Somos el país más estudiado y analizado del planeta. Un scan con todos los filtros nos recorre periódicamente. Ya todos sabemos lo que pasó y continúa pasando. Desde la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; la Organización de los Estados Americanos y los organismos oficiales y no oficiales del planeta han documentado con exactitud las graves violaciones a nuestros derechos, comenzando por el derecho a la vida.
El Grupo Internacional de Expertos Independientes y el Mecanismo de Seguimiento a la situación en Nicaragua han realizado una radiografía profunda publicando informes exhaustivos, detallados, de nuestra situación producto de los sucesos de abril del año pasado.
Human Rights Watch, Amnistía Internacional. La Santa Sede, el mismo papa. El Congreso de los Estados Unidos de América, la Casa Blanca. El Parlamento y la Unión Europea. Los gobiernos democráticos del mundo. Las personalidades más reconocidas como defensoras de derechos humanos están al día acerca de los asesinatos, la destrucción de la incipiente democracia; la corrupción, el abuso de poder, la militarización y la transformación del ejército y la policía en nuevos “guards de corps”.
Todos están debidamente informados sobre lo que aquí acontece. Las oficinas y agencias de inteligencia de los países que tienen algún interés en nuestra ubicación. El Departamento de Estado, la Federación Rusa, los cubanos, los venezolanos y hasta los iraníes meten sus manos en este país, que es el más intervenido del mundo contemporáneo.
Seguimos viendo Pronunciamientos, Condenas, Resoluciones, Recomendaciones, Exhortos, Llamamientos, etc. etc. en una interminable cadena de reuniones y sesiones a todos los niveles para volver a discutir y debatir lo que ya está dicho, lo que ya todos conocemos. En pleno siglo XXI un neo dictador tiene en vilo a su propio pueblo y al sistema universal de protección y promoción de los derechos humanos. A los gringos, a los europeos.
La Carta constitutiva y la Carta Democrática Interamericana de la OEA han resultado ineficaces e ineficientes ante el poder militar. Ante un país que vive una guerra unilateral desde el poder contra su pueblo.
Si algo aporta lo que vivimos es que habrá que revisar y reformar el principio de “la defensa colectiva de la democracia” y la contradicción que entraña la aquiescencia o el Consentimiento del Estado Parte para permitir el trabajo en el territorio nacional de los órganos de ONU y OEA alegando intromisión en sus asuntos internos, la defensa de su soberanía nacional y olvidando interesadamente, que el verdadero soberano es el pueblo a quien deberíamos estar ya consultando en unas elecciones libres qué y cuál quiere sea su destino y quién quiere que lo gobierne.
El autor es dirigente del Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL).