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El anarquista de seguridad

La pregunta a la que más miedo le tienen las gerencias de empresas de alta confiabilidad operativa: ¿Ha mejorado en verdad el desempeño de SO de esta compañía en los años recientes?

Es el título de uno de los libros más recientes del holandés Sidney Dekker, reconocido experto mundial del tema de investigación y análisis de accidentes industriales, quien aborda aquí “los lados más brillantes del anarquismo”, aplicados al concepto de Seguridad Operacional (SO).

La temática abordada por este brillante scholar —quien vive en Australia y ha publicado más de una docena de importantes libros sobre la temática, profesor y visitante distinguido de diversas universidades de primer nivel— señala que, contrario a la creencia convencional de una administración de riesgos rígida, inamovible, vertical, reglamentada; se debe más bien procurar un enfoque de guerra de guerrillas para prevenir accidentes.

El libro es una declaración —o más bien un manifiesto— acerca de los problemas de la administración tradicional de SO, encuadrando la pregunta a la que más miedo le tienen las gerencias de empresas de alta confiabilidad operativa: ¿Ha mejorado en verdad el desempeño de SO de esta compañía en los años recientes?

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La pregunta no es trivial ni aventurada, puesto que, en muchas organizaciones de diversa índole, incluso en aquellas que se desgañitan gritando que la seguridad es lo número uno; que es la primera prioridad; que cero es nuestra meta— entre otros platos de babas sin reflexión ni entendimiento— la verdad es que ha habido un estancamiento de los resultados, un rock bottom— en donde no se han podido remover los obstáculos sucesivos que impiden mejorar el desempeño preventivo organizacional.

El autor critica acérrimamente la absurda burro-cratización de la SO. Es que en realidad la percepción y función real de algunos procedimientos internos, políticas, estándares, prácticas operativas, siguen un principio de promover y premiar la obesidad mórbida administrativa.

Aquello de que “si no es complejo, no funciona”, está en el punto de mira de ese autor —y de los miles, afirmo—, de quienes seguimos sus publicaciones y conferencias con devoción.

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Los temas de enfoque de gestión de SO basada solamente en cumplir para no ser multado —más no en una verdadera creación de cultura—; la administración mediante el miedo o temor a las represalias; la duplicación y absurdez de tantos y extensos procedimientos que más bien buscan la complicación infinita de lo que debiera ser ágil y versátil; los enfoques administrativos contraproducentes; la papelística —producción masiva de formularios y copias sin sentido—, entre otras evidencias de que lo que cínicamente se busca es la protección del propio trasero —pero no de la colaboración en una operación sin fallas—, son taras de conocimiento colectivo organizacional, pero lo más lamentable, es que no obstante ese espejismo de falsa seguridad, los accidentes industriales siguen ocurriendo; a veces, hasta con mayor frecuencia y grado catastrófico.

Es absurdo pretender extenderme en 700 palabras sobre la intensidad de la publicación de ese autor, pero como corolario, insta a las empresas a revisar críticamente sus prácticas actuales, en donde la confusión, la rigidez, el falso celo de seguridad, son contaminantes graves, que aunados a anacrónicas prácticas de administración vertical —a imagen y semejanza de las configuraciones fallidas de los ejércitos antiguos— son más bien precursores comprobados de accidentes.

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En la gestión de SO las organizaciones debieran reconfigurarse en unidades más pequeñas, versátiles y entrelazadas, con autonomía para tomar decisiones y enfrentar aquellos problemas preventivos, en los cuales la organización entera pudiera ser muy grande para resolver situaciones puntuales —acaso muy pequeñas—; pero también muy pequeña para solucionar una diversidad de temas que surgen en infinitos procesos de pensamientos individuales.

Empoderamiento del personal de las diversas unidades productivas, autonomía y latitud para corregir situaciones particulares eficientemente; promover la innovación como una disciplina popular y no como un don privativo de genios; el planteamiento sin censura de nuevos métodos de trabajo; estructuración de equipos con diversidad operativa; la facilitación de la colaboración eliminando silos, los “grupismos” y las nocivas banderitas internas; son temas que las organizaciones —las gerencias— deben poner en su agenda permanente.

Los enfoques tradicionales han alcanzado topes de desempeño que no pueden ser superados sin una configuración similar a la guerra de guerrillas, estableciendo la gestión en formato irregular, contra un oponente también irregular, como es el amplio espectro de las causas de los accidentes industriales.

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