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El doctor Francisco Xavier Aguirre Sacasa. LA PRENSA/J. Flores

Excanciller Francisco Aguirre Sacasa considera que la Alianza Cívica debe replantearse y fortalecerse como una opción opositora más representativa

Aguirre, también analista político, augura tiempos difíciles para el dictador Ortega, en materia de más sanciones económicas

El excanciller de Nicaragua, Francisco Aguirre Sacasa, asegura que la Alianza Cívica se debe replantear ser más incluyente para promover el aglutinamiento de las fuerzas opositoras y fortalecerse como una opción opositora frente al régimen de la administración de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Por otro lado, el también analista político augura tiempos difíciles para el dictador Ortega, en materia de más sanciones económicas ante su negativa de cerrarse a buscar una salida a la crisis sociopolítica que Nicaragua vive desde el año pasado.

Según el exdiplomático, una de las medidas de presión que podría aplicar Washington contra el régimen orteguista es presionar para que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no desembolsen los préstamos ya aprobados al gobierno orteguista.

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Ante la negativa de Ortega de volver al diálogo con la Alianza Cívica (AC), ¿qué consecuencias tiene para Nicaragua y para él mismo ante la comunidad Internacional?

Le inyectará adrenalina a aquellos países que están comprometidos con la causa de la democracia en Nicaragua y que ven un diálogo como el mecanismo para promulgarla. Podrían, por ejemplo, sumarse a las sanciones personales, que ya han aprobado Estados Unidos y Canadá, países europeos y hasta algunos latinoamericanos. Pero no excluyo que la cancelación del diálogo pudiese estimular sanciones económicas. Por ejemplo, Washington pudiese presionar para que el Banco Mundial y el BID suspendiesen sus desembolsos de préstamos ya aprobados. Estados Unidos también pudiera limitar el acceso de exportaciones nicaragüenses a su mercado. Los Países Bajos, que acaban de suspender desembolsos para la construcción de un hospital en Bilwi, demuestra qué sanciones económicas no se pueden descartar.

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¿Qué medidas cree usted que podría tomar Ortega para escudarse de una eventual escalada de sanciones internacionales que podrían perjudicarle a él y a Nicaragua?

Hay todo un abanico de acciones que El Carmen pudiese tomar. Pero con el tiempo, el comandante Ortega ha rechazado varias de ellas. Por ejemplo, ha descartado adelantar las elecciones y sigue con una represión –aunque de más bajo intensidad—de la ciudadanía. Lo que Daniel sí está ofreciendo es una reforma electoral que, según él, garantizaría la credibilidad de elecciones en 2021. Hasta la fecha esto es sólo un ofrecimiento de él y habría que ver si esto sería aceptable por la comunidad internacional.

De cara a esta negativa de Ortega, ¿cuál debería de ser la respuesta de la Alianza Cívica?

Todo indica que la AC se ha resignado a que su razón de ser inicial –ser la contraparte del gobierno a un diálogo—ya caducó. Por eso está en el proceso de reinventarse. Veremos si su reestructuración desemboca en una nueva misión que es vista como valiosa por el pueblo y no como “estar reacomodando las sillas a bordo del Titanic para evitar que se hunda”.

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Entonces, ¿para usted la AC no es igual a la oposición?

Quizás el desafío más grande que enfrenta la AC es facilitar la creación de una oposición más representativa, más incluyente. Al promover el aglutinamiento de las fuerzas opositoras, haría un aporte magno a la tan deseada redemocratización. Y borraría uno de los pasivos mayores de la AC en el Diálogo 2.0: intentar proyectarse como el único interlocutor legítimo de El Carmen. La AC se ha percatado de esta vulnerabilidad y ahora se está abriendo a una visión más incluyente. De lograr vender esta idea depende, creo yo, su supervivencia.

¿Usted se siente desilusionado por lo lento que ha sido la reacción de la OEA a la crisis de Nicaragua?

Honestamente no. Desde el inicio dudé de la eficacia de la OEA porque conozco sus limitaciones y su historia. A través de mis comparecencias en los medios y mis escritos, traté de crear expectativas realistas en cuanto a la OEA y advertí que era una organización que se caracterizaba por su inercia. Tan es así que recuerdo que algunos me vieron como indebidamente pesimista. Pero el tiempo me ha dado la razón.

A propósito de la OEA, ¿qué opinión le ameritan las declaraciones de Luis Almagro en un seminario en Chile de la Organización Demócrata Cristiana de América en el sentido de que las únicas dictaduras de América son Cuba y Venezuela?

Pudiera ser producto de un lapsus linguae, pero no se puede descartar que refleja lo que Luis Almagro realmente cree. Después de todo, el que sólo Cuba y Venezuela tienen dictaduras es lo que él mantenía aún después de la cruenta represión del levantamiento cívico de 2018. Otra hipótesis es que Almagro haya llegado a la conclusión que la crisis de Nicaragua se ha enfriado a tal punto que el país ha regresado a la normalidad. En fin, todo lo tendremos más claro cuando el Consejo Permanente de la OEA vuelva a retomar el caso de Nicaragua.

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¿Usted cree que Ortega llega hasta 2021?

Eso es lo que él pretende; lo anunció en su discurso del 19 de Julio. Considero que en gran medida su aguante dependerá de dos cosas: el desempeño de la economía y el actuar de la comunidad internacional. Si la economía deja de contraerse y comienza a crecer –aunque a un ritmo bajo—la inestabilidad política interna tendrá una tendencia a bajar. En cuanto a la comunidad Internacional, considero que hoy en día es el teatro principal de la lucha para restablecer la democracia en Nicaragua. Su presión –o falta de presión—será determinante en los próximos meses.

De eso pende una reforma electoral que garantizará que los votos en Nicaragua se cuenten y no se asignen, que es lo que más le interesa al concierto de naciones. No el adelanto de elecciones. Veremos cuan comprometidos están con la democracia representativa en Nicaragua, y en el hemisferio.

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