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pandemia, recuperación, América Latina, Caribe
/ Miguel Rosales Ortega

Cuidado con las reformas electorales

Las eventuales reformas electorales que se avizoran pueden ser una oportunidad para iniciar el proceso de resolver una de las crisis del país: la crisis política, generada —entre otros factores— por cuestionamientos de los gobernados a la “legitimidad de origen” y “legitimidad de ejercicio” de los gobernantes de turno.

Sobre este tema, al margen de valoraciones maniqueas, la respuesta a la pregunta: ¿cuáles son las reformas electorales que necesita el país? es clave para determinar si podrán garantizar legitimidad de origen a los próximos gobernantes de Nicaragua, elegidos libremente por voluntad del soberano a través del sufragio universal, igual, directo y secreto.

Antes de responder a esa pregunta debe sopesarse que no es igual reformar el sistema político que reformar el sistema electoral; y que al reformar el primer sistema también puede reformarse el segundo, pero no a la inversa necesariamente. Como algunos proponentes de reformas no tienen muy claro lo anterior, existe una mezcla bicéfala de respuestas —electorales y políticas— sobre el alcance, contenido y objeto de eventuales reformas electorales.

Unas propuestas oscilan entre la utopía y lo fantasioso —“reformar lo que yo quiero”—, desconociendo que las reformas electorales serán producto final de negociación política; esto obliga a descartar ese modelo ingenuo o soberbio de negociación de “solo yo gano” y sustituirlo por el modelo aterrizado que “Nicaragua gane”. Otras “propuestas de reforma electoral” hacen planteamientos de transformación al sistema político, lo cual no se consigue con una reforma electoral, se logra únicamente a través de una reforma —parcial o total— a la Constitución Política.

Este tipo de propuestas constituye un manifiesto peligro, pues podría ser el fundamento de la iniciativa de reforma que apetece el oficialismo para que la mayoría sandinista en la Asamblea Nacional apruebe —en vez de una reforma electoral— una iniciativa de reforma total de la Constitución Política, abriéndose una caja de Pandora.

Si la pregunta es ¿cuáles son las reformas electorales que necesita el país? Y si el consenso alcanzado por las partes negociadoras es modificar el sistema electoral para garantizar la pureza de los procesos electorales, entonces —ceteris paribus— hay que proponer “reformas electorales técnicas”, basadas en la realidad, conocimiento y experiencia de diecinueve procesos electorales convocados, organizados y dirigidos según la Ley Electoral vigente.

Propuestas —buenas inclusive— que pretendan reformar el sistema político siguiendo el marco constitucional vigente sin previos acuerdos de negociación —dada la actual correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional— al final pueden significar peligro para Nicaragua y los nicaragüenses. Cuidado.

El autor es diputado del PLC.

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