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Un muchacho con su bolsa

Una columna de tanques avanza por un espacio inmenso. El que va en cabeza se detiene, de pronto. Un hombre joven aparece en la imagen. Viene con una bolsa en una mano y una chaqueta en la otra. Es como si pasara por allí de casualidad y, al ver la injusticia que está a punto de cometerse, actuase por instinto.

Esa imagen, aún está censurada en China. Volvió a nuestras pantallas esta semana, cuando se cumplen 30 años de la matanza que el ejército de ese país cometió en la plaza de Tiananmen, tras dos meses de levantamiento estudiantil pacífico en reclamo, sencillamente, de más democracia.

El tanque trata de esquivarlo por un lado y por el otro, pero el hombre no se arredra y consigue situarse delante, sin soltar su bolsa de plástico y su chaqueta, como si tuviese claro que lo más importante de todo es volver a casa con el mandado. Como si eso que está haciendo fuese un mero accidente. Lo que haría cualquiera que se topara ante una barbaridad. Pero está él solo, su figura menuda, la camisa blanca y el pantalón oscuro. Se interpone al avance de los tanques, sin llamar ni comprometer a nadie más.

La naturalidad con la que actúa es, en el fondo, lo extraordinario. Esas reacciones parten de la clarividencia, tienen raíz en el corazón humano, que no calcula sus consecuencias.

Pienso también en quien conduce el tanque. Qué pasaría por su cabeza. No sé, quizá diría: “¡Qué jode este hijueputa golpista!” O puede que solo tratase de esquivarlo por instinto de no hacer daño.

Pero entonces qué sentido tenía salvar a uno cuando se iba a matar a miles allí mismo.

El joven logra subirse al tanque. Habla con dos soldados. La imagen la vemos desde lejos. Los gestos que hace son de alguien que apela al sentido común, a la humanidad. ¿Cómo van a atacar a gente atrincherada sin armas? Y no suelta su bolsa, como si lo más importante fuese volver con ella adonde le esperan.

Un grupo de personas, vestidas de civil, se apresuran a llevárselo. Parece que lo salvan. Pero al final de la secuencia se ve a uno indicando a los tanques que continúen la marcha. Posiblemente se trataba de un grupo de infiltrados. El hombre de la bolsa desapareció para siempre. Algunos aseguran que fue ejecutado, como cientos o miles de otros jóvenes en Tiananmen, según las estimaciones.

En la imagen, no se distingue el rostro del hombre frente al tanque. Tampoco sabemos ciertamente su nombre. Pero se convirtió para siempre en uno de los iconos del instinto por la libertad de todos los tiempos.

30 años después, en Nicaragua…

El autor es periodista.
@jsanchomas

Opinión China Tiananmen archivo
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