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Dictadura y pobreza

Hoy concluye el asueto extendido que decretó la dictadura con motivo de las Fiestas Patrias, sin duda que para castigar a los empresarios independientes obligándolos a hacer erogaciones sin tener ingresos, y ganar simpatías entre los trabajadores y empleados de los sectores público y privado. Al fin y al cabo es muy difícil que haya personas a quienes no les guste recibir sueldo sin tener que trabajar.

Por su mentalidad socialista rudimentaria los dictadores de Nicaragua no reconocen que el trabajo productivo sostenido es indispensable para crear riqueza y prosperidad. Y aunque lo reconocieran, para ellos lo más importante es la política porque su objetivo supremo es mantenerse en el poder al precio que sea y usar los instrumentos coercitivos del Estado para disciplinar a sus adversarios.

Pero no es solo eso. Para los socialistas populistas como los que detentan el poder en Nicaragua, la promoción de la pobreza es una estrategia política para perpetuarse en el poder. Esta estrategia se basa en el criterio de que el empobrecimiento crea en la gente un sentido de dependencia existencial, pues de esa manera puede ser manipulada con programas sociales demagógicos y dádivas, a fin de mantenerla sometida y tener su fidelidad.

Los populistas de izquierda, para promover la pobreza desestimulan el trabajo productivo, desalientan las inversiones privadas, reducen la cantidad de trabajadores independientes que piensan libremente y tienen criterios propios, fomentan la emigración y la dependencia de las remesas familiares, inventan y extienden asuetos obligatorios que socavan la estabilidad económica de las empresas privadas. A todo esto lo llaman “revolución anticapitalista”.

Pero con esa estrategia perversa no solo promueven la pobreza, sino también la indignidad personal. Hay una enorme diferencia entre satisfacer las necesidades con el fruto del propio trabajo —y la comprensión de que entre más se trabaja es mejor para el bienestar de cada quien—, que subsistir precariamente a base de programas sociales del Estado.

Por supuesto que la promoción y generalización de la pobreza no afecta a los empresarios compinches, ni a los miembros de la cúpula gubernamental y los que medran a su alrededor. Estos tienen a su disposición recursos suficientes y más bien se enriquecen usufructuando el poder del Estado.

En los años de la revolución sandinista de los años ochenta los líderes revolucionarios y sus allegados en el poder jamás pasaron ninguna dificultad, ni siquiera en los peores momentos de la inflación, la escasez y el racionamiento que empobreció absolutamente a la población. Ellos tenían a su alcance todo lo que querían y disfrutaban lujos que eran una obscenidad en aquellas circunstancias tan duras.

Finalmente hay que decir que no es por casualidad que los países desarrollados, ricos y prósperos son aquellos donde se trabaja duro y se fomenta la economía productiva mediante la inversión privada, mientras que los más atrasados y pobres son los que hacen lo contrario, como ocurre actualmente en Nicaragua.

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