El arzobispo de Managua y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, cardenal Leopoldo Brenes, contó el domingo pasado después de oficiar misa en el Colegio Cristo Rey, de Managua, que alguien le dijo que la Iglesia católica tiene cuatro propiedades. Es una, santa, católica y apostólica, pero falta otra propiedad que se debería poner en el credo: la de que es perseguida.
El comentario surgió en el contexto del recrudecimiento de los ataques contra la Iglesia, provenientes del oficialismo. En las redes sociales se han difundido mensajes en los que aparecen jóvenes militantes orteguistas ante figuras de sacerdotes vestidos con sotanas negras, colgados del cuello como piñatas o ahorcados. En algunas se ha mostrado inclusive un rótulo con la inscripción de odio homicida: “Haga patria, mate un cura”.
El cardenal Brenes restó importancia a esa campaña perversa, atribuyéndola a “muchachos vagos que no tienen qué hacer” y “buscan cómo sobresalir y ganar puntos porque no tienen otra forma”. Dijo esto en referencia a que los jóvenes que aparecen insultando y amenazando a los sacerdotes supuestamente son estudiantes universitarios.
“Es triste que los jóvenes puedan caer en estas tentaciones de burlas hacia las personas”, señaló el cardenal Brenes. “Por muy sencilla que sea una persona… no por mí, sino que por los sacerdotes, creo que eso dice de una juventud que se está formando mal, pero muy mal”. Y con su proverbial mansedumbre cristiana el arzobispo aseguró que para esas personas solo tiene “una oración y una sonrisa, porque prácticamente esto no nos quita nada sino más bien da más fuerza”.
Pero los ataques contra la Iglesia católica no son simples actitudes personales de muchachos irresponsables, ni hechos aislados. Forman parte de una estrategia maléfica de la dictadura de Daniel Ortega, que la viene aplicando sistemáticamente desde julio del año pasado, después de que los obispos que estaban de testigos y mediadores en el diálogo nacional le propusieron como salida de la crisis sociopolítica del país, que adelantara las elecciones pero que fueran libres, limpias y con plenas garantías democráticas.
Además, no es hasta ahora que Ortega y sus adeptos atacan y reprimen a la Iglesia católica, a obispos y sacerdotes. No es posible olvidar que también durante la primera dictadura sandinista, en los años ochenta, la Iglesia fue perseguida implacablemente y con ferocidad diabólica. Y lamentablemente, ahora igual que en aquel oscuro período de la historia nacional, la agresión de la dictadura de Ortega a la Iglesia es respaldada y aplaudida por algunos sacerdotes y supuestos creyentes católicos que prefieren servir a los verdugos.
También hay que decir que lo que está ocurriendo no es solo un conflicto entre el poder político y la Iglesia. Se trata de un grave menoscabo de la libertad religiosa consagrada como don esencial de la persona en la Declaración Universal de los Derechos Humanos; lo mismo que en la Constitución Política de Nicaragua en su artículo 29.
De perseguida a perseguida, LA PRENSA expresa su plena solidaridad con la Iglesia católica y los queridos obispos y sacerdotes.