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María Adilia Peralta: “Los terroristas son ellos”

La prisionera política narra en esta entrevista cómo se metió a la lucha cívica, cómo fue detenida y los horrores que ha tenido que pasar por sacar una bandera azul y blanco a la calle. También habla de su esposo Christian Fajardo

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A María Adilia Peralta Cerrato la encontramos en su casa, en Masaya. Desde que salió de la cárcel, el pasado lunes 21 de mayo, Peralta lo único que ha hecho es recibir a familiares, amistades y periodistas, después de permanecer diez meses encarcelada por el régimen Ortega Murillo.

El 15 de diciembre de 2018, estando en la cárcel, Peralta, abogada de profesión, cumplió 31 años de edad. Su esposo, Christian Fajardo, aún continúa en prisión. Ambos fueron apresados por el Ejército el 22 de julio de 2018, en Peñas Blancas, cuando se disponían cruzar la frontera ilegalmente para asilarse en Costa Rica. El gobierno los acusó de terrorismo y otros delitos, alegando que ellos dirigieron tranques en Masaya, desde que el 19 de abril del año pasado iniciaron las protestas en ese departamento contra el régimen orteguista.

María Adilia Peralta Cerrato es una abogada que junto a su esposo Christian Fajardo fue encarcelada en julio de 2018 por el orteguismo, acusada de dirigir tranques en Masaya durante la rebelión cívica de abril 2018. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

En esta entrevista, Peralta explica cómo se involucró en la lucha cívica de abril de 2018 y detalles de su captura. En varias de sus respuestas tuvo que hacer pequeñas pausas, por la emoción al recordar a las personas fallecidas durante las protestas y también por lo que le ha tocado vivir solo por sacar una bandera azul y blanco o ponerse a bailar folclor en homenaje a las personas que han muerto asesinadas por el régimen. Las lágrimas rodaron en varias ocasiones.

La plática comenzó con Peralta recordando que se casó con Christian Fajardo apenas en octubre del 2017, seis meses antes de las protestas.

Casi que están recién casados.
Sí, pasamos más tiempo casados en la prisión que afuera. Teníamos como seis meses, pero como viajamos donde la familia (en Estados Unidos) casi no pasamos en la casa. Después regresamos a Nicaragua y bum cae lo de la lucha en abril. Como permanecíamos 24/7 en las calles, en Monimbó, entonces no…

No han tenido tiempo de ser matrimonio.
No. De la luna de miel nada.

¿Desde cuándo se conocen?
Desde que estoy chiquita, como es mi vecino. Lo conozco desde que tengo uso de razón, nos criamos acá. Era amiga de su hermanita pequeña, Daniela.

Se demoraron en casarse.
Sí. La gente nos hace bromas porque dicen que anduvimos por todos lados para caer en el mismo lugar. Pero bueno, así es.

¿Cuánto tiempo fueron novios?
No tuvimos mucho tiempo de noviazgo, como ya nos conocemos y él me contó una historia muy bonita, que pareciera cuento de hadas. Estaba enamorado de mí desde hace 16 años.

¿Usted no lo sabía?
No, yo no lo sabía. Yo conozco a Christian, es una buena persona, somos vecinos. Prácticamente era como de la familia porque él estaba solo con su hermanita ahí en la casa y nos ayudábamos en lo que podíamos porque acá eramos solo mi mamá y yo, solo mujeres, y necesitábamos del apoyo de otra persona y él siempre estaba a la disposición. Lo conozco y no necesitamos mucho tiempo para el noviazgo. Y él estaba tan contento de que por fin estaba conmigo, todo fue muy rápido.

Durante el tiempo que usted estuvo en prisión, ¿lo vio?
Tenía como ocho o nueve meses que no lo miraba. No teníamos contacto más que a la hora de ir a los juzgados.

