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Milagritos Cuarezma, niña, asesinato

Los restos de Milagritos fueron encontrados en las orillas del lago de Managua. LA PRENSA/Reproducción Yuri Salvatierra

Grandes crímenes | Milagritos Cuarezma, la niña que fue asesinada y llevada a orillas del lago de Managua en 1949

Su mamá la envió a la venta a comprar leche y avena y la niña de seis años jamás volvió. Este crimen, que horrizó a Nicaragua hace 70 años, quedó en la impunidad

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Este reportaje fue publicado en el Periódico HOY en abril de 2019

En la Managua de 1949, Milagros Cuarezma, de 6 años de edad, vivía con sus padres a media cuadra del Teatro Trébol. El primero de agosto de ese año, exactamente a las 6:00 de la mañana, su madre, Juana Castellón, la mandó a la venta a comprar leche con un tarro de avena. La niña fue, pero jamás regresó.

Las intensas búsquedas por los barrios aledaños fueron en vano, no había rastro de Milagros y ya se presentía lo peor. En efecto, el 9 de agosto de 1949, LA PRENSA publicó que unos muchachos encontraron huesos y un cráneo pequeño en las riberas del lago Xolotlán.

Tras el aviso de los vecinos, Juana Castellón, junto a su esposo, el sargento de sanidad Pedro Pablo Cuarezma, corrieron al lugar con el Cristo en la boca. Solo les bastó ver un trapo rojo, una batita y el tarro de avena, para confirmar horrorizados que se trataba de Milagritos.

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Isaura Castellón, abuela de la niña, también llegó a ver los restos. Entre llantos y a punto del desmayo, culpó públicamente a Olga López con la que había tenido disgustos tiempo atrás. Se supo también, que en esas discusiones, la acusada arremetió contra la madre de la niña diciéndole: “Se va a arrepentir toda la vida”.

Olga López, sostuvo en todo momento que era inocente. LA PRENSA/Reproducción 

Tales declaraciones bastaron para que las autoridades señalaran a Olga como principal sospechosa del crimen y extendieran una orden de captura inmediata. Lo que extrañó a los oficiales al llegar a su casa fue su ausencia.

Los hermanos Francisco y Octavio Zúñiga, quienes vivían con ella y le ayudaban a pagar el arriendo, refirieron que la mujer había viajado a Diriamba con urgencia y que no sabían nada referente a la pequeña Milagros, pese a que vivía a pocas cuadras. Ambos fueron apresados, junto con el amante de Olga, Antonio Gallo. Ella se entregó a la Policía al día siguiente con la firmeza de “quien no la debe, no la teme”.

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Rodolfo López Varela, alias Chumequita, un niño de ocho años, vivaracho y entrometido, fue quien prendió el ánimo de la prensa sensacionalista de la época. Sus declaraciones fueron del todo comprometedoras: “Olga le dijo a la niña ‘vamos a comer sandía’, ella respondió ‘bueno’ y se la llevó de la mano (a su casa)”, relató el pequeño a las autoridades.

“Chumequita” fue quien supuestamente miró cómo Olga asesinó a Milagritos. LA PRENSA/Reproducción 

Otras revelaciones de Chumequita, que publicó LA PRENSA el 27 de agosto de 1949, eran que a través de unos orificios en la puerta de Olga él miró cómo esta hizo “tasajos” a la niña, con ayuda de su vecina, Estebana Munguía. “Metieron (sus carnes) a una lata y la pusieron a cocer en el patio… la Estebana cogió tres tinamastes para poner la lata y (Milagros) estuvo dos días cociéndose”, añadió Chumequita.

Managua entera se espantó con la chocante descripción del asesinato: “¡Pobre niña, lloró mucho! ¡Fue un ritual satánico! ¡La hicieron jabón!”, eran algunas de las frases que resonaban en las calles. Tras el siniestro testimonio, las autoridades solicitaron una inspección exhaustiva en la casa de Olga López (quien seguía presa en la cárcel de La Aviación).

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Logró incautarse un cuchillo, aparentemente ensangrentado, un vestido de Olga, también con gotas de sangre. Una fotografía con manchas rojas y un tarro que contenía cabello. Todo sería examinado por el forense.

Estebana Munguía era la otra pieza reveladora en las afirmaciones de Chumequita, pero lo real es que esta mujer ya había sido implicada en el caso, desde el día que encontraron los restos. En horas de la tarde, una turba de familiares y personas que conocieron a la niña “intentaron lincharla”, escribió LA PRENSA.

