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Nicaragua, vacuna, pandemia, coronavirus

El asesinato nuestro de cada día

Qué contraste con los tiempos del pasado cuando un asesinato era un verdadero escándalo y la Policía se empeñaba verdaderamente en investigar y atrapar a los culpables

Cartas de amor a Nicaragua

Querida Nicaragua: Hoy en día es bastante raro no levantarse cada mañana sin la triste noticia de un asesinato, o de varios de ellos. O es en el norte o el sur o el oeste o el este en las sufridas regiones del Caribe donde la vida parece no valer nada. Las comisiones de Derechos Humanos que han quedado funcionando reciben a diario cualquier cantidad de denuncias de todo tipo: persecuciones, robos a mano armada, hostigamiento a excarcelados, y muchos abusos más, inclusive irrespeto a las iglesias católicas y a las tradicionales procesiones a los santos patrones. Desde los asesinatos masivos de Las Jagüitas, pasando por el asesinato en la cárcel del señor Montes Praslin, hasta el increíble caso del joven Xavier Mojica, secuestrado en plena calle y retenido más de 300 días en la cárcel sin haber cometido delito alguno, hasta llegar al desenlace que no era otro que el rescate de seiscientos dólares que los secuestradores pidieron para entregar el joven a sus familiares. La llamada “Policía Orteguista” secuestrando y pidiendo rescate como en las películas.

Qué contraste con los tiempos del pasado cuando un asesinato era un verdadero escándalo y la Policía se empeñaba verdaderamente en investigar y atrapar a los culpables para que fuesen juzgados como mandan las leyes. Por muy dictadores que hayan sido algunos gobiernos del pasado, el pueblo se sentía seguro en las calles y caminos. En los tiempos de antaño cuando en los caminos rurales se usaba la bestia caballar o la humilde carreta con sus bueyes de recia musculatura jamás se supo de ningún crimen, antes por el contrario había albergues generosos para todos los caminantes. Cuando en los años cincuenta o sesenta entraron al campo las rockonolas y el guaro se vieron riñas dolorosas que muchas veces terminaban en tragedias, pero ese era el pueblo libre, no la autoridad que por el contrario perseguía este tipo de riñas.

Con el orteguismo de hoy es distinto. El pueblo está lleno de temor y es la Policía Orteguista la que siembra la anarquía y la muerte y como en el verso del poeta “son incontables sus muertes y daños”. ¿No se dará cuenta la pareja gobernante que cada asesinato de estos es un baldón de desprestigio que cae sobre su gobierno?

El objetivo de tanta violencia parecer ser una siembra de terror en todas las ciudades y pueblos de la nación. El afán de aumentar el desempleo sugiere que nuestra gente se vaya al exilio y luego reponerla con comunistas de china, Corea del Norte, Cuba y la hez del comunismo mundial para poder terminar con la molestia de la democracia.        

El autor es empresario radial. Fue candidato a la Presidencia de Nicaragua.

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