¿Donde ni siquiera podían hablar?
No. Los custodios eran tan malvados que no me lo ponían a la par. Por lo menos, cuando lo tuve a la par, me estaba agarrando la mano y todo, pero no dejaban que nos tocáramos ni nada. Nos ponían a Chago, que es mi cuñado, en medio, y a él me lo ponían retirado. Cuando pedía receso el juez, el abogado pedía que si podíamos hablar cinco minutos y en ese momento teníamos algún contacto físico, nos abrazábamos, nos decíamos algunas cosas, pero era todo rápido. La última vez que lo vi fue en enero, que fue la última sesión. Lo volví a ver cuando llegó el Nuncio a La Esperanza y luego fue a la Modelo y al día siguiente a mi me llevan a la Modelo sin decirme para qué, y ahí fue cuando lo miré, que era sorpresa. Me dicen como que iba al médico. No sé si ustedes se dieron cuenta que estábamos en una huelga de hambre y casualmente el lunes que llega el Nuncio nosotros la cancelamos. Y el martes me llevan a la Modelo y yo estaba tan mal que pensé que me iban a poner suero y cuál es mi sorpresa que me llevan a la máxima y veo a Christian ahí.

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La llevaron para que se viera con él.
Sí, sin decirme sí.

¿Cómo se sintió en ese momento?
Super conmocionada. Tenía rato de no verlo y la verdad que uno estando en prisión no le dan chance a uno, yo no tenía conyugal con él, no tenía ni una llamada, no sabía nada de él. Él está en máxima, en un lugar que le llaman El Infiernillo, que es la peor máxima que hay ahí en la Modelo. Cuando iban a juicio las chavalas, se mandaban mensajes con los chavalos que también iban a juicio, pero él estaba tan retirado, tan aislado, que no sabía nada de él y tampoco el Sistema no nos otorgaba ningún beneficio, en absoluto, para comunicarnos.

¿Qué pasó cuando se miraron?
Nos abrazamos, lloramos como chiquillos. Él también vive sufriendo al no saber de mí. Los tenientes nos dejaron que nos desahogáramos y ya cuando nos soltamos e íbamos a hablar un teniente nos dice: entren (grita). Y entramos, porque ahí las conyugales de la máxima parecen calabozos, entramos, nos cierran la puerta y ya era la conyugal. Nosotros nos sentamos y yo toda mareada, porque me dejó bien mal esa huelga de hambre.

¿Cuántos días fueron?
Fueron como 17 días, por ahí. Comenzamos el miércoles, cuando comenzó el diálogo, y terminamos… fueron un poquito más de 15 días.


Nosotras pedimos desde la celda cuatro, todas las mujeres, pedimos un paro indefinido después de la muerte de Eddy Montes y de la golpiza de los chavalos. ¿Qué les cuesta (a los empresarios) ayudar a su pueblo que ya puso la sangre? Y que la sigue poniendo, porque sigue siendo masacrado el pueblo. Yo les pido a ellos un poquito más de presión”. María Adilia Peralta Cerrato, prisionera política.


Su mamá contó que los custodios se pusieron a hacer carne asada cuando ustedes estaban en huelga de hambre.

