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Guillermo Rothschuh Villanueva con mirada implacable de azor en vuelo, relata su descubrimiento de lo real maravilloso de un pueblo: ¡Chontales!. LA PRENSA/URIEL MOLINA

Guillermo Rothschuh Villanueva, hijo de esta tierra con estas crónicas lanza un grito categórico: ¡Esto es Chontales!

"Voy rumbo a Juigalpa, no digo de regreso porque nunca me he ido, sigo habitando el territorio de mi niñez, adolescencia y juventud", confiesa Rothschuh en la apertura de su texto

¡Esto es Chontales! de Guillermo Rothschuh Villanueva es un texto tejido con los hilos del amor, el conocimiento y el tiempo. El hilo rojo del amor habla de una pasión constante por una aldea y su provincia -recibida como invaluable legado paternal- pero también sentida, vívida y experimentada por el escritor de una manera gozosa y festiva pero no exenta de verdad y crítica.

Amor no quita conocimiento.

Pero esa pasión no es platónica ni producto del flechazo de Eros. Es un amor nacido en un entorno familiar de mucho amor, ternura y disciplina. Un amor crecido en un ambiente aldeano de relaciones afectivas propicias para su florecimiento y perduración. También un amor logrado en la construcción que el niño hace de su yo y del ello en un espacio donde existían valores como la sinceridad, la fidelidad, la autenticidad, la justicia y la libertad.

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La casa materno-paterna del cronista se me ocurre un horno de amor, estudio y trabajo como el de su abuela Doña María del Carmen Tablada.

Esa casa donde se hornearon cuatro buenos escritores (Guillermo, Jorge Eliécer, Luzana y Vladimir) estaba dentro de un domo que era todo un Jardín de las delicias, la Juigalpa de los años 50 y 60 del siglo XX. Claro que este amor tuvo grandes desafíos en una aldea en transformación, enfrentada, traspasada por el conflicto entre el atraso y el progreso, entre lo atrabiliario y lo innovador.

Guillermo Rothschuh Villanueva, cuya curiosidad experimental y afán por saber de la vida, lo esbozaron en sus años tempranos como travieso, díscolo y rebelde, nos hace saber en ¡Esto es Chontales!que en él rindió excelsos frutos la pedagogía del amor y que con este texto abona a una tierra prodigiosa que lo amamantó, lo cuidó, lo cultivó y lo destacó como hijo dilecto.

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El hilo azul del conocimiento de Guillermo Rothschuh Villanueva, en esta obra se nutre del poeta, del cronista, del sociólogo, del economista, del conocedor de las leyes, del comunicólogo en  plenos poderes, del ser humano escritor en experticia de la vida en provincia y urbe.

Rothschuh Villanueva es un magnífico autor y probablemente sea nuestro único comunicólogo de segundo piso.

¡Esto es Chontales! está estructurado en tres apartados: 1. Todos los caminos llevan a Juigalpa, 2. Chontales inagotable y 3. Personajes urbanos.

Juigalpa como destino de todos los caminos; Chontales como fuente de amor, conocimiento y riqueza inagotables; Juigalpa-Chontales poblados por personajes portentosos cuya inefable existencia real concreta, impide la síntesis del cuento o la recreación de un mundo a través de la novela.

Guillermo Rothschuh Villanueva, uno de nuestros mejores dotados escritores, no desata la ficción literaria, porque la excepcionalidad de estos personajes la hace innecesaria. De ahí su opción por las crónicas de su vida en Chontales.

El hilo del tiempo es claro como el cristal pero también lábil como el ser que lo habita y lo hace. Y en Guillermo Rothschuh Villanueva, este tiempo chontaleño en él nunca se ha ido, él en mente y espíritu jamás se fue de Chontales.

Guillermo mismo lo confiesa en la apertura de su texto: Voy rumbo a Juigalpa, no digo de regreso porque nunca me he ido, sigo habitando el territorio de mi niñez, adolescencia y juventud.

Con mirada implacable de azor en vuelo, relata su descubrimiento de lo real maravilloso de un pueblo, lo mágico de una provincia copiosa en lluvia y soles, nutrida de personajes excepcionales inmersos en una atmósfera –amnios o ethos- particular, la del sin par Chontales.

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En carnaval de prodigiosa escritura como si del Rabelais de MikjailBakthin se tratara, Guillermo instalado en sus recuerdos y deseos, escribe utilizando anacronías; analepsis (hacia atrás) y  prolepsis (hacia adelante), para relatar el tiempo maravilloso de Chontales. Una escritura diáfana, efectiva, económica, producto de una memoria privilegiada y de una mirada amorosa y comprometida.

Guillermo Rothschuh Villanueva, hijo de esta tierra con estas crónicas lanza un grito categórico: ¡Esto es Chontales! Cual campista arreando ganado en los cerros de Hato Grande, llorando un amor en las fiestas de San Caralampio o bebiendo un guacal de chicha bruja en la barrera de Juigalpa, dispuesto a jugarse la vida montando o toreando al bravo astado chontaleño atado al bramadero.

Para esta fiesta brava de sortear su amor por Chontales, Guillermo con ¡Esto es Chontales! confecciona un traje de luces y sombras para vestir y desnudar –al mismo tiempo- al entrañable terruño, con estas espléndidas crónicas de uno de nuestros más excepcionales escritores.

Cultura Chontales archivo

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