Así publicó LA PRENSA en esos días. LA PRENSA/Reproducción: Yuri Salvatierra

La razón, según Isaura Castellón, abuela de Milagros, fue porque esta también había tenido un pleito con ella. Munguía fue llevada a la cárcel El Hormiguero y liberada al día siguiente (10 de agosto de 1949). No corrió la misma suerte después que Chumequita la implicó en el crimen. Fue capturada en el Campo Bruce y el 31 de agosto de 1949 dijo a LA PRENSA y a las autoridades: “Yo ayudé a descuartizar a la Milagros”.

¡Fue horrible!

Algo pasó en su cabeza o en su conciencia, pero luego de mantenerse en silencio y distante del crimen de Milagros Cuarezma, Estebana Munguía, la joven de 22 años que trabajaba como doméstica en la casa vecina a la de Olga López, ofreció un testimonio de la masacre de la niña que casi provocó una histeria colectiva.

Munguía admitió que Olga le dio a beber a Milagros una poción que le había llevado uno de sus amantes, el chino Armando Quant, “creo que era soda cáustica”, agregó. Relató que la niña, segundos después, cayó retorciéndose del dolor y le pidió a Olga que no la matara, que le iba a cantar “El patito”. Los detalles posteriores enloquecieron a los habitantes de Managua; a Milagritos la tasajearon, la cortaron en pedacitos y finalmente llevaron los restos a la costa del Lago.

Estebana Munguía aseguró que decía la verdad, pero cuando la llevaron a casa de Olga para que señalara el lugar exacto en donde se llevó a cabo el crimen, desvarió mucho, cambió sus versiones y se lavó las manos diciendo: “Olga mató a Milagros por un taco de jabón… al malo se castiga y yo no voy a encubrir una falta”.

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Las inconsistentes versiones de los testigos y la falta de pruebas que certificaran la culpabilidad de los acusados alargaron el caso de Milagritos Cuarezma e impidieron su aclaración para siempre. Las autoridades no tuvieron más opción que ir liberando uno a uno a los implicados en el crimen.

Iniciaron con Estebana, luego los hermanos Francisco y Octavio Zúñiga, Antonio Gallo, el chino Armando Quant, y finalmente Olga López, que según la publicación del 21 de septiembre de 1950 en LA PRENSA, salió de la cárcel la Aviación a las 11:50 de la mañana y se montó en el taxi número 128, un Oldsmobile azul, “presa de nerviosa alegría y saludando con un ‘adiós muchachos’ a sus guardianes de 10 meses y 10 días”.

¿Olga es inocente?

Un cuchillo, un pañuelo, un vestido ensangrentado, una fotografía con manchas rojas y un tarro que contenía cabello fueron las pruebas que usó la Policía para sospechar de la inocencia de Olga. Pero los laboratorios de sanidad señalaron que lo que parecía sangre, en la foto, el vestido, el cuchillo, el pañuelo, era anilina roja o manchas de óxidos férricos.

El cabello pertenecía a una persona adulta y no a una niña.

Estebana Munguía convenció al contar detalladamente el crimen de Milagros Cuarezma, pero LA PRENSA publicó el 9 de febrero de 1950 una nota en la que el doctor Buitrago Ajá, calificaba a Estebana de “neurótica y enferma mental”.

Joaquín Cortés César, director del Manicomio, se encargó de examinar a Estebana. Determinó que estaba loca y padecía de hipertiroidismo. “Su edad mental es de un niño de ocho años”, dijo en una publicación de La Prensa, el 3 de marzo de 1950.

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El 17 de marzo Estebana Munguía fue declarada inocente y llevada al Manicomio pues los informes médicos dictaminaron que no tenía cura y podría empeorar. En un momento de lucidez, la enferma aceptó que había dicho falsedades y que en realidad ella no sabía nada del caso de Milagros Cuarezma. Todo fue producto de su locura.

“Chumequita”, el inventor

Rodolfo López Varela, alias Chumequita, resultó ser un niño con gran imaginación. LA PRENSA publicó el 27 de enero de 1950 que este había mentido en todas sus declaraciones y él mismo lo aceptó.

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“Yo no miré a Olga matar a Milagros, solo la miré hablar con ella. Dije eso porque un muchacho me dijo que si no decía eso de Olga me meterían preso”, contó el pequeño.

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