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Eddy Montes, Nicaragua, presos políticos

Eddy Montes Praslin el día que se graduó como abogado, en Matagalpa. “Él estaba feliz”, recuerda su hija Eddy Jafet Montes. LA PRENSA/ Cortesía

Esta es la historia de Eddy Montes Praslin, el “pastor” ajedrecista de La Modelo

El hombre al que los demás presos políticos llamaban “pastor” y “papá” se acababa de graduar de abogado. Era amable, hacía amigos con gran facilidad y nunca dejó de pensar que iba a salir de la cárcel

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Cinco minutos antes de que lo mataran, Eddy Montes estaba jugando ajedrez con su contrincante de siempre, Alejandro Guido. No hay demasiadas cosas que hacer cuando se está en prisión y ambos habían adquirido el hábito de jugar todas las tardes, después de almorzar. La partida estaba reñida y bromeaban sobre las nuevas movidas de Alejandro, cuando sonaron los primeros tiros en el penal de La Modelo.

—¿Oyó? ¿Oyó? —exclamó Eddy.
—Esos jodidos (los guardias del penal) siempre tiran balazos —respondió Alejandro.
—Pero no deberían hacerlo. Eso no puede ser, es contra la ley, son unos asesinos.
—Deje a los (presos) jóvenes en eso, déjelos tranquilos. Eso ya se va a terminar.
—No, no puede ser, si tiran balazos es porque quieren herir a alguien —protestó Eddy.

Alejandro se dejó “comer” un caballo con la esperanza de que su amigo quisiera terminar la partida y no se fuera a asomar al sitio de donde provenía la bulla; pero no lo pudo evitar. “Era muy difícil detenerlo porque era hiperactivo. Si miraba que los presos jóvenes estaban haciendo algo, llegaba a apoyar, por eso se ganó el cariño de todos. Y si alguien necesitaba algo, él se acercaba a los portones y lo pedía (a los custodios)”, recuerda Alejandro Guido, excarcelado hace un par de semanas.

—Señor Guido, guarde el tablero —dijo Eddy, antes de irse al portón este—. Vamos a seguir más tarde, hay que ver qué está pasando ahí. Y ya me voy porque me necesitan al otro lado.

“Esas fueron sus últimas palabras conmigo”, relata Alejandro. Él se quedó sentado en la acera de la galera y cinco minutos más tarde vio pasar a seis muchachos que llevaban en brazos a su amigo. Eddy Montes estaba pálido y tenía los ojos cerrados. No se quejaba.

“¡Se nos fue don Eddy!”, pensó Alejandro. Y no lo quiso ir a ver cuando los jóvenes presos políticos depositaron su cuerpo cerca del portón sur para pedir que le dieran atención médica. “No fui porque yo sabía que iba muy grave”, explica. Además, las cosas estaban a punto de ponerse más violentas en La Modelo.

Eddy Jafet con su padre, Eddy Montes. Una de las últimas veces que se vieron. LA PRENSA/ Cortesía

Aquellos primeros años

Eddy Montes Praslin nació en La Dalia, Matagalpa, hace 57 años. Sus papás, Oscar Montes y Mirna Praslin, vivían trabajando en el campo, donde tenían café y ganado, en tiempos en que todos los caminos se recorrían a lomo de mula, cuenta su primo Marvin Montes, de 64 años.

“La familia ha tenido una propiedad en el municipio de La Dalia. Nos traían para acá a Matagalpa, nacíamos aquí y nos volvían a meter al monte. El papá de él compró una propiedad en Bocaycito, en el departamento de Jinotega, entonces Eddy se fue para Bocaycito, de unos dos años de edad, y salió a Matagalpa ya cuando tenía que estudiar”, recuerda. “Lo sacaron ya grande, como de 6 o 7 años, y cuando miró los primeros vehículos salió en carrera a esconderse al último rincón de la casa de mi abuela”.

“Tenía miedo de los carros y se escondía cuando miraba uno y lloraba”, dice Eddy Jafet Montes, de 31 años, la mayor de los cuatro hijos (dos mujeres y dos varones) de Eddy Montes. Es una muchacha de piel blanca, ojos cafés y pelo rizado, como su padre “la pidió”, porque cuando sus hijos estaban por nacer, Eddy escribía una lista con las características que deseaba que tuvieran y se la encomendaba a Dios. Desde siempre fue una persona creyente, dicen los que lo conocieron.

