El ocho de noviembre, el fotógrafo Uriel Molina cumplirá 60 años de edad. Serán sus últimos días en LA PRENSA, en la cual ha trabajado durante dos décadas de su vida, de los 46 años que lleva en esta profesión. Ha sido galardonado en varias ocasiones y sus retratos han hecho escuela en Nicaragua. “He visto parte de la historia del país en primera fila”, dice Molina.
¿Qué quería ser de niño?
Piloto de aviones.
¿A qué le tiene miedo?
A morir con una enfermedad larga. Quisiera que mi muerte fuera fulminante para no sufrir ni hacer sufrir a mi familia.
¿Comida favorita?
Vaho.
¿Lo puede cocinar?
Claro, y algunas compañeras de clases de mis hijos me han pedido que les vaya a cocinar para sus aniversarios (ríe).
¿Una película que le guste?
En busca de la felicidad.
¿Equipo favorito?
Los Yankees de Nueva York.
¿A qué persona viva o muerta le hubiera gusta conocer?
Lou Gehrig, jugador de beisbol.
¿Un defecto?
Soy medio desordenado.
¿A qué artista le ha gustado conocer?
A Raphael.
¿Cuál es el mejor consejo que daría?
No hacer el mal a los demás, que no quiere para uno. Creo que eso es bíblico: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
¿Qué le quita el sueño?
Que me entere que un allegado está sufriendo, que está enfermo.
¿El momento más peligroso de su vida?
Una vez me monté en una avioneta con las llantas ponchadas. Veníamos de Estelí a Managua, pero era la única forma de irnos porque había un cerco de guerrilleros y guardias en tiempos de la guerra.
¿El momento más feliz?
Cuando nacieron mis hijos.