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cansancio, Nicaragua

El despliegue a Masaya y la paz

Fue un despliegue de una farsa repetida cada año que guarda mucha distancia con los hechos históricos que una vez tuvieron lugar hace 40 años

Más que un repliegue, lo que vimos el sábado pasado en caravana hacia Masaya fue un despliegue. Un despliegue ostensivo de policías que en un tiempo tenían el mandato de proteger al pueblo y ahora son los que reprimen al pueblo en cualquier manifestación de descontento y protegen a la monarquía.

Fue también un despliegue de empleados públicos en su afán de proteger sus puestos de trabajo, rindiendo pleitesía al poder del carruaje azul de dos pisos. Pero también fue un despliegue de voces silenciosas cerrando sus puertas en Masaya.

Fue un despliegue de una farsa repetida cada año que guarda mucha distancia con los hechos históricos que una vez tuvieron lugar hace 40 años. Fue también un despliegue de cinismo de los que aún creen que el final no está cerca y que las mieles del poder los abrazarán para siempre.

En su discurso de 8 minutos de lo poco que dijo Ortega fue privilegiar el derecho a trabajar en paz, “porque para que pueda haber trabajo, dijo, salud, educación, cultura, deporte, para que pueda haber desarrollo en cualquier país de este planeta, tiene que haber paz”. Sin duda en este concepto, estamos de acuerdo todos, pero ¿cómo alcanzar una paz verdadera y duradera que saque a Nicaragua del círculo vicioso de guerras civiles?

Quizás Ortega piense, a como lo demuestran sus recientes acciones, que el camino para alcanzar la paz pasa por reprimir al que proteste, incluso dentro de las iglesias, al que levante una bandera azul y blanco, cerrar medios, encarcelar periodistas, disparar contra manifestantes con fusiles de guerra, privilegiar la fuerza bruta versus la razón.

La paz pasa por respetar la disidencia y obedecer, como en otros países del mundo, la voluntad del soberano en la urna electoral, no haciendo trucos para permanecer indefinidamente en el poder.

No se alcanzará nunca la paz con un alarde de fuerza represiva, sino con la razón.

Esa receta para la paz de Ortega no lleva al desarrollo de ningún país del mundo y tarde o temprano acabará hundiendo nuestra economía y lo que se había logrado avanzar con tanto sacrificio durante los breves períodos intercalados de paz que ha vivido Nicaragua, entre conflictos, que nunca han terminado en una paz duradera.

Si Ortega en realidad quiere la paz verdadera y duradera, deberá escuchar el clamor de la gran mayoría de la población y no de los pocos leales que le van quedando que le dicen, de otra manera, la servil consiga que le decían hace 40 años a Somoza: “no te vas, te quedas”.

Para lograr esa paz, deberá hacer un solo anuncio el 19 de julio: elecciones libres, transparentes, observadas, competitivas y anticipadas y la solemne promesa de que respetará la voluntad popular.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Columna del día Crisis en Nicaragua Masaya Repliegue archivo

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