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Juana Francis Puerto, 48 años, en su primer día de huelga de hambre en apoyo a las madres de los presos políticos de Nicaragua. Foto/ Cortesía

La historia de la mujer que cumplió cuatro días de huelga hambre en Estados Unidos en respaldo a las madres de los presos políticos de Nicaragua

Juana Francis Puerto salió de Nicaragua hace 31 años, decepcionada de la revolución de los sandinistas. Ahora hace activismo desde San Francisco, California, contra la dictadura de los Ortega Murillo

Hace más de treinta años Juana Francis Puerto salió de Nicaragua porque pudo ver “la verdadera cara de la revolución sandinista”, que a su juicio funcionaba bajo la consigna “Todo para los comandantes, nada para el pueblo”.

Hoy apoya las protestas ciudadanas contra la dictadura de los Ortega Murillo desde San Francisco, California, y recientemente se sometió a una huelga de hambre en respaldo a las madres de los presos políticos que fueron asediadas en Masaya.

Cuando vio en las noticias de Nicaragua que un grupo de madres había iniciado una huelga de hambre por la liberación de sus hijos, Juana Francis se sintió contenta. Pensó que era bueno que no se quedaran calladas, porque sabe “que como madre sería muy triste que un hijo de uno esté preso y uno no pueda hacer nada para liberarlo”.

Sin embargo, pronto su alegría se esfumó para dar paso a la desolación. Un cerco de policías armados asediaba a las madres en la iglesia San Miguel, el padre Edwin Román estaba descompensado y pasarles agua era un delito penado con prisión. Entonces decidió iniciar también una huelga de hambre, para llamar la atención sobre el tema.

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“Cuando mire que por las ventanas les querían pasar el agua eso me llenó de desolación, de tristeza, pensé que como cristiana y como nicaragüense era mi obligación hacer un llamado desde afuera para que el gobierno las dejara libres”, relata. “No tuve necesidad de tomarme la iglesia en un acto de protesta, hice ayuno afuera de la iglesia San Antonio en un acto de solidaridad, porque esta iglesia es bastante popular en la comunidad de nicaragüenses de esta zona”.

A la protesta de Juana Francis Puerto se unieron personas de distintas nacionalidades. LA PRENSA/ Cortesía

La huelga

Este sábado 23 de noviembre, en el cuarto y último día de su huelga, Juana Francis, de 48 años, ya se sentía cansada; pero estaba segura de que su estado era mucho mejor que el de las madres nicaragüenses. Para empezar, ella no ha sufrido el estrés de tener un hijo preso, dice. Además, “aquí al menos puedo beber vitaminas, puedo beber agua las veces que me dé mi gana, las personas me regalan bufandas, me pueden dar un abrazo y no hay una barrera de militares en medio”.

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La nicaragüense realizó su protesta en las afueras de la iglesia San Antonio, en el corazón de San Francisco, y luego de la liberación del padre Edwin Román y de las madres que protestaban en Masaya, decidió prolongar la huelga un día más, dedicándolo a los presos políticos. Eso para demostrar que “la solidaridad no se termina porque ellas ya no están ahí”.

En su ayuno la acompañaron miembros de la comunidad nicaragüense y también amigos  y conocidos de México, El Salvador, Costa Rica, California y Venezuela. Seguidamente, este mismo sábado, realizaron un plantón en el muelle de San Francisco y una vigilia en la iglesia San Antonio.

“Siempre hemos tocado el área del muelle, que es muy turística, para mostrar que existimos y nos están violentando”, señala Juana Francis.

Protesta en el muelle de San Francisco, California. “Ortega asesino”, dice una de las mantas. LA PRENSA/ Cortesía

Orígenes

Nacida en Jinotepe y criada en Diriamba, Juana Francis Puerto tiene 48 años y dos hijas, es maestra de folclore y en Estados Unidos ha sido parte de diferentes organizaciones pro derechos humanos y ayuda humanitaria para Nicaragua.

Se mantienen permanentemente informada de lo que ocurre en Nicaragua, leyendo las noticias de los medios de comunicación independientes. Y suele participar en manifestaciones por el restablecimiento de la democracia. “Yo me fui de mi Nicaragua, pero mi Nicaragua nunca se fue de mi corazón”, asegura.

“Me vine de Nicaragua por las mismas razones que muchos se están viniendo ahora en los ochenta”, relata la activista. “Había mortandad de jóvenes asesinados que fueron obligados en su mayoría a cumplir un servicio militar obligatorio. La revolución de los pobres comenzó a  hacerse represiva con los campesinos, estudiantes, trabajadores, imponiendo un sistema de espiarnos unos a los otros con los CPC, y exigiendo el estudio trabajo creando una mano de obra gratuita para el Gobierno”.

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“Me vine porque como madre no me quedo otra opción que emigrar a un país extranjero para ver crecer a mi hija mayor y a la que todavía no nacía en una vida sin muertes, sin odio, sin represión, y sobre todo donde los derechos humanos no sean selectivos de un gobierno que cubrió mi patria azul y blanco en rojo de sangre y negro de muerte”.

Desde entonces Juana Francis es “activista humanitaria en contra de todos los oprobios que ha cometido esta dictadura”. Le parece “muy triste”, “una gran decepción”, la traición del Frente Sandinista a las personas que creyeron en la revolución de 1979.

“Recuerdo cuando estaba pequeña la alegría de la gente que pensaba que estaba botando una dictadura y que iba a haber un cambio y la tristeza de saber que a más de cuarenta años estamos peor que antes”, dice. “Al principio teníamos dictadura y la botamos para caer en el mismo ciclo. Es como que estamos repitiendo la historia innecesariamente”.

 

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