Siiiii. Ya teníamos varios días de estar en huelga y, un fin de semana, los custodios se pusieron a asar carne cerca de la celda y todo el humo del asado entró a la celda y eso fue terrible. Uno aguantándose el hambre, bebiendo solo agua, y con aquel olor a comida. ¡Pero no claudicamos en la protesta que nos teníamos! Nos llegaron a ofrecer así en las panas: ¿Van a comer? No, estamos en protesta, estamos en huelga de hambre. Volvieron a llegar: ¿Van a comer? Que no, por favor nos respetan que estamos en huelga de hambre. Nosotros solo mirábamos pasar los pollos, pero no les agarramos nada. Eso no fue todo. Al día siguiente, temprano, nos llevan, lo llevaban todo servido en bandejas, un cerdo con yuca y aquel olor del cerdo invadió la celda y para colmo yo estaba acostada y casi me muero con el olor a comida. Y Nelly Roque, de Matagalpa, se le acerca: Teniente, por favor, respétenos, estamos en huelga, estamos protestando. ¿Pero están seguras que no van a comer? Y nosotras: Nooooooooo. Y también que no le dijeron a nuestras familias nada. El día de paquetería, un martes, nuestras familias siempre nos mandaban comidita y nos llegó paquetería. Y ellas (custodios) nos llevaron los paquetes hasta las celdas, ellas los metieron y nosotras: No teniente, regreselos, estamos en huelga. Y ellas: ¿Cómo van a hacerle eso a sus familiares? Nos chantajearon, nos hicieron sentir mal porque nosotras decíamos, sí, tienen razón, la comida se pierde, otra gente con hambre. Y la paquetería ahí la dejaron. Y nosotras empezamos a tratar de comer ese martes. ¡Fue peor! Como no teníamos nada en el estómago desde hace días, nos fuimos en vómito. Fue un desastre. Ni modo, que se pierda la comida. Buscar cómo pasarla a otra celda pero no seguimos. El miércoles y los siguientes días continuamos con solo líquidos. El viernes nos llegó un suero. Aquí les mandan. Y sorprendidas nosotras. ¿Qué pasará? Eran nuestros familiares. Y nos dimos cuenta el lunes de la siguiente semana que tuvimos visita que ellos habían llegado, se dieron cuenta de la huelga de hambre y llegaron al Sistema, pero las tenientes les dijeron que era mentira, que no estábamos en huelga de hambre, pero ellos insistieron en que nos metieran ese suero. Yo, el viernes, ya estaba mal mal y ese suero medio me dio vida, me hidrató y el lunes de la visita yo estaba mal. Y ese mismo lunes fue que llegó el Nuncio.

¿Qué fue lo más difícil de estar en la prisión?
Estar lejos de mi familia, estar incomunicada, desinformada. Mi mamá tiene lupus, no saber de ella. Yo sé que ella, por su enfermedad, cuando se enferma de algo le da muy fuerte, y no saber de ella me trastornaba, me afectaba demasiado. Cada vez que venía la visita yo pensaba: ¿Será que va a venir? ¿Será que está bien? Hasta llega pensar ojalá que no le pase nada y yo pueda estar ahí, porque a Chente, de Masaya, que todavía está ahí, se le murió la mamá y él está todavía ahí de rehén y no tuvo la oportunidad de ver a su mamá y yo pensaba en eso, no quería que me pasara lo mismo. Eso fue lo más terrible de estar ahí privada de libertad, de rehén de este régimen. Estar incomunicada, no saber nada, porque esa era una de las represiones que tenía este sistema. Las mujeres del régimen común tienen derecho a llamadas. Las del régimen abierto llaman diario y las del régimen que están entrando tienen a veces hasta dos veces a la semana. Y a nosotros no nos dieran nunca, a mi en lo personal, jamás hice una llamada, jamás pude llamar a mi mamá para saber si estaba bien, jamás pude llamar a mis hermanas tampoco. Porque mis hermanas también fueron agredidas por este régimen. A mi hermana Mariela, cuando me detuvieron, al día siguiente la corrieron, la despidieron, el lunes a primera hora. Ella trabajaba en la embajada de Nicaragua (en Washington), tenía casi 20 años. El ejército me retiene el domingo y el lunes a primera hora la despiden a mi hermana. Eso es otro efecto de este régimen opresor.

¿Cómo describiría lo que siente un reo político en la prisión?
Terrible. Se siente una impotencia de no poder hacer algo

¿Entró en desesperación?
Sí, casualmente dos semanas antes de que me cambiaran las medidas cautelares, que le dije a Amaya, yo no sé qué sucede pero hoy más que nunca me siento mal, ustedes no tienen idea qué terrible y qué impotencia se siente, tener aquella sensación de ya no estar ahí, de salir y no poder salir, no poder hacer nada.

