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El dolor de las madres es de todos

Me pregunto por qué hasta el 18 de junio van a liberar a todos los presos políticos y no ayer, hoy o mañana, un día tan oportuno como el de las Madres. Imposible tener respuesta de la pareja gobernante aislada en la soledad de un poder brutalmente represivo “jamás visto en décadas”, como dijo el GIEI.

Se comprometieron, pero no lo hacen porque están esperando las sanciones internacionales y el efecto de estas en la correlación de fuerzas dentro del Estado-partido y las fuerzas armadas que los sostienen. Mientras tanto, los presos y la suspensión de las garantías seguirán siendo “rehenes” para no abordar temas que ponen en juego el poder absoluto: elecciones libres, reformas al Estado y una transición democrática en libertad.

Su proyecto es salir del poder, como sus mentores Fidel Castro y Hugo Chávez, de la cama al cementerio. Sin embargo, sus pretensiones se agotan cada día con la presión unida de la resistencia pacífica, el cerco internacional y un país cayendo económicamente en partes. A esto se suma una Nicaragua herida, que siente propio el dolor de más de 300 madres que mañana y nunca podrán recibir el beso de esos hijos asesinados por el gobierno.

Igual sentimos el sufrimiento de otro centenar de mujeres-madres que esperan la liberación de sus hijos encarcelados en condiciones “que no son ni para criar cerdos”, dijo el parlamentario europeo. Un hijo preso y torturado es una tortura extensiva a la mujer que lo trajo al mundo, la madre, quien es el tejido más resistente y vital de la célula familiar.

Como dice en su testimonio la progenitora de Marcos Novoa: “Cada vez que veo a los presos políticos, sufro como que fueran mis hijos y sé que el acompañamiento para la recuperación es duro. Si una semana les bastó para desbaratar la vida de mi hijo, ¿cuánto tiempo necesitarán para recuperarse todos los presos y presas que han pasado mucho más tiempo encarcelados, torturados, violados?”

Sentadas en la calle a las puertas de La Modelo, la Esperanza o el Chipote, para saber de sus hijos, las madres son la primera defensa y el mejor apoyo de nuestros presos; mayoritariamente jóvenes, símbolos heroicos de la resistencia pacífica. Me recuerdan, la dignidad de la mía, Violeta Chamorro y mi abuela Margarita a quienes mi padre encarcelado describe: “Habían dejado el dolor lejos, en el altar de la Virgen de la casa, lleno de veladoras y llegaban allí desafiando todo para ver de cerca la injusticia y conocer otra vez la verdad, que ya sabían. Mi madre no lloró y mi esposa tampoco”.

Las sanciones de la comunidad internacional que Ortega espera para calcular sus siguientes pasos y decidir la suerte de sus “prisioneros de guerra”, nunca va a ser exitosa sin un acompañamiento nacional en el que las Madres de Abril y las de los presos sean parte importante de esa fuerza que merece justicia y atención a su sentido práctico. Paralelamente, ser escuchadas en un proceso de democratización que signifique futuro para sus hijos y espacio para que la mujer madre hoy y siempre, participe en los planes de desarrollo.

En el Día de las Madres afirmemos nuestra solidaridad con las de Abril, con quienes este año hemos llorado a sus hijos y las de los presos exigiendo libertad inmediata. Como dice monseñor Álvarez ellas son: “La madre de la casa, se planta y exige por sus hijos, por su hija y llena de amor hasta el final, sin componendas, evitando barreras, con lealtad incompatible. No tiene miedo. Ama y basta”.

La autora es periodista.

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