eso —precisamente— y ante la notoria agitación de políticos, activistas y agendas sectoriales, es imprescindible la inequívoca independencia, fuente de credibilidad duradera.

En cuanto a la libertad de expresión en general, el régimen por su perversa naturaleza y desesperación la prohíbe y persigue con saña. De ahí que, cuando activistas que se dicen opositores sugieren autocensura a quienes repudian a Ortega-Murillo, pero piensan por cuenta propia y cuestionan decisiones de la Alianza Cívica, al neosandinismo u otras organizaciones, no envían buenas señales. Y además sus esfuerzos resultan infructuosos.

Si aún no se conoce la historia local, al menos vale recordar el efecto Streisand, sobre la demanda de la actriz Barbara Streisand para el retiro de publicación de fotografía en 2003 a una de sus residencias, que a pesar de ganar el juicio no detuvo, sino que propició, su masiva difusión. Pretender acallar denuncias u opiniones, provocan el efecto contrario. Para construir hoy la democracia de mañana, es esencial el sano debate que conduzca, entre otros asuntos, a identificar qué hace falta mejorar para generar esperanzas y unir efectivamente a la mayoría.

En 2007 Rosario Murillo ordenó divulgar información “no contaminada” por medios no oficialistas e ignoraron la Ley de Acceso a la Información Pública. Luego, los Ortega-Murillo intentaron fabricar un imaginario colectivo para controlar y dirigir la percepción ciudadana diseminando una narrativa fantasiosa, esquizofrénica. Sin embargo, la amplia mayoría de la población no cayó en la trampa. De la dictadura es de esperar que la libertad de expresión le sea lo que al diablo el agua bendita, pero no de quienes dicen luchar por una nueva Nicaragua.

El autor es periodista nicaragüense radicado en los Estados Unidos.

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