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Calentamiento Global , Mercado

Venezuela y Nicaragua, dictaduras insepultas

Difícilmente saldrán Maduro y Ortega de sus respectivos feudos por voluntad propia, mientras no exista en cada país, así como desde afuera, un solo frente de oposición ciudadana, una presión mancomunada, sin fisuras

Mientras los pueblos de Venezuela y Nicaragua no se deshagan de una manera u otra de sus respectivos dictadores, continuarán las flagrantes violaciones diarias a los derechos humanos, la represión generalizada, la expoliación de las riquezas nacionales en provecho de gobernantes y militares carcomidos por la corrupción.

Difícilmente saldrán Maduro y Ortega de sus respectivos feudos por voluntad propia, mientras no exista en cada país, así como desde afuera, un solo frente de oposición ciudadana, una presión mancomunada, sin fisuras. Y mientras ambas tiranías continúen inmersas en el invasivo apoyo de la seguridad cubana enquistada a todos los niveles, sobre todo en la patria de Bolívar, en donde el joven diputado Juan Guaidó, a punta de liderazgo, ha sabido ganarse la simpatía de su pueblo. Por algo el gobierno usurpador —a Dios gracias— hasta el momento no se ha atrevido a tocarlo.

En Nicaragua, tras 325 muertos, miles de heridos, cientos de prisioneros políticos muchos de ellos torturados, los cuales por la presión popular ha obligado al régimen a ir liberando, estos se siguen quejando de ser vigilados y violados sus derechos. ¿Toda una revolución de prestigio internacional de cruentos años contra la dinastía Somoza para eso? Nombres de cárceles sombrías como “El Chipote”, “La Modelo”, “La Esperanza” y “El Infiernillo” son sinónimos cotidianos de tortura y violación en la patria de ese gran poeta que fue Rubén Darío, mientras que “El Helicoide” es la más siniestra contraparte en Venezuela en materia de cárceles en que se violan sin pudor alguno los más elementales derechos de los presos políticos. Astillas todas del mismo palo.

Tres escritores nicaragüenses de prestigio internacional, entre muchos otros menos conocidos fuera del país, han denunciado una y otra vez la situación: el novelista, cuentista y ensayista Sergio Ramírez (Premio Cervantes), quien con los sandinistas victoriosos fuera vicepresidente de Nicaragua; el gran poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, que fungió como ministro de Cultura en los inicios del régimen y llegó a ser después candidato al Premio Nobel de Literatura; y Gioconda Belli, gran poeta y novelista, alguna vez guerrillera ella misma. Y todavía hay trasnochados marxistas de viejo cuño en Panamá que defienden al sátrapa Ortega y a la loca de su mujer, sabiendo perfectamente que todo un sufrido pueblo los adversa y condena. Muchachos muy jóvenes gran parte, que en las calles han ofrendado sus vidas por el solo hecho de protestar. E igual actitud tienen frente a Maduro en Venezuela y frente a la revolución cubana. Y todo porque, como siempre, según ellos se trata de una gran conspiración del imperialismo yanqui, en contubernio con las respectivas oligarquías criollas, en procura de quebrar desde dentro a los tres gobiernos, y no una combinación de fracaso socio-ideológico rampante y saqueo económico sistemático de parte de los propios gobernantes. Venezuela y Nicaragua, dictaduras insepultas de las que debemos tomar conciencia.

En cuanto a Cuba, al que ambos regímenes latinoamericanos servilmente emulan, la más reciente información señala que entre enero y noviembre de 2018, el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) documentó 2,150 detenciones arbitrarias sumarias, mientras que la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN) registró 2,697 de esas detenciones en el mismo periodo. Cabe señalar que las manifestaciones de las Damas de Blanco, la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), Somos Más y el Frente Orlando Zapata Tamayo continúan siendo las organizaciones más afectadas. Simple y sencillamente, desde hace 60 años en la Cuba comunista no se puede disentir; y a quienes lo hacen, se les hostiga y se les castiga. Panamá debe mirarse en esos espejos, evitar los mismos errores y vigilar de cerca cada acción de nuestros nuevos gobernantes, para que verdaderamente se constituyan —y se comporten— como el buen gobierno que una y otra vez prometieron.

El autor es escritor panameño. Artículo publicado en el diario La Prensa de Panamá el 24 de junio de 2019. Reproducido con autorización del autor.

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