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Orlando Ocampo y Nemesio Porras, probablemente el uno-dos más explosivo en la historia del Bóer. LA PRENSA/E. RODRIGUEZ

Orlando Ocampo, un gigante que se oxida poco a poco

Orlando Ocampo ha sido uno de los bateadores de más poder en repaso de todos los tiempos y se retiró con promedio de .327 en su carrera de 16 años

Aquellos brazos que Orlando Ocampo azotaba con poder sobre los lanzamientos, ahora se mueven con pesadez. Su enorme estructura, con la que infundía temor desde el homeplate, tiene un aspecto triste y lacerada, con más averías que las que se suponen para su edad.

Y, sin embargo, “Ocampón”, como se le conoce, no deja de sonreír. A sus 57 años ya no es capaz de tomar un bate y repartir palo como lo hizo durante 16 temporadas en el beisbol de Primera División, pero la satisfacción de haber dado lo mejor lo sostiene firme cada día.

“La diabetes y el ácido úrico me tienen fregado. Los brazos no me sirven de mucho. Hay días en los que no me levanto de la cama, pero ahí vamos haciendo el esfuerzo. Al menos el apetito no lo he perdido y mientras uno puede comer, puede vivir”, señala a carcajadas.

Orlando nació el 26 de enero de 1962 en El Tamarindo, León, en una familia de ardientes entusiastas por el beisbol. Su hermano mayor, José Ramón, brilló también con su bateo de poder. Sin embargo, fue Orlando quien alcanzó una altura impactante a nivel local.

No le gustaba la Selección Nacional

“La gente me pregunta que por qué no fui a la Selección Nacional y sí lo hice. Anduve en Estados Unidos y en Holanda, pero no me sentí cómodo. A mí me gustaba más jugar con el Bóer y con el aquel estadio lleno. Con la selección me aburría”, asegura el toletero.

Ocampo debutó en Primera División en 1987 con los Cachorros de Las Segovias, asentados en Estelí. Terminó como Novato del Año, tras acumular .298 (215-64) con cinco jonrones y 31 remolques en 65 juegos. Sus 6’5 de estatura y figura atlética ofrecía proyecciones.

“A Estelí llegué con Róger Guillén, porque, aunque soy leonés, no tenía chance en aquel León de Ariel Delgado y toda aquella gente buena que había ahí. Así que comencé en Estelí y luego pasé al Bóer, donde tuve la mejor época porque además soy boerista”, afirma.

A partir de su segunda temporada, Ocampo comenzó una hilera de 13 campañas seguidas con promedio sobre 300 puntos. Acumuló .348 en 1988 y .310 en 1989, año tras el cual fue cambiado al Bóer por Apolinar Cruz, en una transacción que resultó muy desigual.

Su mejor época con los Indios

“En los diez años que estuve en el Bóer siempre bateé sobre .300 y la verdad es que yo iba para arriba y ‘Polín’ había visto pasar sus mejores días. Ahí me uní con Nemesio Porras y formamos un “one-two” que creo que no se repetirá fácilmente”, asegura el artillero.

Nemesio, quien era tercer bate, presenta a Ocampo como “mi cuarto bate”. Pero además de ambos, el Bóer reunía a Ramón Padilla, Freddy García y Domingo Pérez, más Jorge Luis Avellán y Sandy Moreno en la parte inicial del line up. Era una alineación sensacional.

“Ahora no sé por qué no se ve gente grande en el beisbol. Yo creo que es que los jóvenes de ahora no comen bien. Además, yo catalogo el beisbol como los vehículos. Eran mejores los de antes, los de ahora rápidamente quedan descartados”, asegura el cañonero.

Ocampo jugó con el Bóer de 1990 a 1999, década en la que la tribu ganó tres campeonatos nacionales tras llegar a cuatro finales. Ganó en 1995, 1996 y 1998. Perdió en 1997 cuando la directiva de León paró el séptimo juego por una disputa de dinero con la Feniba.

¿A qué se dedica ahora Ocampo?

“Tuve buenos años con el Bóer, pero lo que más recuerdo fue que disparé dos jonrones en la Final de 1995 que ayudaron a ganar el primer campeonato del equipo en muchos años. La gente me lo recuerda en la calle y eso me pone muy contento”, expresa Orlando.

Durante su estadía de diez años con los Indios, con quienes bateó siempre más de .300, su mejor año en promedio lo logró en 1998, cuando acumuló .391. Su máxima cantidad de jonrones fueron los 25 en 1991, y su mayor total de carreras empujadas, 95 en 1992.

“Mi trabajo es siempre en la comercialización de la sal, pero en el verano. En el invierno no hay chance de hacer mucho. Y sigo vinculado al beisbol como mánager de un equipo de niños. Nemesio me ayuda en eso y yo lo paso visitando siempre que puedo”, indicó.

Ocampo fue un bateador de .327 en su carrera de 16 años, en los que acumuló 152 jonrones y 740 carreras impulsadas. Coleccionó 1,181 hits, entre ellos 195 dobles y 21 triples. Luego de jugar en Matagalpa, Estelí y Chinandega, se retiró en 2002 con el Bóer.

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