Tras salir de la finca de sus padres, empezó a estudiar con Marvin en el colegio católico San Luis y dio su primera comunión ahí en la ciudad de Matagalpa. “Estudió en colegio católico, después era evangélico y al final le hicimos misa”, bromea su primo, y agrega con tono serio: “Le hicimos misa porque la de Eddy no es una muerte de la familia, es una muerte del pueblo. No quisimos armar nada con los evangélicos porque la verdad a los que les ha costado esta cuestión es a los curas y como de todas formas uno lo que busca es a Cristo, no creo que hayamos pecado tanto”.

Marvin se crió con Eddy en casa de su abuela paterna hasta que la familia Montes Praslín se mudó a California, Estados Unidos. Eddy tenía 13 años cuando se fue y años más tarde regresó a Nicaragua para estudiar Medicina.
“Estaba comenzando su segundo año, pero no pudo terminar porque la guerra sandinista comenzó a forzar a los jóvenes a entrar al Servicio Militar. Mi papá se casó con mi mamá y se fueron a vivir a Costa Rica. Nací yo en 1987, como al año él nos llevó a vivir a Estados Unidos y comenzamos una vida allá”, relata Eddy Jafet. En Estados Unidos su padre entró a la Marina y ahí estuvo “dos o tres años. Quería seguir estudiando Medicina, pero en la Navy se dio cuenta de que le gustaba pero no para una carrera”.

Aún joven, Eddy Montes Praslin con su hija Eddy Jafet. LA PRENSA/ CORTESÍA

Entonces decidió dedicarse a la industria de bienes raíces para poder mantener a su familia y en 2006 compró tierras en Matagalpa, “ya con ganas de retirarse”, asegura Marvin.

Fue por una de esas propiedades que inició el conflicto por el que —según su familia—, fue llamado con mentiras a la estación de la Policía en Matagalpa. Un domingo de octubre de 2018, el último día que su familia lo vio libre.

El problema inició casi junto con las protestas ciudadanas que estallaron en abril de 2018, recuerdan sus parientes. Eddy Montes tenía una propiedad que es codiciada porque “pega con los barrios de Matagalpa y tiene un relieve bonito como para construir un barrio. No es una propiedad muy quebrada”, cuenta Marvin Montes. “Eddy la compró con esa idea. Soñaba con meterle calles, vender lotes y cosas así, porque está a la orillita de Matagalpa. Pero se le metió una gente y cuando llegó a poner la denuncia a la Policía dejó su número de teléfono. Así lo llamaron un domingo y le dijeron que llegara. Para eso era, para detenerlo”.

“Él había regalado unos terrenitos para que unas personas hicieran sus casas, pero después los tomatierras sandinistas se metieron a sus tierras, sacaron a la gente a las que él le había regalado terreno y se apoderaron de todo. Cuando él llegó a preguntar qué pasaba, lo atacaron, lo golpearon y se fue a poner la denuncia. Ya habían iniciado las protestas y se aprovecharon de la crisis para tomarse sus tierras”, agrega Francisco Montes, también primo de Eddy.

Durante al menos tres días no supieron nada de él, hasta que alguien les avisó que estaba en la cárcel del Chipote, en Managua. La Fiscalía lo acusó por los delitos de terrorismo, robo agravado, entorpecimiento de servicios públicos e incendio.

“Leí que dijeron que él cargaba armas”, dice su hija. Y ríe. “Donde él vivía era en un cuartito chiquito y solo tenía bastantes libros, su cama y su ropa”.

Vivía cerca de una barricada y por ello era inevitable que pasara por ahí, pero no “tenía vida activa” en el tranque, afirma Francisco. Pero en marchas autoconvocadas sí participaba y a veces incluso llevaba un cartel que rezaba: “Devuélvanme mi tierra. Ladrones”.

Presentado por la Policía. Después sería acusado por terrorismo e incendio, entre otros crímenes de los que el régimen suele señalar a quienes protestan. En Matagalpa Eddy Montes participaba en marchas y recibía denuncias para la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH). LA PRENSA/ Archivo

El abogado

La vida unió en tres ocasiones a Alfonso Morazán y Eddy Montes, y de la forma más curiosa posible. Estudiaron juntos la carrera de Derecho en la Universidad del Norte de Matagalpa (UNN) y como eran los mayores de la clase pronto se hicieron amigos. Cinco años más tarde, en 2018, se graduaron y al poco tiempo se reencontraron en el Chipote y luego en la misma galera de La Modelo.

En la universidad hacían juntos todas las tareas. “Él era mi grupo”, dice Morazán, excarcelado este jueves 30 de mayo. Se veían los sábados en la UNN y a menudo se visitaban en casa; pero Eddy terminó primero la carrera porque también estudiaba los domingos para adelantar clases.

