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Turberos de la dictadura asaltan a manifestantes en complicidad con la Policía Orteguista

La víctima de esta historia apareció de la nada, camiseta a rayas, con lentes y mochila al hombro, delgado y blanco; sacó su celular y caminó de norte a sur, sobre Carretera a Masaya

Los policías orteguistas no se movían, formaban una barrera mientras sostenían sus escudos transparentes a la altura de su pecho; eran más de cincuenta hombres y algunas mujeres que impedirían a cualquier costo que el grupo de nicaragüenses que tenían enfrente pisara la calle. Atrás del cordón policial estaban diez patrullas que nunca callaron sus sirenas ruidosas. Del otro lado de la calle, estaba un hombre que le ayudaría a otro a robar un teléfono en las narices de la Policía.

Del otro extremo de la calle de donde estaban los manifestantes, había tres hombres con casco de motociclista y chaquetas.

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También se les conoce como “turbas orteguistas”, fanáticos del régimen orteguista cuya misión es asediar a autoconvocados.

La víctima de esta historia apareció de la nada, camiseta a rayas, con lentes y mochila al hombro, delgado y blanco; sacó su celular y caminó de norte a sur, sobre Carretera a Masaya, cerca de la zona Movistar, parecía que narraba como si estuviese en un video en vivo.

Grababa el desborde policial y a la gente gritando consignas de libertad por los presos políticos. De repente, su cámara se topó con las turbas al otro lado de la vía.

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Los hombres se percataron que el joven los filmaba y en seguida, se voltearon tratando de ocultarse. El joven seguía grabando cuando tres hombres llegaron en una motocicleta: dos eran policías y uno civil. Un policía y el civil se bajaron.

El parapolicía que bajó de la moto se lanzó contra el joven e intentó quitarle su teléfono de una vez, pero el muchacho se resistió. De cerca observaban varios policías.

Empezó el forcejeo, el chavalo de lentes luchaba contra su agresor tratando de evitar que le robara el teléfono, ante la mirada de dos agentes de tránsito, que observaban la agresión sin inmutarse ante la comisión de un delito.

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Algunas personas que estaban en el plantón se percataron del robo y empezaron a gritarle a los policías que estaban asaltando al joven, pero los policías orteguistas no respondían; la prioridad no era proteger a los ciudadanos, sino reprimir a los manifestantes.

El joven luchó hasta donde pudo, pero sus fuerzas fueron doblegadas cuando otro de los turberos, uno de los que antes había grabado apareció en escena, lo tomó por la mochila, después lo zangoloteó por el hombro, mientras guiñaba su camiseta. Fue el momento preciso para que el de camisa negra huyera con el celular. Se lo robó.

El muchacho de lentes logró zafarse. Con señas y sin sus lentes, la víctima dijo hacia las cámaras de los periodistas que desde lejos seguían su tragedia, que le habían robado.

Dos periodistas intentaron salir del cordón policial impuesto al plantón cívico para entrevistarlo, pero la policía del dictador Daniel Ortega en seguida movió a sus hombres que impidieron la cobertura periodística.

No había dos policías, sino cientos de ellos que pudieron evitar el robo, pero no lo hicieron, prefirieron reventar las chimbombas azul y blanco que los manifestantes les lanzaban desde las gradas de la cafetería.

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