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Poeta Gioconda Belli. LA PRENSA/Archivo/Uriel Molina

Tres poemas de Gioconda Belli dedicados a “las madres dolorosas, las combativas madres de abril y sus hijos asesinados”

"El día de la madre ha quedado inextricablemente ligado ahora en Nicaragua, a la matanza de dieciocho personas durante la marcha del año pasado", dice en parte el mensaje que la poeta comparte

La poeta nicaragüense Gioconda Belli, comparte tres de sus poemas dedicados a las madres del mundo, en especial a las madres nicaragüenses en su Día, el próximo 30 de mayo: La madre (1978), La madre de mis hijas, y Sobre la tumba de mi  madre,escritos en años recientes.

Poemas intensos, emotivos y íntimos recuerdan el rostro de “las madres dolorosas”, las “combativas madres de abril”, la  esencia de la maternidad como “experiencia global”.

Su tercer poema es a la memoria de las madres “idas de vuelta a la tierra /cargando sus interrogantes y las nuestras…”,  escribe la poeta sobre el amor, dolor, luto y misterio de ser madres.

Belli además compartió su mensaje:

“El día de la madre ha quedado inextricablemente ligado ahora en Nicaragua, a la matanza de dieciocho personas durante la marcha del año pasado. El 2018 fue el año de las madres dolorosas, de las combativas madres de abril y sus hijos asesinados.

Lea: Poemas insurrectos de Gioconda Belli

En 2019 las mujeres-madres siguen sufriendo por sus hijos e hijas prisioneros o secuestrados. Ser madre no es una profesión; es un oficio de amor.

Las madres somos, en primer lugar, mujeres, y como tales, acogemos la maternidad dedicándole muchas horas, mucho trabajo. Los hijos son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, literalmente.

Por eso la muerte de un hijo se lleva también una parte nuestra y el asesinato de un hijo en plena juventud significa una pérdida inconmensurable. No tiene medida pensar en esa vida que no dio de sí cuanto podía dar.

No se puede reponer el vacío, ni consolar el dolor. Estos poemas sobre la maternidad quieren hablar de la experiencia global que significa ser madre.

El primero, escrito en 1978, vuelve a ser actual porque la dictadura que creímos derrotada, se ha reencarnado en otro tirano,que nos ha hecho regresar al tiempo de los héroes y también al tiempo de los mártires.

Pero ni las madres, ni los padres de nuestros muertos están solos. Los acompaña un pueblo que no cejará en la búsqueda de justicia y libertad que de sentido al sacrificio de sus hijos”.

Lea también: Dos poemas de Gioconda Belli: La verdad encarcelada y Poesía en tiempos de crueldad

Poeta Gioconda Belli. LA PRENSA/Archivo/Jader Flores

La madre

La madre
se ha cambiado de ropa.
La falda se ha convertido en pantalón,
los zapatos en botas,
la cartera en mochila.
No canta ya canciones de cuna,
canta canciones de protesta.
Va despeinada y llorando
un amor que la envuelve y sobrecoge.
No quiere ya sólo a sus hijos,
ni se da sólo a sus hijos.
Lleva prendidas en los pechos
miles de bocas hambrientas.
Es madre de niños rotos
de muchachitos que juegan trompo en aceras polvosas
Se ha parido ella misma
sintiéndose –a ratos–
incapaz de soportar tanto amor sobre los hombros,
pensando en el fruto de su carne
–lejano y solo–
llamándola en la noche sin respuesta,
mientras ella responde a otros gritos,
a muchos gritos,
pero siempre pensando en el grito solo de su carne
que es un grito más en ese griterío de pueblo que
la llama
y le arranca hasta sus propios hijos
de los brazos.

(Del libro “Línea de fuego”, 1978)


La madre de mis hijas

La madre de mis hijas,
la del pelo de leona
una mujer niña
que padeció largos dolores de crecimiento
que, a la par de ellas,
–no antes–
conoció la poesía, el desafío,
el olor a aceite del fusil
la textura irregular
de las granadas de fragmentación.

La madre de mis hijas
tan preocupada siempre
por ser feliz,
por no dejarse escatimar el día;
la que les pintó las cunas y el cuarto
con colores sicodélicos
–la cuna de Melissa, la cama de Maryam
naranja brillante–
ella que descubrió la piel escurridiza del tiempo
la infidelidad, el escondite.
Y que les lloraba en el pecho
–hija de las hijas–
ensimismada en sus cosas
llevándolas de un lado al otro
como paquetes
apurada y sin tiempo
para detenerse y jugar.

La madre de mis hijas
huyendo de ellas
por no saber cómo hacer las paces con ellas
cómo evitar la quieta censura
el reclamo en los ojos;
la que les escribió poemas de amor
para los días cuando la entendieran,
cuando el resentimiento
no les hiciera mella.

La madre de mis hijas
empecinada en vivir una vida
que valiera la pena
para que ellas al menos dijeran
“Esto, aquello, permanece.
No en vano la extrañamos.”

La madre de mis hijas
contempla la sólida nobleza de la mayor,
la tenaz perseverancia de la segunda
la rebelde independencia de la tercera.
Ve tres mujeres florecidas
en ruta cierta al esplendor .
Ve a las que son madres
entregarse rotundas al oficio de los hijos
y piensa
que entre todo lo que hizo mal
o dejó de hacer
algo haría bien,
algo.

 


 

 Sobre la tumba de mi  madre

Qué amiga es aquella
que una tarde de Agosto
te acompaña a la tumba de tu madre,
te escucha hablar del complicado amor
que sentiste por ella
y en un gesto
que cuantos la queremos sabemos le pertenece
se instala como si en una poltrona
sobre la lápida
cruza las piernas
saca un cigarrillo de la cartera
te invita a fumar otro
y a conversar
sobre esto de ser mujer
y sobre esas otras mujeres
las madres que nos parieron
y que idas de vuelta a la tierra
cargando sus interrogantes y las nuestras
siguen estando.
Nos preguntamos
por qué extraña aleación química
o larga sucesión de entendidos y desentendidos
dieron a luz
amigas como nosotras
que nos sentamos a fumar sobre sus tumbas
sin ceremonia
pero con el mejor amor
de hijas cómplices
e irredentas.

Cultura Gioconda Belli madre poemas archivo

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