Se le había metido la idea de ser abogado y nada en el mundo lo haría desistir de su propósito. “Era muy terco en sus proyectos”, dicen sus amigos. Y además “le gustaba que se hicieran las cosas bien y era bien estudioso”, cuenta su excompañero. No le gustaba sacar puntaje bajo y mucho menos copiarse en los exámenes.

“Siempre estaba adelante, en la primera línea de asientos”, recuerda Morazán. “Tenía muchos principios humanistas, morales. Y solo lo puedo describir como una gran persona. Una GRAN persona. Que si así fuésemos todos no estaríamos en el abismo en el que estamos metidos”.

Morazán fue apresado el 22 de octubre, apenas unos días después de que Eddy fuera llevado al Chipote. A él lo acusaban de “terrorismo, entorpecimiento al servicio público, lesiones leves, lesiones psicológicas graves, secuestro simple y tortura”, pero siempre sostuvo que su único delito había sido alzar una bandera azul y blanco en las protestas contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Alfonso Morazán (al centro) fue excarcelado el 30 de mayo. Estudió con Eddy Montes Praslin en la universidad y luego fueron compañeros de galera. LA PRENSA/ LUIS E. MARTÍNEZ

Se reencontraron durante una consulta médica durante su estadía en la Dirección de Auxilio Judicial, el Chipote, y a Morazán para nada le gustó el saludo de su viejo amigo:

—¡Me alegro, jodido, que hayas venido! ¡Ahora ya estamos juntos! —exclamó.
—¡Cómo te vas a alegrar! ¡No seas así! —le dijo Morazán y Eddy se echó a reír.
Después de eso solo se vieron una vez más en el Chipote. La Policía trasladó a Eddy a La Modelo y un tiempo después también trasladaron a Morazán. Entonces Eddy Montes se volvió a alegrar:
—¡Ay, qué bueno jodido! ¡Andás detrás mío! ¡Ahora ya estamos de nuevo juntos!

Los pusieron en la galería 16-1, por eso desde el comienzo platicaban día y noche, incluso antes de que los presos políticos se rebelaran y declararan territorio libre las galerías 16-1 y 16-2, que quedaron abiertas de manera que los reos podían ir y venir a su gusto entre una y otra.

El pasado jueves 16 de mayo solo se vieron dos veces. La primera a eso de las 7:00 de la mañana. Eddy estaba recién afeitado y Alfonso le preguntó:

—¿Ideay, no era que te ibas a cortar hasta que te fueras de aquí?
—Hoy me dieron ganas de quitármela —respondió él.
—Te quitaste como veinte años de encima, ahora sí te mirás joven.
—¡Sí jodido, ahora ya estoy como vos!

La siguiente vez que Morazán lo vio, Eddy Montes estaba jugando ajedrez con Alejandro Guido. Ya se escuchaba un bullicio anormal en otro sector de las galeras, donde los custodios empezaban a agredir a los presos políticos, y pronto se oyó una detonación al aire. Eran cerca de las 2:30 de la tarde. “Ve, mientras se siente bulla en el penal qué bueno que este jodido esté jugando ajedrez”, pensó Morazán y continuó caminando hacia adentro de la galera 16-1. Había avanzado unos treinta metros cuando escuchó nuevos disparos.

Eddy había sido herido de muerte y unos diez minutos después las galeras se llenaron de guardias que golpearon a los reos y les arrojaron gas lacrimógeno y gas pimienta. Cuando terminó aquel infierno, los presos al fin pudieron llorar a su muerto. Escribieron una canción, compusieron un poema y bajaron la bandera azul y blanco que meses antes habían alzado cuando se subieron a protestar al techo del penal. Todos la firmaron. La misma bandera que Eddy quería llevarse consigo cuando lograra salir de prisión.

Alejandro Guido, preso político excarcelado, conoció a Eddy en prisión. LA PRENSA/ CORTESÍA

“Soy Eddy Montes”

Alejandro Guido conoció a Eddy Montes en marzo. Estaban en hora de patio-sol cuando un señor canoso, ya algo entrado en años, se le acercó para presentarse.

—Hola, soy Eddy Montes, abogado y pastor —le dijo.

“Por la noche sacaba su colchón a la acera de la galera y con otro señor, del lado de La Trinidad, nos poníamos a platicar de todo el acontecer del país, lo que más o menos dominábamos”.

