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La cada vez más orwelliana Nicaragua

Daniel Ortega ha logrado desnaturalizar al Estado. Degenerarlo. Cualquier cambio en Nicaragua pasa por restituirle a las instituciones las funciones que les corresponden.

Orwelliana

Nicaragua vive una de las etapas más orwellianas de su historia. En su novela 1984, George Orwell habla una sociedad controlada por un partido a través de ministerios bautizados exactamente para lo contrario de las funciones que realizan. Por ejemplo, el Ministerio del Amor, ejecuta torturas y castigos; el de la Paz, se encarga de la guerra; el de la Verdad, a cargo de la manipulación y las mentiras; y el de la Abundancia, que ejecuta con mano de hierro los racionamientos. ¿Acaso no es eso lo que vivimos en Nicaragua? Veamos.

Consejo Supremo Electoral

Es el ministerio del fraude. Está diseñado para impedir que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus autoridades. Cualquier acuerdo sobre el futuro de Nicaragua pasa por el desmontaje de ese armatoste, construido pieza por pieza durante muchos años para, en primer lugar, impedir que Daniel Ortega tenga competencia, negándole a los partidos de verdad la posibilidad de aparecer en las boletas y estimulando el criadero de partidos de mentira. Zancudos, también se les llama. Su naturaleza es oscura. No le gustan los observadores. Es alérgico a los informes, y detesta las matemáticas. Para esta institución orwelliana dos más dos, es ¿cuánto quiere que dé comandante?

Policía

¿Se acuerdan cuando se decía que esta era una de las mejores policías de América? Supuestamente aquí venían de otros países a recibir clases de cómo se comportaba una policía comunitaria, respetuosa de los derechos humanos, y educada en el servicio a los ciudadanos. Se exageraba, por supuesto. Pero lo queda ahora es todo lo contrario de lo que debe ser una policía. Lo que tenemos actualmente es una organización dedicada a cometer delitos y a perseguir a ciudadanos que ejercen sus derechos. Maras, les dicen en otros países, donde no reciben presupuesto del Estado. ¿Se imaginan que país más seguro sería Nicaragua si tuviésemos una policía que persiguiera los delitos con la misma dedicación con que esta organización persigue a los opositores que salen con chimbombas o banderas?

Ejército

Lo que oficialmente se llama Ejército de Nicaragua en realidad es una estructura armada dedicada a hacer negocios. Son los empresarios más suerteros del mundo. Hacen negocios con todas las ventajas que el poder les da, y todavía reciben dinero del Estado. O sea, el Estado les cubre los costos y ellos se quedan con las puras ganancias. Lo único que tienen que hacer es, precisamente, no ser el Ejército que la Constitución manda.

Diplomacia

A Daniel Ortega y a Rosario Murillo les gusta la diplomacia. Es un terrero en el que se mueven como elefante en cristalería. Les gusta eso de que siempre les digan las cosas suavecitas, que todos les sonrían, que se formen comisiones para cualquier cosa, que les tiendan puentes, porque en ese terreno es que ellos oyen lo que quieren, hacen lo que les ronca y dicen cualquier tontería sin que nadie les enrostre nada porque en asuntos de diplomacia es de mal gusto llamar las cosas por su nombre. O sea, les gusta la diplomacia porque ellos no son diplomáticos.

Al revés

Hay muchos más ejemplos, que van desde los “buenos para nada” hasta los nocivos, o sea que hacen lo contrario de lo que sus funciones indican. ¿Cuándo fue la última vez que la Contraloría destapó algún caso de corrupción en el Estado? ¿Cuánto nos cuesta ese ejército de holgazanes aprieta botones que llamamos Asamblea Nacional? ¿Quién va a juzgar a tantos jueces que en lugar de impartir justicia actúan como francotiradores para ejecutar sentencias según las conveniencias de sus jefes políticos?

Secuestro

Si algo ha logrado Daniel Ortega es desnaturalizar al Estado. Convertirlo en lo que no es. Degenerarlo. Cualquier cambio en Nicaragua pasa por restituirle a las instituciones las funciones que les corresponden. Liberarlas de su secuestro. Hay instituciones como el Consejo Supremo Electoral o la Policía que ni siquiera admiten parches. Tocaron fondo. Se convirtieron en lo que deben combatir.

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