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Monseñor Sándigo: acompáñenos

El nombramiento de monseñor Oscar René Sándigo como nuevo obispo de la Diócesis de León, nos encuentra a los leoneses soportando una represión que ha escandalizado al mundo, y que seguramente ofende a Dios, mientras persisten y se agravan los abusos gubernamentales que motivaron las protestas, sobre las cuales se ha dirigido la represión.

En estas circunstancias, los leoneses necesitamos que cese a lo inmediato la represión y los abusos; recuperar el pleno disfrute de nuestros derechos humanos, incluyendo de nuestros derechos políticos, y ver brillar la justicia.

Considero que el origen del problema es que gobernantes y demás integrantes de los poderes del Estado, aman al poder por sobre todas las cosas, y el amor al prójimo lo han sustituido por el odio a quienes protestan y a los que piensan diferente.

Un abuso mayúsculo de los gobernantes ha sido pervertir las instituciones, incluyendo a la UNAN-León, de manera que no están más al servicio de la justicia y del bien común, sino convertidas en meros instrumentos de dominación. Se incumplen obligaciones y leyes para favorecer al partido gobernante. Así, las instituciones del Estado han venido restringiendo derechos constitucionales a los que piensan diferente del gobierno, como la libertad de expresión, de manifestarse, de no ser discriminados, a la propiedad privada, a la integridad física. Los serios fraudes en las elecciones, muy bien documentados por organismos especializados, constituyen otro abuso muy grave, que resta legitimidad a las autoridades resultantes de estos procesos. Y son abusos las intervenciones gubernamentales sobre el INSS, que lo descarrilan en lo económico, y provocan rechazo en la población.

La represión contra quienes protestamos por los abusos la desarrolla la Policía y grupos de choque afines al Gobierno, pero también funcionarios de las instituciones. Ha incluido diferentes formas, desde balazos, golpes, pedradas, asedio a las casas, campañas de odio y terror por las redes y en una radio local; secuestros, encarcelamientos arbitrarios, tratos humillantes, despidos arbitrarios de trabajadores del Estado, sobresaliendo el despido de médicos que decidieron cumplir con su deber moral de prestar atención a todo el que lo necesitara, expulsión arbitraria de estudiantes en la UNAN-León; robo de bienes, daño o destrucción a la propiedad privada, toma de tierras y cierre arbitrario de negocios, entre otros.

Supongo que quienes no quieren cambio, sino que lo que desean es permanecer en el poder, estarán cerca de sus oídos ofreciéndole su propia versión sobre la situación. Le hablarán de normalidad, de alegría, de que los que protestamos somos violentos y delincuentes.

Para llegar a su propia interpretación de la realidad sería una muestra de prudencia, monseñor Sándigo, revisar los informes de la CIDH, del GIEI, de Oacnudh, pero también conversar con ciudadanos probos, como los doctores Adán y María Eugenia Alonso; con la mamá de Sándor Dolmus, con la familia de Bryan López, en el barrio de Guadalupe, y con excarcelados, como Byron Estrada o Gustavo Abaunza.

Cada abuso, cada acto de represión, nos convence más que un cambio es necesario en el país. Los leoneses hemos emprendido camino hacia una Nicaragua y un León mejores, donde haya democracia, se cultiven los derechos humanos y las instituciones estén firmemente enfocadas en alcanzar la justicia y el bien común; donde las actuaciones de las personas y de sus instituciones estén basadas en el amor a Dios sobre todas las cosas, y en el amor al prójimo.

La gran mayoría de los católicos leoneses le invitamos a acompañarnos en ese camino; nos daría aliento para soportar las inclemencias del tiempo. Monseñor Sándigo: Que Dios le ilumine y le bendiga.

El autor es médico leonés.

Opinión Crisis en Nicaragua León Oscar René Sándigo archivo
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