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Pedro Ramos jugó durante 15 temporadas en las Grandes Ligas y capturó 117 victorias en su carrera. LA PRENSA/ARCHIVO

Pedro Ramos en la víspera de sus 85 años recuerda las anécdotas con dos leyendas de Grandes Ligas: Ted Williams y Mickey Mantle

Pedro Ramos nació en 1930, pero no solo no se mueve como un anciano, sino que entrena a jóvenes y niños en Estelí y también va al gimnasio

En línea recta hacia sus 85 años, Pedro Ramos debería estar más pendiente de sus bisnietos y de sus pastillas, pero en lugar de eso, desarrolla una rutina diaria en un gimnasio, entrena a los lanzadores del Estelí Sub23 y le pasa tanda a niños que inician en el beisbol.

“El beisbol ha sido mi vida y mientras pueda, estaré en un campo”, señala Ramos, quien nació en abril de 1935 en San Luis, Pinar del Río, Cuba. Lanzó durante 15 años en Grandes Ligas y atrapó 117 victorias, la mayoría para los discretos Senadores de Washington.

Aunque no fue propiamente un ponchador, a Ramos se le conoció como un lanzador fuerte, de disparos veloces y mucha consistencia en la colina. En siete ocasiones ganó más de diez partidos, seis veces lanzó más de 200 entradas y completó 73 juegos en su carrera.

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“Pienso que tuve una carrera muy decente en las Grandes Ligas. Tuve la mala fortuna de ir a los Senadores en una época en la que no era un buen equipo y costaba ganar. Luego al ir a los Yanquis sentí la diferencia, pero estoy contento con lo que hice”, asegura el cubano.

El jonrón de Mickey Mantle

Tan cercano como el puro de tabaco que Ramos lleva a su boca constantemente, así lo ha perseguido cada día el jonrón que Mickey Mantle le conectó el 30 de mayo de 1956. Se ha estimado que el batazo llegó a 620 pies y quedó a 18 pulgadas de salir del parque.

“Recuerdo que ese año le dije a Mantle, ‘oye Mickey, ¿tú crees que sea necesario darle tan duro a la bola para conectar un jonrón?’, a lo que el artillero de los Yanquis contestó, “no te preocupes, yo le bateo jonrones a todo el mundo”. Pedro estaba en su segunda campaña.

Para 1964, Ramos ya era un veterano y los Yanquis lo adquirieron desde Cleveland. En un mes tuvo marca de 1-0 y 1.25 con ocho salvamentos, 21 ponches en 21.1 innings. Para él fue un sueño hecho realidad. Finalmente jugaba para el equipo del cual era un fanático.

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“Jugar a la par de todas esas estrellas a las que admiraba, fue un sueño hecho realidad. Ahí estuve tres temporadas y mi labor fue de relevista. Como me canjearon tarde, no pude ir a la Serie Mundial de 1964, pero siempre me enorgullece haber jugado ahí”, asegura.

El autógrafo de Ted Williams

Durante la temporada de 1955, la de su debut en las Grandes Ligas, Ramos se enfrentó al legendario bateador de Boston, Ted Williams, y lo ponchó. Ramos pidió la bola al juez y le solicitó a Williams se la firmara, quien no lo hizo propiamente con mucha cordialidad.

La siguiente vez que se enfrentaron, Williams le disparó jonrón a Ramos y de acuerdo al ex “as” del picheo de Boston en la década de los cincuenta, Mel Parnell, mientras trotaba por tercera, Williams le grito al cubano, “si encuentras esa bola, también te la firmo”.

“Tuve bastante éxito contra Boston en mi carrera. Si el dato no está equivocado, creo que les gané más de 20 veces y sí, con Williams me pasó esa anécdota, pero él fue muy gentil conmigo, incluso llevé a mi papá para que lo conociera en una ocasión”, dice Pedro.

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Conocido como el “Cuban Cowboy” (Vaquero cubano), Ramos ha sido un personaje muy pintoresco. En su juventud era normal verlo con pistola al cinto, sombrero y botas texanas. Incluso en un momento pretendió cambiarse de Pedro Ramos a Pete Bouquets.

Sus roces con Portobanco

Una vez concluida su carrera, Ramos se desempeñó como coach de lanzadores en nuestro país. Primero lo hizo en 1972 y luego en 1994. Las dos experiencias no terminaron bien. Primero se le vinculó a una amante de Somoza. Luego se peleó con Heberto Portobanco.

“Lo primero fue un rumor sin fundamento. Lo que tuve con la señora Dinorah fue amistad, pero se me pidió que saliera del país rápidamente por seguridad y luego con Portobanco, lo que pasó es que creo que él hablaba sin pensar, pero no era una mala persona”, señala.

Ramos entró en contradicciones con Heberto y ante la llegada de Wilfredo Calviño, quien lo sustituyó como entrenador general, Pedro fue reubicado como coach de picheo. Y en una ocasión, cuando le consultó a Heberto sobre dónde ubicarse, la respuesta lo sorprendió.

“Le consulté que, si me iba al bullpen con los lanzadores o si me quedaba junto a él, como se hace en Grandes Ligas, y su respuesta fue: ‘por mí, andate a la verga’. Y me fui”, dice Ramos sonriente, justo como es normal verlo continuamente en las calles de Estelí.

Ha bajado el talento

Desde mediados de los años noventa, Ramos radica en Nicaragua. Vivió el apogeo de los Indios del Bóer con Nemesio Porras, Barney Baltodano y Ramón Padilla como líderes. De igual forma vio la consolidación de otra gran cantidad de figuras de beisbol nacional.

“No quiero sonar como esas personas que solo dan crédito al beisbol de su época, pero mira aquí mismo en Nicaragua, yo no he visto a otro jugador como Nemesio, otro Padilla, otro Próspero González. Y si nos vamos para atrás, a los setenta, es igual”, explica Pedro.

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Ramos está vinculado al equipo de Estelí Sub23 y eso lo mantiene próximo a jóvenes a los que intenta ayudar a mejorar su mecánica y habilidades, pero asegura que el proceso no es fácil para conseguir dar un salto de calidad y poder competir en el siguiente nivel.

Pedro se marcha del estadio y aborda un carro sencillo, pero bien decorado, al estilo de un joven, justo como siempre se ha sentido, a pesar de que en abril próximo llegará a sus 85 años, pero como nadie es viejo mientras tiene salud, parece que hay Ramos para rato.

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