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Rizo acusa

Es difícil evitar la tentación de leer desde que nace hasta que culmina el libro sentido y escrito por José Rizo Castellón: Confesiones de un Vicario. Escudriña los acaecimientos sobre la intrigante división en el liberalismo en el periodo que le correspondió ser vicepresidente de Enrique Bolaños apoyado por Arnoldo Alemán para ocupar la silla liberal.

Se confiesa como vicario porque esa era la consideración protocolaria que daban a los vicepresidentes. Dependían de la opción del titular de turno en la asignación del cargo. Si eso no ocurría el destinatario podía ser la fotocopia de “una llanta de repuesto”.

La importancia del libro no radica en que el autor haya sido enviado al ostracismo, sino a las revelaciones que él hace sobre las repercusiones negativas de los pactos Alemán-Ortega. Mucho se ha dicho sobre ellos en el redondel pernicioso de la especulación. Nadie los ha expuesto con la pulcritud veraz del testimonio como José Rizo, situado adentro y no en las puertas de afuera de las hipótesis tan variadas que unas se queman en las llamas del infierno y otras se glorifican en los tronos de la victoria. El vicario desnuda cada una de las páginas no justamente valoradas por ser una prenda útil para la autenticidad que debe ser conocida por las generaciones presentes y venideras.

El testimonio es rotundamente vivencial. Denuncia la politiquería, la sed del caudillaje, el acomodo cráneo por cráneo de los divisionistas. Comprobada por enésima vez la lectura del documento autobiográfico, vibra el tono de la sinceridad, un mérito selecto en el verdadero político ajeno a flotar en el río de la conveniencia. Alemán es severamente señalado por el doctor Rizo. Este uno de los artífices del Partido Liberal Constitucionalista que solamente tuvo el nombre y no la consumación del idealismo libertario.

Rizo critica al pactista que regaló el porcentaje del 35 por ciento envuelto en celofán a quien sigue siendo el beneficiario. Rizo comparte con Virgilio Godoy esta afirmación: “Nunca la historia perdonaría a Arnoldo por haber sido el gran corruptor de las instituciones en Nicaragua”. El difunto Rizo, a quien conocí y traté personalmente, expone la capacidad holgada de su cultura. Alemán pretendía —y pretende ser con la anuencia de la terquedad— la columna vertebral de la unidad liberal, el interlocutor para enhebrar los hilos de la ideología. Lejos de ser el reproductor de este legado valioso donde el autor también hace las veces de pintor bucólico de la geografía nicaragüense, el propósito es difundir su contenido, tenerlo como un contribuyente necesario para la reciente historia política en coyuntura con la realizada convención motivada por una efemérides: Zelaya.

Rizo acusa al pactista desde el silencio de sus cenizas.

El autor es periodista.

Opinión Confesiones de un Vicario José Rizo Castellón archivo
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