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¿Era Nicaragua una burbuja antes de 2018?

Los economistas llaman burbuja al fenómeno de auge de los mercados cuyas operaciones se basan en una especulación para vender a valores elevados e irreales sus productos; este auge desaparece bruscamente cuando al elevarse demasiado tales precios, se descubre la trampa y se dejan de comprar, produciéndose el estallido o desaparición súbita de la burbuja. Entonces, el fenómeno que se vivía en Nicaragua antes de abril del 2018 ¿era una burbuja o qué fenómeno era que desapareciera tan repentinamente como una pompa de jabón?

Los datos económicos disponibles no sugieren, por ejemplo, especulación de precios exportables de nuestras materias primas, ya que son poco diversas y sin valor agregado, y habían dependido de precios favorables en los mercados internacionales. Exceptuamos el fenómeno de los precios domésticos de productos exportables (carnes, lácteos, frijoles, café), los que siguieron el ritmo de los precios de exportación; asimismo, una inflación de la imagen de bienestar con datos falsos, como tasas de desempleo superiores a países desarrollados.

Pero, como han explicado expertos, la confianza determina el funcionamiento de la economía. Así que se especuló un tanto con valores económicos; pero prestemos mayor atención al valor real de las condiciones que generan confianza en los actores económicos. Se ofrecieron a los inversionistas marcos jurídicos, estabilidad política, seguridad ciudadana, libertades económicas, respeto a los derechos humanos de los ciudadanos y extranjeros en el territorio. Esto atrajo inversiones y posibles megaproyectos; y quizás tuvo un respaldo real por un tiempo. Pero sostener esa confianza era una prueba de fuego para un gobierno de tradición totalitaria, no productivo y militar.

Era contradictorio tal marco de confianza y un gobierno sin empoderamiento de democracia económica real, y sin bases educativas y culturales para un desarrollo humano sostenible.

Asistencialismo, inversiones de baja calidad, control partidario de las instituciones estatales, explotación clientelar del imaginario popular, y una multimillonaria ayuda venezolana, fueron la tentación política-económica para intentar consolidar un régimen totalitario improductivo por décadas. Las contradicciones crecieron entre mayor presión social y una estrategia oficial de comunicación basada en símbolos y discursos surrealistas con efectos en su base política y parte de la comunidad internacional. Intentando subordinar al sector privado con medidas unilaterales; una seguridad nacional cada vez más represiva a toda protesta (Ocupa INSS, Plaza de las Victorias, marchas campesinas anticanal y muertes no esclarecidas en el campo); amenazando y bloqueando apoyos a organizaciones civiles y medios de comunicación independientes.

La descalificación personal para desplazar las libertades ciudadanas, y altos niveles de inseguridad por el deseo estatal de inmiscuirse en las telecomunicaciones personales. La apatía estatal frente al incendio de la Reserva Indio-Maíz, el rapto de la autonomía universitaria, y la reforma a la seguridad social hicieron explotar la conciencia juvenil y se produjo la crisis sociopolítica. Y por más de un año, la brutalidad de la dictadura para enfrentar el estallido, la resistencia social y las presiones de la comunidad internacional dinamitó la confianza social y política que todavía quedaba, llevándose consigo también el bienestar económico creado. Muerte, cárcel, persecución, exilio. Confiscación y secretismo del registro de la propiedad. Tal brutalidad liquidó el estado de derecho y las bases para la estabilidad, la convivencia y la prosperidad nacional, eje central de la confianza social y económica.

Si el sandinismo desea recuperar algo del prestigio de antaño, debe reconocer los valores reales del pueblo y cumplir los acuerdos. Luego, replantearse honestamente su visión ideológica con verdadero sentido humano. No tiene otra opción.

El autor es educador y máster en Economía Pública y del Desarrollo.

Opinión
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