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El discurso orwelliano de Daniel Ortega

En la celebración del cuarenta aniversario del Ministerio de Gobernación (fundado en 1979 como Ministerio del Interior, Mint), Daniel Ortega dijo cosas tan absurdas que moverían a risa si no fuera porque estamos sufriendo una tragedia sin precedentes en la historia nacional.

Lo más divertido en el discurso de Daniel Ortega pronunciado el martes de esta semana, fueron sus palabras acerca de que “libertad, democracia y justicia, van unidos, no puede haber libertad sin democracia”.

Esto lo dice un dictador totalitario que ha suprimido prácticamente todos los derechos democráticos de los nicaragüenses, que estrangula la libertad de expresión y de prensa, que eliminó el Estado de derecho y se mantiene en el poder a base de fraudes electorales, extorsiones y una represión letal que ha sido verificada y denunciada por los organismos internacionales de derechos humanos.

Como era de esperar, Ortega elogió la labor represiva de los carceleros de la dictadura. “Trabajar en el sistema penitenciario no es fácil –dijo– y tenemos que reconocer la labor de los compañeros porque de repente tienen que enfrentar situaciones difíciles”. Y agregó que necesita más inversión para tener más prisiones supuestamente “en condiciones más humanas”. “En esa dirección trabajamos”, sentenció el orwelliano dictador nicaragüense.

Decimos orwelliano, porque Ortega usa el típico lenguaje de los dictadores totalitarios descrito por George Orwell en su obra 1984, una perversión de las palabras que invierte su sentido y llama trato humanitario a la tortura, libertad al cautiverio, bienestar y prosperidad a la miseria, democracia a la dictadura, paz a la guerra, normalidad a la zozobra, etc.

Acerca del régimen carcelario elogiado por Ortega, solo hay que recordar el informe sobre Nicaragua que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) presentó el 3 de septiembre recién pasado. En este informe se dice que “desde agosto de 2018 un número considerable de mujeres y hombres privados de libertad en el contexto de las protestas y luego acusados de delitos comunes, fueron sometidos a tortura y/o malos tratos, tanto físicos como psicológicos, tales como golpizas, registros corporales ilegales, amenazas de muerte y amenazas a las familias”. Y agrega que “Oacnudh también documentó casos de violencia sexual y de género contra mujeres, incluso tocamientos inapropiados y amenazas de violación.”

Tanto en el informe del organismo de Naciones Unidas, como en los de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y sus comités complementarios, y en los de Amnistía Internacional, se abunda en detalles de las brutales violaciones a los derechos más elementales de los presos políticos de ambos sexos y distintas edades. Y ellos mismos, al ser excarcelados han descrito los horrorosos maltratos carcelarios sufridos en prisión.

Sin duda que en materia de inhumanidad carcelaria, el actual régimen de Daniel Ortega ha superado a la primera dictadura sandinista, la de los años ochenta, y a la dictadura somocista. Y por otra parte, si tanto le gustan al dictador Ortega las palabras democracia, libertad y justicia, ¿por qué no acepta el reto de convocar a elecciones verdaderas, libres, competitivas y vigiladas internacionalmente?

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