¿Le cuesta dormir?
Sí, tengo unas grandes ojeras, porque, inclusive en la cárcel, me costaba dormir, creo que es un trauma que tengo porque mi pueblo fue gravemente masacrado. Acá casi diario eran los ataques, hubo un momento, en todo el periodo de abril, mayo, junio, llegó un momento en el que diario eran dos personas muertas, a cada rato pasaban las madres pegando gritos por las calles, a cada rato esa lluvia de balas, porque andaban con armas de alto calibre, eran ráfagas, bombas. Llegué traumada al sistema.

María Adilia Peralta cuando fue detenida junto a su esposo Christian Fajardo. Ella salió de la cárcel el lunes pasado, 20 de mayo, pero él continúa en prisión, encerrado por el orteguismo. LA PRENSA/ ARCHIVO

¿Qué conversaba con las demás reas sobre cómo el pueblo está enfrentando a esta dictadura?
Cuando ingresé, y al tiempo que fueron ingresando más personas, porque cuando ingresé solo éramos nueve, luego cuando fueron ingresando más, Yaritza, Amaya, después las de Jinotega, Diriá, que éramos varias mujeres de distintas partes de Nicaragua, fue muy bonito porque como masaya solo sabía de las cosas que sucedían en Masaya, y como en Masaya fue tan duro, fue tan gravemente masacrada, no notaba como mucho chance saber de los otros pueblos que estaban al pie de la lucha, como León. Cuando llega Amaya fue bonito conversar con todas ellas porque ya me di cuenta de la lucha que se vivió en León, cómo comenzó todo, fue inclusive hasta maravilloso de ver, después de todos los testimonios, de todas partes, Matagalpa, León, Jinotepe y todos los lugares, fue algo tan bello saber y darme cuenta que toda Nicaragua se levantó al mismo tiempo y al mismo son. Y teníamos todos el mismo objetivo, porque ya estábamos cansados de este régimen opresor, ya estábamos cansados de este hombre genocida, ya estábamos cansados de tanta masacre, de tantas muertes, de tantas violaciones a los derechos humanos. Entonces fue bello estar ahí y escuchar los testimonios personalmente de las personas de distintas partes de Nicaragua. Y Masaya es grande, saber también lo que sucedió en los distintos puntos de Masaya también fue maravilloso. También fue triste saber que en otras partes también masacraron a los chavalos, que en otras partes también golpearon a nuestros ancianos. Alegre y triste a la vez, pero fue una experiencia enriquecedora.

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¿Cuál es el sentir de las personas que están encarceladas al saber que todavía continúa el orteguismo en el poder?
Como nosotros estábamos encarcelados y estábamos privados de información, y estábamos privados también de comunicación, solo mirábamos a nuestras familias cada 21 días, cada 21 días teníamos noticias de lo que estaba sucediendo. Y como uno está ahí en esas cuatro paredes encerrado, se siente una impotencia, mirábamos que todo estaba transcurriendo lento. Pero yo le decía a las muchachas, hay que tener paciencia, porque es compresible que nosotros estemos impacientes, porque estamos privados de nuestra libertad, pero hay que comprender al pueblo que allá afuera está siendo amenazado, que está siendo masacrado, que los chavalos se los están llevando, que la cacería de brujas continúa, que las desapariciones continúan, entonces hay que comprender al pueblo, hay que comprender también a los organismos internacionales porque, pues, tiene que haber una burocracia para que todo se dé con transparencia, entonces, hay que tener paciencia. Pero es desesperante. Hubo un momento, ya en diciembre, no sé si porque fue navidad, que ya estábamos decepcionados. Pero eso jamás nos hizo dejar la resistencia. Nunca claudicamos, jamás vendimos nuestros ideales, nuestros pensamientos, no hicimos pacto sucio, siempre estábamos nosotras firmes con nuestra lucha azul y blanco.

