La noticia del atentado a la vida del presidente del Cosep y sus acompañantes el pasado sábado siete de septiembre en las afueras de la ciudad de León, cuando regresaban de dejar en su casa al periodista Aníbal Toruño, ha servido para demostrar a la comunidad internacional que continúa el irrespeto a nuestros derechos humanos y puso al descubierto una vez más la total falta de democracia en el país. José Adán Aguerrí, aunque no sea santo de la devoción de algunos, es el presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada, la mayor agrupación de empresarios, a la que ya el orteguismo le ha asesinado a dos vicepresidentes en el pasado: Jorge Salazar y Arges Sequeira Mangas. Con Aguerri también viajaban el empresario Michael Healy, presidente de la Unión de Productores Agropecuarios, para algunos considerado presidenciable, y el comentarista político Jaime Arellano, quien regresó recientemente al país.
Cuando el señor Daniel Ortega en su discurso en el aniversario cuarenta de su ejército clamó porque lo dejaran vivir en paz, en realidad lo que estaba suplicando era que lo dejaran gobernar en paz, lo que en nicaragüense quería decir: Déjenme seguir abusando, atropellando a mi antojo los derechos humanos de los que se oponen a mi forma de gobernar.
El atentado dejó al descubierto lo que a mi juicio será la nueva forma de represión para mantener a raya a los opositores a su gobierno. Me refiero a las turbas “divinas” de ingrato recuerdo por su accionar en la década de los ochenta. Estos grupos con licencia para matar actúan con total impunidad, sabiéndose protegidos por las autoridades, quienes a su vez reciben órdenes de su jefe supremo.
Si no queremos convertirnos en simples testigos de cómo se sigue destruyendo nuestra sociedad, debemos aterrizar y de una vez por todas comenzar a crear las condiciones de la unidad que tanto clamamos. Para esto es indispensable crear un decálogo o compromiso de cumplimiento de quienes acudan a ese llamado. En ese compromiso deben estar plasmados los principios mínimos que animen a esa coalición, entre ellos: comprometerse a asistir a unas futuras elecciones únicamente si existe una observación electoral internacional creíble, participar en esas elecciones si existe una irrestricta libertad de expresión, de manifestación y movilización, comprometerse a asistir a esa futura elección únicamente si se excarcela a los más de cien presos políticos que todavía guardan prisión.
Si no se establecen los compromisos que asumen los que integren la gran unidad, esta nacerá contaminada, pues a ella asistirán los zancudos de siempre con el único objetivo de entorpecerla y muy pronto las noticias no serán de atentados, sino de ejecuciones.
El autor es analista político.