Como se esperaba, Daniel Ortega canceló las negociaciones con la Alianza Cívica que ya estaban suspendidas desde mayo pasado. Sin duda que esas negociaciones eran incómodas para el dictador, pues las demandas de la Alianza son mayores que lo que él está dispuesto a ceder.
Hay quienes opinan que el diálogo ha sido una iniciativa mañosa de Ortega, para ganar tiempo y apuntalarse en el poder. Pero lo que ocurrió fue lo contrario: Ortega fue forzado por la rebelión civil pacífica a dialogar en el Seminario de Fátima, en mayo y junio del año pasado, con los representantes democráticos de la sociedad que él mismo pidió a los obispos que escogieran.
Después de que el diálogo del Seminario fue cancelado a fines junio de 2018, los poderes económicos independientes del país, más la persistente resistencia cívica de los ciudadanos y la presión internacional obligaron a Ortega a negociar en el Incae, en febrero de este año, con la representación opositora que para entonces ya estaba organizada como Alianza Cívica.
Pero el dictador nunca estuvo dispuesto —ni lo está ahora— a aceptar una solución democrática integral de la crisis, como la que propone la Alianza Cívica y respalda la comunidad internacional. Lo que él quiere es una reforma cosmética que le permita seguir en el poder.
Sin embargo, a pesar del fracaso general del diálogo en el Seminario y de la negociación en el Incae, la oposición obtuvo dos grandes victorias parciales en beneficio de la causa democrática del pueblo nicaragüense. La primera fue en el Diálogo Nacional del año pasado, en el que la oposición y los obispos que participaron como testigos y mediadores obligaron al régimen a permitir el ingreso al país de los organismos internacionales de derechos humanos. Eso fue determinante para que se pudiera documentar e internacionalizar el horrendo resultado de más de 325 muertos y 2,000 mil heridos causados por la represión de la dictadura, y la comprobación de que cometió delitos de lesa humanidad. La segunda victoria fue en las negociaciones del Incae, en la que la Alianza logró que más de 600 presos políticos fueran excarcelados, incluyendo a los líderes más destacados de la rebelión cívica de abril. Otros acuerdos importantes conseguidos por la Alianza no fueron cumplidos por Ortega, pero los dos grandes logros mencionados demostraron que la dictadura es vulnerable y que se le puede seguir arrancando concesiones hasta llegar al momento de derrotarla definitivamente.
Ahora, una tercera fase del diálogo o negociaciones políticas podría ser posible, si los poderes fácticos que obligaron a Ortega a negociar en el Incae volvieran a intentarlo, pero sobre todo si Estados Unidos y la OEA le aplicaran presiones más drásticas y efectivas.
Seguramente la oposición no va a esperar pasivamente a que ocurra algo como eso. Suponemos que está haciendo una revisión franca y profunda de la estrategia aplicada en el periodo precedente y ajustándola a las nuevas condiciones y exigencias políticas.
El hecho de que Ortega haya cancelado la negociación con la Alianza no significa que la lucha por la libertad y la democracia ha terminado. Solo ha entrado en una nueva etapa.