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El poder y el grisi siknis

Si en algo han fallado las prestigiosas organizaciones de la salud, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización Panamericana de la Salud (OPS) es que no han podido reconocer al poder como una enfermedad fatal. No han reconocido que este, puesto en manos equívocas, puede ser más mortífero que las drogas, el colesterol, el tabaco, el dengue y los accidentes de tránsito, porque el fin de la concentración del poder es exterminar todo sentimiento espiritual, religioso y humano que al final también termina como un virus pernicioso, matando. La Rusia de Lenin y Stalin son los mejores ejemplos de lo que sucede cuando se sustituye a Dios por personas que se creen Dios.

El poder es como el agua salada, entre más se prueba más sed da y las sed parece extenderse a los familiares más cercanos; esposas e hijos. El código genético de la codicia de poder pareciera estar en algún lugar recóndito de algunas de la hélices del ADN que brinda la estructura, el lenguaje, la aptitud hacia la acumulación de riqueza, las relaciones de negocios y los abusos de donde nacen los mitos, los símbolos, las banderas, los rótulos gigantes y los dictadores con sus crímenes cuando ven sus intereses amenazados.

El peronismo ha sido sin duda uno de los mejores ejemplos de los negocios de familia. Eva y Perón formaron en Argentina un gobierno bifronte donde ningún argentino recibía un trabajo sin dar gracias a Perón y Evita. Con ellos en el poder, el fascismo se puso en práctica. La patria se confundió con el peronismo y quien no era peronista era un vendepatria. El peronismo era la fórmula binaria basada en el terror y el miedo que abría y cerraba negocios, que te abría los bolsillos de dinero o te empobrecía. El peronismo fue como una serpiente enroscada en el cuello de los argentinos que si no la sobaban los mordía. Con frecuencia Evita susurraba en el oído de Juan Domingo Perón: “La democracia somos nosotros, cagate en la Constitución Juan”. Y lo hizo, la Constitución que prohibía la reelección presidencial fue modificada y desde entonces, a la fecha, los argentinos siguen pagando los estragos del peronismo.

Los hijos del poder también tienen las mismas ambiciones, una especie de histeria colectiva o grisi siknis enloquece a la familia y les llena de escamas sus ojos cuando se ven rodeados de lujos que jamás imaginaron ni soñaron. Somoza García creyó que su dinastía era sempiterna y arrastró a sus hijos en su desgracia. Igual creyó Saddam Hussein y le pasó lo mismo. Pablo Escobar tenía al menos los escrúpulos de no mezclar a sus hijos en sus negocios ilícitos ni en sus crímenes, “negocio es negocio y familia es familia”, solía decir. En las familias que concentran poder y abusan de él, el poder se amasa en la misma olla, con la misma arcilla, con la misma sangre, con el mismo barro.

El autor es médico.

Opinión Grisi Siknis Nicaragua poder archivo
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