Retrocedamos un poco, ¿qué la hace involucrarse en esta resistencia?
Siempre he tenido ese humanismo en mi ser, siempre me ha gustado ayudar a las personas. Estudié la carrera de derecho y eso también lo hacer ser a uno humanista. Me encanta el derecho, me encanta respetar las leyes y todo eso me ha hecho estar, por así decirlo, trabajar desde la sociedad civil y luchar por mis derechos, luchar por los derechos de las demás personas. Siempre estaba protestando contra el régimen por todas las violaciones con las elecciones, las violaciones a nuestros queridos campesinos, sabíamos que los estaban masacrando pero nunca hicimos una lucha fuerte para darles apoyo sino hasta abril. Yo les decía a las personas: estos muertos es la suma de los muertos que lleva este régimen, porque nuestros campesinos han sido fuertemente masacrados. Con lo último que hizo este régimen, con lo del INSS, ya fue como el hasta aquí nomás. Y fui con mi esposo a la protesta del 19 (de abril), fui por los viejitos, fui por mi madre, porque ella es asegurada del INSS y ya es jubilada y le iba a causar un perjuicio en su jubilación. Así comenzó todo.

¿Los calificaban a usted y a su esposo como líderes de los autoconvocados en Masaya?
Un conjunto de personas, no solo mi esposo y yo, hicimos el Movimiento 19 de Abril, así se llamaba, un lunes 23 de abril, fue después de una marcha que se hizo en Masaya, porque ya el 23 de abril ya habían asesinado a los chavalos, ya el hijo del profesor, Álvaro Gómez, ya había sido asesinado por este genocida. Entonces el 23 se hizo una marcha en repudio de todo lo que estaba sucediendo y ese día hicimos el M19. Mi esposo y Yubrank eran los que estaban de voceros del movimiento, pero no éramos solo mi esposo y yo los líderes. Aquí no hay líderes, éramos todos.

Ahora el gobierno los señala de terroristas, ¿qué piensa de eso?
Cuando a nosotros nos llevan a los juzgados, que fue una semana después de estar en el Chipote, nos llevan a la primera audiencia, y comienzan a leernos la acusación y comienza la lista de lo que nos están acusando: terrorismo, financiamiento al terrorismo, obstrucción de las vías públicas y crimen organizado. Cuando a mi me dicen todos los delitos que nos están imputando, yo me impacto. Inclusive, para mi una definición de terrorista yo me cruzaba al otro lado del charco, allá el Medio Oriente, ¿de qué están hablando? ¿Por andar con mi bandera? Y es que desde que llegué al Chipote, con las entrevistas que me hicieron, los oficiales me gritaban terrorista, yo no sabía que eso lo iban a poner en la acusación ya formal, pero la oficial me decía: terrorista, terrorista, si sos una gran terrorista. Yo le decía: ¿Usted sabe lo que es la definición de terrorista? Claro que sí, no te las estés lanzando de la inteligente, sos una terrorista, me dice, vos y tu esposo, ya me decían que nosotros éramos líderes, que hicimos más de 500 tranques y que éramos terroristas. Sí, nos quemaste al policía, me dice. Y yo me quedo, ¿pero cómo me va a decir eso? Usted no me puede estar diciendo que yo quemé, sin pruebas, le digo, es una locura lo que usted me está diciendo. No te me hagas la pendeja, me dice, y golpeaba la mesa y bueno. También me mintió, me dijo: Tu esposo ya confesó, ya nos dijo de que vos te encargabas de la logística de los tranques. Y yo: Tráigamelo y que me lo diga en mi cara.

¿Pensó que era verdad, que su esposo dijo eso?
Jamás ni nunca.

