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Harold Martínez, supermercado

Harold es un orgullo para sus padres. El joven de sonrisa fácil y enamorado de los números. HOY/Jader Flores

Cómo Harold Martínez sin poder hablar ni escuchar se convirtió en cajero en un supermercado en Managua

Harold Miguel Martínez es el menor de tres hermanos que nacieron con una deficiencia genética: ni hablan ni escuchan. Esta es su historia de superación

Por esas circunstancias que no hallan explicación en lo humano, un matrimonio dio a luz a tres hijos con una misma condición: no oyen ni hablan. Harold Miguel Martínez  es uno de ellos y el menor de los tres.

Fue duro para sus padres conocer que su primer hijo nació con la deficiencia y el sufrimiento se repitió dos veces más con una niña y luego con Harold.

Harold Martínez es un orgullo para sus padres. El joven de sonrisa fácil y enamorado de los números, asegura que el camino no ha sido sencillo, pero tanto él como sus padres pudieron con los obstáculos.

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Es cajero y atiende sin ningún problema una caja de pago en un supermercado de Managua. Su condición —nos explica a través de la intérprete de señas Piroska González— es de origen genético.

Desde hace cuatro meses, Harold labora en el supermercado La Unión, en Bello Horizonte. Su trabajo lo obtuvo a través de una feria de empleos realizada por Walmart.

Para que los clientes sepan que no puede ni escuchar ni hablar hay un rótulo a la par de su caja que dice: “Caja inclusiva. Soy un asociado con discapacidad auditiva. Es un gusto atenderle”. En caso de tener una dificultad, hay un intérprete que le asiste.

Harold cuenta que a pesar de su condición auditiva, su experiencia laboral es muy buena porque “mis compañeros de trabajo me han tratado muy bien. Trato de comunicarme con ellos por medio de la escritura porque algunos no me comprenden ”, explica.

HOY/Jader Flores

Independiente

Pese a que sus padres son dueños de una ferretería en el mercado Oriental, Harold decidió laborar por su cuenta en empresas privadas, como una manera de mostrar independencia de sus papás, quienes le han ofrecido empleo en el negocio.

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El joven cajero ha demostrado que es capaz de salir adelante como cualquier persona. “Lo único que me dicen (mis compañeros de trabajo) es que soy muy serio. Bromean conmigo, me tratan súper bien. Todos somos amigos, sonríen y me saludan”, dice Harold.

El joven se declara amante de los deportes. Actualmente, practica natación y su destreza en esa disciplina lo ha llevado a obtener valiosas medallas por su destacada agilidad en las competencias.

El futuro

Hace un buen tiempo Harold quiso ser maestro de escuela para enseñarles a los niños el lenguaje de señas, pero confiesa que los números lo han seducido más y no oculta su atracción por ser contador profesional.

Pese a tener una relación de noviazgo de dos años y medio, los planes de matrimonio para Harold no son de momento una prioridad. “Las personas con discapacidad no somos personas diferentes a los demás, tenemos una discapacidad, pero igual podemos trabajar, podemos estudiar, podemos ir a la universidad y tener una familia”, manifiesta.

Este joven luchador se ha propuesto atacar el estigma que tienen las personas con discapacidad y quiere demostrar que son capaces de hacer cualquier cosa como el resto del mundo. “Yo conduzco —dice—. Me decían de que no podía manejar. Mis padres se enojaron cuando les dije que yo quería aprender a conducir y que mi discapacidad auditiva no era obstáculo. Entré a la escuela hace tres años y ya manejo”, cuenta.

Eficiente trabajador

Sus compañeros de trabajo sienten por este joven de 24 años una profunda admiración, lo respetan y le tienen cariño.

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“Harold ha sido una persona que desde el primer momento ha estado dispuesta a aprender y a integrarse a sus compañeros, y abierto al don de servicio”, expresa Mario Moncada, encargado de asuntos corporativos de Walmart en Nicaragua.

“Hay que reconocer el esfuerzo de él, que quiere seguir creciendo. Tiene buen desempeño y ojalá que sea ejemplo para otras personas que quieran integrase”, agrega Moncada.

La sociedad por años mantuvo la falsa creencia que las personas con condiciones distintas debían quedarse en casa bajo el cuido de otros. El tiempo ha demostrado que era un error.

“Mis compañeros de trabajo me han tratado muy bien. Trato de comunicarme con ellos por medio de la escritura porque algunos no me comprenden ”, explica. HOY/Jader Flores

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