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¿Una isla en tierra firme?

El rechazo al ingreso de los miembros de la Comisión de la OEA sobre Nicaragua acompañados de funcionarios de la Secretaría General reafirma la estrategia de los gobernantes en cuanto a escalar su aislamiento internacional a cualquier costo, hasta la autarquía, hasta el autismo, en fin hasta el ostracismo político, por eso su resistencia a las pretensiones de los Estados democráticos del continente que buscan “la defensa colectiva de la democracia” contenida en la Carta Democrática Interamericana, mediante buenas gestiones diplomáticas de alto nivel para encontrar una solución política a la crisis que vivimos en Nicaragua. Por eso se apegan a la letra de la Carta Democrática que en uno de sus artículos menciona el consentimiento del Estado Parte como una especie de veto para neutralizar las funciones de la Organización. Pero en nuestro país no solo hubo una alteración del orden constitucional sino un hecho sin precedentes, como fue la masacre contra manifestantes pacíficos, incluidos posibles crímenes de lesa humanidad, lo que está debida, extensa y profundamente documentado en el informe del GIEI y como lo reafirmó, asimismo, el Informe, las Conclusiones y las Recomendaciones del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Actualmente hay que destacar dos hechos relevantes, uno es que el gobierno está en “guerra” contra su propio pueblo, y dos que le es indiferente lo que piense y demande la comunidad internacional.

Esa “guerra” se evidencia en el aumento cuantitativo y cualitativo de la policía preparada para mantener atemorizada a la población, para usar la fuerza desproporcionada y brutal contra cualquier ciudadano. Para ser más una policía agresora que protectora, para mantener esta especie de estado de sitio de hecho.

En el campo internacional ya escogieron a sus amigos que no son precisamente los nuestros. La política exterior del régimen más parece una de amigos que de Estados. Están llenando el vacío que se está creando alrededor de su “modelo” con los antiguos aliados del jurásico Movimiento de los No Alineados y de países desprestigiados en el conjunto de las naciones modernas, democráticas y desarrolladas.

La OEA es pieza fundamental para buscar una transición que nos regrese a la democracia, a la libertad y a la paz definitiva. Los nicaragüenses somos la parte medular en esa transición.

La alternativa que nos está proponiendo el gobierno es que caminemos inexorablemente y en silencio a “la cubanización” de Nicaragua. A convertirnos en una isla en tierra firme y en el propio centro de las Américas. La Cuba del siglo XXI.

El autor es responsable de relaciones internacionales del partido Ciudadanos por la Libertad (CxL).

Opinión Crisis en Nicaragua Daniel Ortega OEA archivo
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