¿Cómo fue cuando usted tiene que irse?
Fue una experiencia aterradora. Si los terroristas son ellos. Fue una experiencia super aterradora, ese 17, desde la madrugada comenzaron a atacar y lo que hicieron fue un anillo, rodearon todo Monimbó y comenzaron con armas de alto calibre a atacar. Cerraron y cerraron. Mi esposo grabó unos audios y los mandó: Son las 7:00, sigue Monimbó bajo ataque. Pidiendo también apoyo para Monimbó, porque eso parecía guerra, yo pensé que no íbamos a salir ese día de ahí. Las balas entraban como lluvia por los tejados y quebraban las tejas. Las armas que se escuchaban eran superpotentes. Ese día mi esposo tuvo que huir, ya no supe de él, hasta el 18 nos volvimos a encontrar. Se refugió, como las casas en Monimbó son largas y grandes, los patios se unen, logró cruzar a otro patio. Lo bueno fue que esa casa lo refugió y hasta el día siguiente nos logramos unir. Ese mismo 18 nos logran sacar, escondidos, y con miedo de que si nos agarraban, ¿qué nos iban a hacer? Nosotros pensábamos siempre lo peor, si no nos torturaban nos mataban. Logramos salir el 18, nos refugiamos en la casa de un familiar y el 22 salimos para la frontera.

¿Por qué pensaron que podrían salir de Nicaragua sin ser detectados?
Estuvimos contactando a unos chavalos y nos dimos cuenta que había gente que había logrado salir. Todavía las fronteras no las tenían tan vigiladas. Pensamos nosotros que teníamos posibilidades de cruzar la frontera y llegar a Costa Rica para seguir nuestra lucha.

¿En qué iban?
Vehículo, camión, vehículo otra vez. Antes de movernos hablamos con personas para tratar de que nos trasladaran, porque no podíamos exponernos a ir así y que nos reconocieran. Llegamos a Peñas Blancas, al punto ciego. Allí estaban pasando muchos nicaragüenses. Viejitos, jóvenes, gente adulta, pero ya…

¿Qué pasó?
La persona que nos llevaba nos pidió los documentos. Nosotros le dijimos a ella que no, porque si vamos tratando de salir ocultos no era recomendable. Tranquilos, no pasa nada, nos dijo. Y estábamos en medio de la nada, no podíamos regresar porque ya no estaba quien nos había trasladado y no podíamos quedarnos ahí tampoco. Ni modo, teniendo la confianza de que no nos iba a pasar nada, y como iban más nicaragüenses, pensábamos que todo iba a estar bien, pero no. Le dieron nuestros documentos al hombre de ejército que estaba ahí, él solo agarró la cédula de Christian, se sacó un papelito, comparó los nombres, era una lista, no solo estaba su nombre. Le dijo al otro militar que estaba ahí, le hizo una seña, el militar sacó un celular, hizo una llamada, volteó a ver al del papelito y le dijo: Llevatelos. Cuando dicen llevatelos a mi se me va el alma del cuerpo, porque nosotros, ¿por qué nos va a retener el ejército? Yo lo primero que pensé es nos van a matar, nos van a fusilar, y en ese momento caminen, y Christian quiso hablar con él, es que mire, ¡no! Caminá. Yo no hago trato con tranqueros, así le dijo. Cuando él dice él le dice tranqueros, ahí sí. Yo ni podía llorar. Tenía hasta miedo de llorar, porque dije, si lloro no vaya a ser y me torturan. Entonces, me volteo con todo el miedo y le digo: Mire, ¿puedo llorar? Y él me queda viendo con esa cara de piedra que tiene el del ejército: Sí, me dice. Y me volteo y comienzo a llorar. Ni llorar quería sin pedir permiso porque pensé que me iban a pegar. Ya nos retuvo la gente del ejército, por horas estuvimos.

¿Qué significó para ustedes que el ejército los capturara?
Fue un golpe. Primero, yo sé que el ejército no tiene la facultad ni la potestad de retener personas, ellos están para defender la soberanía del país, esas facultades le corresponden a la Policía, siempre y cuando tengan una orden y un sinnúmero de cosas que tienen que cumplir, no así como han hecho, que es una cacería de brujas. Sentí un golpe enorme, una decepción, muy grande, muy fuerte, y un miedo.

