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coronavirus, pandemia, maestro

Sociedad y enfermedad

Una enfermedad social debe entenderse como una enfermedad que afecta al individuo y repercute en la sociedad

El sacerdote en la misa oró así: “Sánanos Señor, de la lepra que padece nuestra sociedad”.

Sí; nuestra sociedad está enferma. Hay una profunda crisis de valores dirán algunos, otros manifestarán que padecemos enfermedades comunes de los países del tercer mundo y no faltarán quienes responsabilicen al autoritarismo, a los políticos vendidos e incluso a una Iglesia que había mostrado una voz apagada, ambigua, no coherente y cohesionada. Pero subyacente hay mucho más.

Es el caso del estudiante de medicina que ante la pregunta del maestro: ¿qué tiene el enfermo? Responde: Tos, sí, ¿y por qué? Y otro dice: en la tomografía veo una neumonía, y el maestro que lo exige: Sí, ¿y qué más? Y resulta que por debajo de la imagen de la neumonía, se esconde un cáncer.

Una enfermedad social debe entenderse como una enfermedad que afecta al individuo y repercute en la sociedad.

Así; debemos escudriñar para diagnosticar el mal que nos está afectando como individuos y repercute en la salud social.

La revolución con su impacto en la estructura social, pregonando la igualdad como premisa de cambio, no alcanzó a establecer condiciones que orientaran este cambio, como son el incremento de la calidad humana del individuo, el respeto por la integridad y espacio del otro a pesar que piense diferente.

En pocas palabras, se hizo la masa sin preocupación por moldearla, mediante educación y mejora de la autoestima.

Gandhi dice: “No puedo concebir una pérdida mayor que la pérdida de la autoestima”. Consecuencia de estos vacíos son actitudes y eslóganes, como “Somos turba, ¿y qué?”, que han marcado la salud social de nuestra gente.

La belleza y fecundidad de nuestra tierra han hecho un nica con tendencia a la ley del menor esfuerzo, romanticoide, soñador proclive a la bohemia, conformista, pero dueño de esa percepción e inteligencia aborigen que mostrara Nicarao; identifica en el latrocinio, corrupción y explotación las lápidas causantes de la pobreza que le aflige.

Frustración, pérdida de la autoestima y conformismo patológico son una tríada que identifican la enfermedad social que padecemos.

Recuperar de este estado donde se combina el abuso crónico de los que han detentado el poder y fortalecer esa alma nica crédula-romántica, nos permitirá volver a vivir en y de nuestra tierra que mana “leche y miel”. “En Dios confiamos”.

El autor es médico

Columna del día Enfermedad sociedad archivo

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