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Infierno de Filadelfia (2)

El mega desastre aterró a una comunidad de millón y medio de habitantes, principalmente, por el potencial escape de fluoruro de hidrógeno

La reciente tragedia del 21 de junio en la veterana refinería de 150 años de edad, tiene a los investigadores del Chemical Safety and Hazard Investigation Board (CSB), brotándole gruesas canas color fucsia. La colosal explosión y mega incendio causado tendrá implicaciones severas para las auditorías de riesgos en toda la industria norteamericana de refinación.

Para recordar, el mega desastre aterró a una comunidad de millón y medio de habitantes, principalmente, por el potencial escape de fluoruro de hidrógeno, que aunque no se produjo, sí fue una posibilidad de ribetes apocalípticos, ya que sus afectaciones provocan la muerte o daños severos como la ceguera, entre otras graves lesiones.

Aunque solamente hubo cuatro lesionados, paradójicamente, la única fatalidad fue la de la misma refinería, ya que a como dice aquella ranchera “…sé que de este golpe ya no voy a levantarme”, que se le aplica exactamente, ya que ahora está clausurada permanentemente por su alta peligrosidad en ese enclave urbano superpoblado.

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Afirma el CSB que este caso es un déja vu del percance de 2015 en la refinería de ExxonMobil en Torrance, California, en donde uno de los factores de mayor contribución fue la existencia de equipos vetustos, obsoletos —legítima exposición de piezas de un museo estrafalario— que estaban siendo usados de una manera tal como si fueran tecnología confiable, en adición a los notoriamente deficientes procedimientos de seguridad, cuya combinación fatal pudo también haber llevado a un escape de ese tóxico —fluoruro de hidrógeno— afectando potencialmente a 150 mil habitantes.

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Es por eso que en ambos siniestros las poblaciones han pedido prohibir el uso de este químico en los procesos de refinación, el cual es usado como catalítico para producir combustible de alto octanaje, siendo esta una opción; la segunda consiste en utilizar ácido sulfúrico para el mismo fin, de peligrosidad ligeramente diferente.

El CSB confirma que hay un patrón definido de incidencia que está causando percances con una creciente frecuencia, prevaleciendo los factores antes mencionados.

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Los problemas que enfrentan las instalaciones petroleras de vieja data y con una cultura de mantenimiento “al fallo”, es decir, “si no está roto, no lo toque”; son muy complejos, ya que a pesar de las alharacas y fulgurantes declaraciones de Misión, Visión, Valores Corporativos, y eslóganes baratos, a los cuales son dadas algunas empresas, las tragedias se siguen dando como resultado invariable.

La razón es muy sencilla: si usted toma como referencia la Jerarquía de Control de Peligros, las medidas más efectivas son la eliminación, sustitución y los controles de ingeniería; esta última aglomera los dispositivos tecnológicos de control preventivo de procesos: alarmas de alto nivel, sensores, válvulas remotas, software inteligente, instrumentación, bloqueos automáticos, entre una miríada de instrumentación sofisticada que provee un nivel superior de confiabilidad mecánica y operativa, sustituyendo la falibilidad de las medidas tradicionales de control administrativo, supervisión adicional, o aplicación de más y más formatos y cansonas listas de verificación, que son a veces vanos y gastados rituales.

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Es por eso un reto formidable que tienen las comunidades en donde se encuentran enquistadas estas gigantescas operaciones de proceso de manufactura de hidrocarburos; de asegurarse que las tecnologías usadas sean robustas, lo cual es siempre una incógnita ante la secretividad y el desconocimiento de los mecanismos de control, de la obsolescencia tecnológica relativa, del nivel de inversión, de la matriz de experiencia colectiva, las cuales llevan a este tipo de sorpresas, que frecuentemente son crónicas de una muerte muy anunciada.

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Este incidente de la planta de South Philadelphia ha acontecido en EE.UU., en donde las normas y regulaciones tienen una notoria efectividad y rigurosidad punitiva, y no en un país tercermundista, en donde hay mucha más vulnerabilidad debido a la dificultad de monitorear, supervisar y ser parte protagónica dentro de los grupos de valor ante estas tragedias en espera de acontecer.

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La inversión en mantenimiento predictivo y seguridad de procesos (process safety) debe ser un imperativo constante en las plantas que requieren de alta confiablidad operativa, más allá de las aspavientos y poses cínicas de una falsa cultura preventiva, que frecuentemente hacen un escándalo por un esguince, pero se hacen de la vista obesa ante equipos, instalaciones y tecnología anacrónica, dignas del siglo antepasado.

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