¿Y su esposo?
Mi esposo también. Se tuvo que tomar una pastilla porque él tiene el corazón muy grande, fue deportista profesional su corazón es más grande de lo normal, entonces él tiene que tomar unos medicamentos. Se comenzó a tomar la pastilla porque estaba con las palpitaciones, estaba alterado y él solo me abrazaba. Yo le preguntaba a él, imagínese, como estaba de aterrada, que nos tenía el ejército ahí con sus armas, de que yo le preguntaba a él, porque mi esposo hace muchos años recibió unas heridas de bala, y yo le decía: ¿Christian, cómo se sienten los disparos? Decime, ¿cómo se siente? Tranquila amor, solo vas a sentir caliente y después vas a sentir sueño, tranquila, me dice.

Hablando sobre las personas que todavía están encarceladas, ¿qué puede decir en nombre de ellas?
Quiero decirle al pueblo que siga al pie de la lucha, que no claudiquemos, que sigamos empoderados con nuestros pensamientos, con nuestros ideales azul y blanco. Quiero decirle al pueblo también que somos nosotros, ahora yo, que aunque esté aquí afuera yo hago mi resistencia, hablando, pero que somos nosotros los que tenemos que hablar, somos nosotros los que tenemos que luchar, porque ya los chavalos están privados de su libertad y con eso ya es suficiente, ya las mujeres están encerradas ahí y con eso ya es suficiente resistencia.

¿Qué le diría a los empresarios?
Que sean más beligerantes, que apoyen a su pueblo, que estén conscientes de que su pueblo los tiene donde están. Que el pueblo ha dado la sangre. ¿Qué les cuesta a ellos dar un poquito?, no de su sangre, porque ellos no han puesto sangre, ellos no han puesto amistades, familiares, que yo sepa o me dé cuenta, no tienen a nadie privado de libertad, somos nosotros que hemos perdido a nuestras amistades, hemos visto sangre y hemos visto el terror de frente y en vivo. ¿Qué les cuesta hacer un poquito más de presión? Nosotras pedimos desde la celda cuatro, todas las mujeres, pedimos un paro indefinido después de la muerte de Eddy Montes y de la golpiza de los chavalos. ¿Qué les cuesta ayudar a su pueblo que ya puso la sangre? Y que la sigue poniendo, porque sigue siendo masacrado el pueblo. Yo les pido a ellos un poquito más de presión.

¿Qué le provocan Rosario Murillo y Daniel Ortega?
Repudio… Y dolor de ver cómo dos personas son capaces de hacer tanta maldad y de provocar tanta muerte. Y una mujer, como Rosario, que se preste a hacer tanto daño hasta a su propia familia, es terrible. Provoca mucho dolor.

La madre de María Adilia Peralta, Mariela Cerrato, sufre de lupus y ella sufrió mucho por su progenitora cuando estuvo en prisión. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Plano personal de María Adilia Peralta Cerrato

Nacida el 15 de diciembre de 1987, María Adilia Peralta Cerrato está feliz de estar junto a su progenitora, Mariela Cerrato, originaria de Masaya y quien sufre de lupus. Mientras estuvo encarcelada, Peralta sufrió bastante por no saber cómo se encontraba su madre.

El padre, Silvio Peralta Arias, es de El Viejo, Chinandega.

Como toda buena masaya, a Peralta le encanta el folclor y recuerda como desde los seis años de edad hacía gastar a su mamá en trajes para bailar de casa en casa durante las fiestas de San Jerónimo, una tradición en esa ciudad. A ella también le gustan el Torovenado y los Ahuizotes.

Peralta y su mamá son católicas y la casa está decorada con un altar a la Virgen María, especialmente La Guadalupana. Peralta estudió en colegio de monjas.

Los pasatiempos de Peralta son viajar, leer y conversar, aunque a sus excompañeras de celda les prometió que se iba a encerrar una semana viendo Netflix, algo que no hará ahorita porque prefiere concentrarse en elevar su voz por las personas que Daniel Ortega aún tiene encarceladas.

Asegura no ser exigente con la comida y el salmón es su platillo favorito. “Aunque con un vaho estoy bien”, le dijo a unos amigos que en estos días querían invitarla a comer.

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