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En Letra Pequeña, Silvio Báez

¡De los montajes, líbranos Señor!

¿Cómo creerles a los reyes de los montajes? Lo que diga Ortega y su gente no vale, por aquello de que que “en la boca del mentiroso hasta la verdad se hace dudosa".

Montajes

En esto de montajes hay una larga escuela sandinista. En octubre del 1984, todos los televisores de Nicaragua transmitieron un video de la Seguridad del Estado sandinista que mostraba al padre Amado Peña (Q.E.P.D.) conspirando contra la revolución. No solo eso. Manipulaba supuestos explosivos y armas de guerra y amenazaba a los comandantes. Viendo el video uno hasta podía pensar que era un comando SEAL disfrazado de sacerdote. Peña se recluyó en el seminario y ahí permaneció so pena de prisión. Años después, cuando muchos sacaban pecho de lo contra que fueron para derrotar al sandinismo, el sacerdote más bien diría lo que todos sospechamos: “Fue un montaje que me hicieron. Nunca conocí a un contra”.

Bismarck Carballo

Un mal día de agosto de 1982, monseñor Bismarck Carballo fue invitado a almorzar a la casa de Maritza Castillo, una feligresa. Castillo en realidad era miembro de la Seguridad de Estado (por cierto ahora anda muy activa defendiendo al régimen de Ortega). Justo cuando Carballo entró a la casa de Castillo, llegó otro miembro de la Seguridad de Estado que se hizo pasar por el esposo ofendido. Disparó, desnudó al sacerdote y le dio una golpiza de padre y señor mío. Luego lo echó, así desnudo y sangrante, a la calle por donde, de casualidad, estaban los medios sandinistas para filmarlo. La noticia oficial fue: “Marido celoso apalea a sacerdote amante de su esposa”. Años más tarde Lenín Cerna y Daniel Ortega le pidieron perdón a Carballo por este otro de sus montajes.

Juan Santamaría

El 11 de abril de 1981 Daniel Ortega llegó a la frontera con Costa Rica a entregar una urna con los restos de quien se supone era Juan Santamaría, el gran héroe costarricense caído en la batalla de Rivas, contra William Walker, en abril de 1856. El gobierno sandinista, con aires de todo-lo-puedo los había encontrado 125 años después. Se los estaba entregando al entonces presidente costarricense Rodrigo Carazo Odio. Un mes después, sin embargo, un equipo de antropólogos y médicos determinó que las osamentas que Ortega entregó eran “un surtido de fémures de vaca y mandíbulas de mono”. Costa Rica regresó los huesos y aquí, donde nunca se bajan de una mentira, los enterraron con solemnidad.

Jorge Salazar

El 17 de noviembre de 1980, el empresario Jorge Salazar llegó a la estación gasolinera Esso “Las Conchitas” de El Crucero, Managua, citado por un señor llamado Néstor Moncada Lau. Salazar estacionó su jeep Cherokee y alguien se le acercó y le disparó a quemarropa. Otro sujeto tiró un alijo de armas cortas al asiento trasero del jeep. Esa noche Tomás Borge leyó un comunicado donde se informaba que Salazar participaba en un complot contrarrevolucionario. Murió, dijo, “al enfrentar fuerzas de la Seguridad del Estado”. El comunicado también daba cuenta de la captura de otros compinches, entre ellos Mocada Lau. Ve que casualidad otra vez, Moncada Lau pasó un poco tiempo en la cárcel, luego fue enviado a Cuba y es desde hace mucho uno de los personajes más cercanos a Daniel Ortega. “La política de la verdad, es la política de la revolución”, decía al final el comunicado que leyó Borge ese día.

Tünnermann

Ahora resulta que encontraron armas de guerra en el negocio de venta de azúcar de un hijo del doctor Carlos Tünnermann, de credenciales de honorabilidad reconocidas por moros y cristianos. ¿Cómo creerles a los reyes de los montajes? Alejandro Tünnermann puede ser en realidad un súper agente de la CIA encubierto como un humilde comerciante del Mercado Oriental. ¡Que sabemos! O podría tratarse del mismísimo Rambo nicaraguanizado. U otro Avenger que vino a Managua a luchar contra lo que se haya convertido este gobierno. Pero si lo dice Ortega y su gente tenemos la obligación de darlo por falso. Lo que diga Ortega, su Policía, su Asamblea, su Fiscalía, sus tribunales o su Comisión de la Verdad, no vale por aquello de que “en la boca del mentiroso hasta la verdad se hace dudosa”. Necesitamos terceros, expertos, independientes y extranjeros, que aclaren los crímenes y montajes para llegar a la verdad.

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