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Nicaragua, oposición, unidad

Unidad y consenso

Unidad y consenso implican diferencias. Cuando algunos hablan de unidad, excluyendo a los que no piensan como ellos, estamos ante una unidad a medias

Nadie pone en duda el valor de la unidad, pero objetivamente los intereses particulares seguirán anteponiéndose a los intereses de la sociedad. Nicaragua es un país social y políticamente atomizado y la fragmentación es herramienta de dominación.

¿Es posible la unidad para derrocar la dictadura y construir un país mejor? La pregunta es complicada, mejor hacerla por partes: ¿Los grandes capitales deberían sufragar una insurrección cívica o reducir utilidades en pro de una convergencia con candidatos inaceptables y gentes que los responsabilizan de todos los males del país? ¿Los caciques políticos renunciarían a sus apetencias personales en favor de una unidad en la que no sean ellos las figuras dominantes? ¿Los sectores radicales estarían listos para ceder parte de sus legítimas demandas reivindicativas en aras de la unidad con los grandes empresarios y los políticos tradicionales? ¿La jerarquía católica aceptaría cambios revolucionarios para coincidir con el resto de la sociedad en pro de objetivos políticos inmediatos.

Respuestas controvertidas sin duda. A pesar de ello es rigurosamente posible llegar a un consenso en los temas fundamentales, basados en negociaciones de beneficio mutuo y observancia recíproca, a través de un programa mínimo común. Unidad y consenso implican diferencias. Cuando algunos hablan de unidad, excluyendo a los que no piensan como ellos, estamos ante una unidad a medias, sin perspectivas de consecución. En cambio, consenso es un punto de partida posible para lograr los cambios que todos reclamamos. Invocar unidad unilateralmente es gastar tiempo y energías, predicando en el desierto. Ni el gran capital, ni la Iglesia, ni los grupos políticos dispersos, ni la comunidad internacional, tienen por sí solos la capacidad suficiente para remolcar a los demás protagonistas a sus áreas de influencia y superar la crisis. Una solución profunda y duradera solo puede lograrse colectivamente, cuando haya consenso entre nosotros.

Las fuerzas opositoras a la dictadura han elaborado, discutido y asumido puntos programáticos fundamentales. Son conceptos similares que pueden constituir la base para un consenso en las reformas y cambios del Estado, con beneficios obvios para todos. Elecciones, justicia, legislación, economía y seguridad, entre otras, son realidades a transformar en la dirección que la inmensa mayoría de los ciudadanos demanda. Plasmar esas ideas en una plataforma política que oriente la lucha ciudadana, es algo que nuestro pueblo exige a las organizaciones y sus dirigentes, para evitar la desintegración del país. El consenso permitirá erradicar la dictadura y elegir un nuevo liderazgo sin hegemonía para impulsar medidas que pudieran generar oposición ulterior y dificultar una transición democrática. Debe ser un plan elaborado y aprobado por amplias mayorías. Solo falta discutirlo en un foro legítimo y definir los tiempos para cada cosa.

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