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Daniel Ortega, reformas

Ortega juega al chamarrazo

La estrategia es sobrevivir 24 horas, al costo que sea. Y luego buscar cómo sobrevivir otras 24, y otras, y otras. Así espera llegar al 2021 y más allá

De mal a peor

Daniel Ortega es un bicho que se alimenta del miedo. “Me porto mal, es cierto, pero puedo ser peor”, es su amenaza de siempre. Y le da resultado. Durante los primeros once años ese fue el éxito de su gobierno. No es que haya sido un “buen gobierno”, es que siendo Ortega lo que es, podía ser peor y muchos le agradecían eso. Ya vendrán elecciones y lo cambiamos, decían. De todos modos no se puede reelegir. No hay que quemar etapas. En política, espacio que no se ocupa, se pierde. Vamos a ir a elecciones para poner en evidencia el fraude. Lo vamos a sepultar con una montaña de votos. Cuidemos la economía. Así lo fueron vendiendo. Y comprando.

Póker

Lo primero que debemos tener claro en cualquier análisis es que Daniel Ortega busca como sobrevivir con su régimen intacto o perfeccionado. No está en sus planes ceder. Ni negociar. La única negociación que acepta es una en la que él gana y el otro pierde. Lo segundo, es que está más débil de lo que parece. Su fortaleza es aparente y viene de los chamarrazos y su falta de escrúpulos. Blofea. Es el jugador de póker que no tiene nada en manos pero quiere intimidar con la mirada y los gestos. Lo único que quiere es sobrevivir esta partida para ver si en la otra se compone su mano.

Almagro

¿Se acuerdan cuando don Luis Almagro no podía decir “dictadura” al régimen de Ortega en Nicaragua? Era cierto, decía, que caminaba como pato. Graznaba como pato. Tenía forma de pato. Pero llamarle “pato” le parecía demasiado a don Luis Almagro. Pues tuvo que estallarle la sangre de más de 300 nicaragüenses registrados en el informe del propio organismo que dirige para que al final aceptara que era una dictadura, que la situación había llegado al punto que se tenía que salir con elecciones libres y anticipadas, y que Ortega se sostenía por represión y no por legitimidad. Fue como ponerle lentes nuevos al secretario general de la OEA para que descubriera que el mundo no era así de borroso como lo veía hasta hace poco.

Dictadura

Vuelve la mula al trigo. ¿Ideay? Nuevamente no puede ver el pato. Es cierto que parece dictadura, se comporta como dictadura, suena como dictadura, pero tampoco Ortega es como Nicolás Maduro, ni Nicaragua es Venezuela, por lo tanto, aunque hagan lo mismo, lo de Ortega es gobierno y lo de Maduro dictadura. Alguien le escondió de nuevo los lentes al señor Almagro.

Peor

El régimen que hay ahora en Nicaragua es brutalmente peor que el que existía antes de abril de 2018. Cumplió la amenaza de ser peor. Nicaragua vive en un estado policiaco. Las libertades, en su mayoría, están suprimidas y criminalizadas. Ortega no ha cedido en nada. Al contrario. Ha agarrado más. Las personas que sacó de las cárceles no estaban presas hace un año, son inocentes que secuestró para usarlos como moneda de cambio de doble propósito: limpiarse sus propios delitos y hacer creer a los incautos que está cediendo sin ceder nada.

24 horas

Ortega usa la estrategia de los Alcohólicos Anónimos: 24 horas a la vez. Sobrevivir un día, al costo que sea. Y luego buscar cómo sobrevivir otro, y otro, y otro. Así lleva más de un año y espera llegar a noviembre del 2021, al día de las elecciones. Y ese día, ni lo duden, va a buscar cómo sobrevivir a como sea. Con el mismo Consejo Supremo Electoral, con una observación electoral de confianza, o reducida y avisada hasta el último momento y, de ser necesarios, con los paramilitares, que garanticen una votación como las que le gustan: a su favor.

Voto de confianza

Sobrevivir esas 24 horas, para luego sobrevivir otro día, donde negará el fraude, y se quejará de que otros países y organismos no respetan al gobierno “legítimamente electo” de Nicaragua. Y que si quieren cambiar, esperen el 2026. Tal vez la OEA ayuda a crear las condiciones. Tal vez siga Almagro dándole votos de confianza.

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