De vez en cuando alguien lograba hacer pasar un reciente ejemplar del Diario LA PRENSA y lo leían los 110 presos de las galeras, o bien esperaban ansiosos a los reos que habían recibido visita para averiguar qué se estaba hablando afuera. ¿Qué dicen de nosotros¿ ¿Cuándo piensan que nos van a sacar? ¿Cómo están las cosas en el extranjero? ?¿Cómo va la OEA? , preguntaban. Y entonces Eddy les explicaba cómo funcionaban las cosas en la OEA y la ONU.

También se dirigía a los otros presos políticos cuando hacía las veces de pastor. No se perdía los cultos evangélicos organizados por las noches, en el patio o cerca de los baños. Llegaba con su Biblia, leía algún versículo y daba una breve charla. Después regresaba con sus amigos y la noche se les iba en contarse anécdotas sobre sus pueblos, hablar de sus familias y jugar al “No te enojes”.

Eddy tenía una gran facilidad para hacer amigos, cuenta su primo Marvin Montes. Cada veinte días lo visitaba en La Modelo y les daban cuatro horas para platicar, pero una hora era suficiente para ponerlo al tanto de lo que pasaba en el país y el resto del tiempo el abogado iba “de mesa en mesa y de silla en silla” saludando a los parientes de los otros presos políticos.

Casi siempre estaba contento, porque tenía un carácter amable y era muy difícil hacerlo enojar, dicen sus amigos. Aguantaba las bromas con una sonrisa, compartía su comida con los demás reos y hablaba de las cosas que iba a hacer cuando saliera de prisión.

El día que lo mataron había estado tejiendo las pulseritas azul y blanco que les quería dar a sus hijas cuando las viera. Ahora sus hijas ya no tienen padre, pero ganaron decenas de hermanos, porque cuando los muchachos que lo conocieron en prisión hablan de él, siempre dicen: “Él era mi papá”.

“¿Que cómo era Eddy Montes?”, pregunta su primo Francisco. “Era exactamente como lo describen los muchachos de las celdas donde estaba. Se preocupaba por los que estaban a su alrededor. Hacía amistad muy, muy fácilmente. Era elocuente. Alegre, chileador, bromista. Así lo recuerdo yo. Contando anécdotas, chistes, riéndonos. Era un lector empedernido, estudioso. Dijo ‘me voy a hacer abogado y se hizo’”.

“Era tenaz en sus ideas. Lo que decía lo hacía, lograba sus metas”, dice Francisco. Quizás la única meta que Eddy Montes no pudo lograr fue la de sobrevivir a la cárcel en el régimen de los Ortega Murillo.

Eddy Montes Praslin fue sepultado a las 5:30 pm. del pasado 19 de mayo, tres días después de su asesinato. Sus funerales se convirtieron en una multitudinaria protesta ciudadana. LA PRENSA/ JADER FLORES

Vea: Las imágenes del entierro del preso político Eddy Montes


Sobre Eddy Montes

  • Le gustaba comer gallopinto, queso asado, todo tipo de frutas y carne de res. Pero ya mayor intentaba cuidarse más para no padecer de diabetes, como su padre.
  • Era lector empedernido y en la televisión buscaba programas sobre historia. También le gustaban las películas de superhéroes y su favorito era Batman.
  • Le encantaban las manuelitas. En la cárcel su amigo Alejandro Guido ponía las manuelitas y Eddy llevaba la miel.
  • Llevaba cerca de ocho años viviendo solo en Nicaragua, mientras que sus hijos vivían en California. Se quería establecer definitivamente en su país natal.


Lea: ¿Quién era Eddy Montes? 


Tata Chombo

Sus amigos de La Modelo lo llamaban “padre”, “tío”, “fransuá”, “míster Eddy”, “el pastor”… y al comienzo también le decían “Tata Chombo” porque cuando andaba barbudo se parecía a San Jerónimo.

“Estos jodidos me encajaron Tata Chombo y me tiran para arriba, y me da miedo que no me agarren y me estrelle en el suelo, voy a salir quebrado de aquí”, le contó a su primo Marvin Montes, en una tarde de visita familiar y le pidió una máquina para quitarse la barba.

La siguiente vez que se vieron, Eddy iba bien afeitado. Marvin hizo la observación y su primo le respondió: “Sí hombre, pero siempre me vuelan para arriba estos jodidos, de nada me sirvió”.

Sus amigos en La Modelo también se reían a carcajadas de la vez que, pensando en un lapicero, Eddy preguntó quién le podía prestar “una pluma” y lo mandaron a pedírsela a un muchacho apodado Gallina.

 


Poema

Este es un poema escrito en la cárcel por José Alejandro Guido para su amigo Eddy Montes:

 

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