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Los enfermos y los sanos del alma

Monseñor Carlos Avilés, párroco de la iglesia del Santo Cristo en Las Colinas de Managua, declaró que los policías que asediaron el templo y hostigaron a los feligreses, el jueves y viernes de la semana pasada, son personas “enfermas”.

El templo del Santo Cristo y otros en Managua y diversas ciudades del país, fueron cedidos por la Iglesia católica para que sirvieran como centros de acopio de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad, para ser distribuidos entre presos y excarcelados políticos que por la represión sufren graves necesidades, personales y familiares. Pero los inhumanos policías quieren que la gente se muera por hambre o inanición.

Suponemos que al decir que son personas enfermas, monseñor Avilés se refiere a que sufren la enfermedad del alma, por su obsesión en castigar de manera despiadada a personas e instituciones a las que tienen como enemigos. Es una enfermedad del alma inducida por la dictadura con su irracional prédica de odio.

Se sabe que en general la enfermedad es una “alteración más o menos grave de la salud”, según la definición del Diccionario de la RAE. Pero también la define como una “pasión dañosa o alteración en lo moral y espiritual”. Lo mismo que como una “anormalidad dañosa en el funcionamiento de una institución”.

De manera que tiene razón monseñor Carlos Avilés, al decir que son enfermos los policías represivos que tratan a las personas como a enemigos, y las maltratan, pero también la institución policial que sufre una anormalidad dañosa por estar al servicio de una dictadura cruel y ser ciega ejecutora de su política de odio.

La sabiduría del sacerdote emana sin duda de su conocimiento profundo e interpretación precisa de la Biblia, que en el Evangelio de Lucas dice que Jesús fue enviado por el Espíritu del Señor “a sanar a los quebrantados de corazón”. Quebranto que vincula con la opresión, pues agrega el texto evangélico que Jesucristo ha sido enviado “a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”.

El filósofo alemán Emmanuel Kant reflexionó   que “la humanidad es una madera torcida y a partir de esta una tabla recta no puede ser cortada”. Pero la religión en general y la cristiana católica en particular, sostiene y demuestra que con ella sí se puede curar la enfermedad del alma y, por lo tanto, que de la madera torcida es posible cortar una tabla recta.

Con la revolución de abril, como se le llama al torbellino de acontecimientos ocurridos desde el 18 de abril del año pasado, unos nicaragüenses han dado terribles muestras de su torcedura y enfermedad del alma, matando, torturando, reprimiendo sin piedad a sus víctimas indefensas. Pero son muchas más las personas que han demostrado inmensa calidad humana, coraje, solidaridad y amor al prójimo.

La explicación de esto es que, como dicen los sabios, en el interior del ser humano puede haber profundos y oscuros abismos de maldad, pero también elevadas cumbres de generosidad. O sea, que así como hay enfermos del alma también hay personas sanas de espíritu que son los líderes morales de la sociedad.

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